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Haruka Johnson terminó de hacer la cama.

"Como si sirviera de algo -Pensó.-"En cuanto me acueste se deshará"-Añadió.-"Quizás hoy duerma en el sofá"

Fuera de la casa graznó un cuervo, era extraño, en esa parte de la ciudad no habían cuervos. Lo que le recordó que debía ir al cementerio a visitar la tumba de su hermana. No había querido enfrentar la pérdida de ese modo todavía, cuando pensaba en que había... Bueno muerto su mente lo negaba y se imaginaba que la oía:

-Sigo aquí, en un lugar luminoso, pero aquí.-Decía su dulce voz.

El cuervo graznó de nuevo como si respondiera.

Sus ojos se cruzaron con los de su hermana en la foto que estaba en la mesita de noche. En esa foto sonreían de pequeñas, con apenas cinco años, poco antes de que su padre vendiera toda su vida, su intimidad y su destino a paparazzis, jueces y espectadores.

Ella fue un fracaso como Idol, era la hermana bajita, fea, un poco subida de peso y que desafinaba al cantar, así que su debut no fue como esperaba su padre. Y casi que Haruka lo prefería así, una vez había visto las sombras del mundo del espectáculo a través de su hermana.

En cambio, mientras ella vivía una vida acomodada gracias al dinero que generaba los contratos de su padre, la alma de su hermana fue vendida a las grandes productoras musicales; y no solo el alma, incluso la pérdida de su virginidad fue pactada por contrato y efectivamente fue con un hombre mucho mayor que ella y muy, muy adinerado.

Tomó la foto y beso la frente de su hermana.

"Y pensar que ahora no está..."

El cuervo graznó de nuevo.

-Ya voy, ya voy.-gritó al cuervo.

"¿Me estaré volviendo loca?"

Salió de la casa y se dirigió al coche. Sobre él esperaba el cuervo mirándola fijamente. Lo espantó y abrió la puerta.

Una vez llegó al cementerio se apeó y atravesó la verja.

El viejo cementerio estaba descuidado: grandes matas de hierba cubrían las tumbas menos visitadas, había colillas en el suelo y algunas alas de las esculturas de ángeles que velaban las tumbas estaban caídas a causa de los vándalos.

Subió la pequeña colina que separaba la tumba de las personas más influyentes económicamente del pueblo de las de la humilde clase baja.

Llegó a la tumba, sobre esta había una cruz de piedra con un enorme zafiro en el centro.

Cerró los ojos y rezó una plegaria por el alma de su hermana. Si no lo hubiera hecho podría haber apreciado que la piedra se tornaba roja por unos breves instantes.

Sintió una presencia, alta y ominosa como un camionero, unos de esos que conducen largas horas por la carretera mientras comen una hamburguesa de la peor carne posible y recogen de vez en cuando a una joven autoestopista que más tarde amanece en una cuneta.

Abrió los ojos, metió la llave en el bolsillo agarrando sus llaves y se giró decidida a no salir en los telediarios por la razón incorrecta.

Paró en seco su intento de clavar su llave más afilada donde suponía que estaría el cuello del hombre.

Ante ella había una niña, apenas medía metro sesenta.

Tenía una sonrisa siniestra, pero a la vez tranquilizadora, como si el dolor que quería infringir no fuera para ella, como un lobo que devora un zorro que intenta zamparse un conejo.

Ella fuera lo que fuera (Por que por algún motivo descartaba que fuera humana, pero lo fue en algún momento) era lo que estaba por encima de la cadena alimenticia: como el diablo que castiga a los pecadores que han dañado a los santos.

-Sakura Johnson...

-Esa era mi hermana- Contestó confusa.

-Lo sé y también sé que quieres venganza. No contra el asesino de tu hermana, de ese monstruo me encargué yo, si no contra su "organización" (Por llamarlo de alguna manera) Y te ayudaré. Solo tienes que hacer lo siguiente.

Le explicó el plan.

-¿Por qué me ayudas?-Preguntó temerosa de saber la respuesta.

-Digamos que ambas fuimos víctimas de la ambición de nuestros padres. Al igual que aquel ángel caído que fue desterrado por su propio creador, a quien consideraba su padre, solo por querer repartir el inconmensurable poder que este tenía.

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