John despertó, como cada día, a las seis de la mañana, se duchó, cepilló los dientes y se vistió justo antes de las seis y cuarto.
Se preguntaba si habría vuelto ya su hija mayor.
Miró en su habitación.
No estaba ahí.
Sacó el teléfono móvil y marcó su número.
Dieron tres tonos antes de que contestara.
-¿Sabes qué hora es?-Dijo con voz somnolienta.
Soltó un suspiro.
-¿Habéis bebido, drogado o invitado a chicos?
-No.
Ann bostezó.
-Muy bien necesito que cuides a tu hermana, así que ven a casa.
-Sabes que estoy con Nat, ahora no puedo.-John frunció el ceño y a pesar de no verle Ann lo notó.-Muy bien tráela a casa de Nat.
Supuso que era buena idea, así Claire le chivaría que hacían.
-En cinco minutos te quiero en la puerta.
Colgó.
Se dirigió a la habitación de Claire y sin despertarla la tomó en brazos y la llevó al asiento trasero del coche.
La ató a la sillita y condujo hasta la Calle De Las Diosas Muertas.
Se bajó del vehículo, tomó nuevamente en brazos a la pequeña y se la entregó a Ann.
-¿A qué huele? ¿Tabaco? ¿Has invitado a alguien?.
-No, solo estamos Nat y yo. Yo he fumado.
-¿No dijiste que lo ibas a dejar?
Se encogió de hombros.
-¿Acaso lo dejó Mamá?
Se quedó callado.
Había heredado el ingenio de él y los malos hábitos de su madre.
Se marchó a lo que creía que era otro día más de papeleo y patrulla sin acción.
Le seguía dando vueltas a la extraña y escurridiza figura que había perseguido aquel día. Pero que iba a hacerle, ¿Felicitarle?, ¿Darle unas palmaditas a la espalda? El mismo lo había declarado un suicidio y archivado el caso, aparte de que todas las pruebas estaban incineradas y además la verdad es que le hizo un favor a él y a Satoshi.
Esos casos de violencia sexual normalmente no llegaban a juicio al menos que sea lo suficientemente grave para que la policía no pueda barrer la mierda debajo de la alfombra y cuando llegaban esos casos ya era tarde por dos motivos: Uno, ya habían demasiadas victimas y daños irreparables y dos, en la mayoría de casos los criminales no se dejaban capturar vivos.
Así que descartó la idea.
Condujo hasta la comisaría, aparcó y entró.
-Buenos días agente Mcdick.-Dijo la recepcionista.
Él la saludó de vuelta.
-Buenos días Sally.
Esta se sonrojó.
John entró a su despacho.
Yamamoto parecía abstraído por lo que no hizo ruido.
Al notar su presencia salió de su embeleso.
-¿Qué miras?, ¿Acaso después de tantos años te estás enamorando de mí?
-Y un carajo.-Exclamó.-No te hagas ilusiones.-Bromeó.
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Dispara
Mystery / ThrillerUna misteriosa ola de asesinatos levanta las sospechas de dos policías. Pero ¿Qu'r pasaría si persiguieran, tanto los policías como el culpable, el mismo objetivo?: limpiar la ciudad de delincuentes sexuales.