John despertó asustado por su tono de llamada.
Se levantó de la cama, que no era la suya y respondió.
-Diga.
-Mcdick, ¿Has pensado en mi oferta?
-La verdad es que no, he tenido otras cosas en mente.
-Bueno, ve a comisaría he oído que hoy llegas tarde. No habrás pasado la noche bebiendo, ¿No?
-No es eso. Es que me he quedado dormido.
-Sería muy mal policía si no detectara una mentira solo con oírla. Algo te ha tenido lo suficientemente cansado para quedarte dormido.
-Se podría decir que sí.
-Ay, al final has echado un polvo. Dime ¿estaba buena la mozuela?
-¿Mozuela? ¿Cuántos años tienes?
-Unos cuantos.-Rió.
-Okey, ya voy a comisaría.
Se vistió y buscó a Sally. No estaba en la casa.
Supuso que se había marchado a trabajar.
Fue hacia la puerta, había una nota.
"Lo siento, pero no puedo perder el trabajo, esta casa es bastante cara.
La llave de repuesto está detrás del reloj
Te quiero."
John movió el reloj y recogió la llave.
Atravesó la puerta y la cerró al salir de la casa.
Se guardó la llave en el bolsillo y subió al coche.
Condujo hasta la comisaría.
Sally le saludó como de costumbre.
John se sonrojó y la saludó de vuelta.
Se dirigió a su despacho y se pasó la jornada pensando qué decir a Sally.
La quería, pero aún no había superado la muerte de Samara, su mujer.
Quería ser feliz, pero no estaba seguro de que fuera digno de eso.
Recordó el día de su muerte.
John acababa de ascender a inspector de policía cuando recibió la llamada. Su móvil sonó, reproduciendo la canción favorita de Samara "Disenchanted" de "My chemical romance", John salió de la comisaría , donde el Jefe Heavens le había organizado una fiesta por su ascenso, y habló.
-¿Sam?,¿Hola?
-¿Es usted John? ¿John Mcdick?-Dijo una desconocida.
-Sí.-Dijo con miedo de lo que podía haberle hecho llamarle desde el móvil de su esposa. ¿Quizás la habían atropellado y una buena samaritana le había cogido el móvil y llamado al número que salía el primero en caso de emergencia.?-¿Quién es usted? Yo soy su marido. Sam, ¿está bien?
-Lo lamento señor pero me temo que no. Ha llamado a emergencia hace una hora y la hemos encontrado inconsciente. Le llamo desde el hospital.
"Oh no"-Fue su primer pensamiento.
-Ya voy.-Dijo y se marchó de la fiesta sin dar explicaciones a nadie.
Condujo todo el camino a ciento veinte kilómetros por hora y no se detuvo en ningún semáforo.
Llegó y se abalanzó sobre la recepcionista.
-Perdone, hay personas antes de usted.-Dijo ella.
-Es urgente, En que habitación está Samara Mcdick.
-Le repito que debe hacer cola.
Iba a saltar el mostrador y buscarlo él mismo cuando le tocaron el hombro.
-Usted debe ser el marido de Samara.
Se presentó, era la doctora Miranda Holmes.
Le guió hasta la habitación.
Ahí estaba Sam sentada en la cama. Miranda corrió hacia ella y la tumbó suavemente.
-Le he dicho que descanse y no haga movimientos bruscos.
-Pero es que quería saludar a mi marido.
-Tiene toda la vida por delante para saludarlo.-Mintió.-Bueno, les dejo intimidad.
-¿Cómo estás?-Preguntó John.
-Un poco mareada.
-¿Qué ha pasado?
-No lo sé.
John inspeccionó los papeles sobre la mesita.
En ellos explicaban en lenguaje médico que tenía un tumor en el pulmón debido a sus hábitos y este empezaba a tener efectos.
Sam leyó la cara de John.
-Es grave, ¿Verdad?
-Tienes cáncer.-Dijo sin intentar suavizarlo, si su vida dependía de ello debía saberlo.
No le contó la última parte.
-Me estas ocultando algo.
-Qué va.-Dijo, pero era malo mintiendo.
Sam se incorporó un poco.
-¿Qué haces?
Le arrancó los papeles de las manos.
-Trae.-Su cara palideció cuando leyó.-Es demasiado tarde para tratarlo, me quedan seis meses de vida.
John meditó en silencio.
-Lo siento. Pero todavía puedes pasarlos con Ann y la bebé.
-No quiero que vean a su madre así.
-¿Y qué propones? ¿Estar en un hospital hasta el fin de tus días sin ver a tus hijas? Piensa en el daño que le vas a hacer.
-Les haré más daño si me ven marchitarme lentamente.
-¿Entonces?- Preguntó temeroso.
-Mátame.
-No puedo hacerlo.
-Sí puedes, ponme al máximo el dosificador de morfina, no sufriré.
-No puedo, cariño.
Empezó a llorar a mares.
-Es como si hubiera muerto en el desmayo, simplemente dile a Ann que morí viendo mi serie favorita y que me encontraste al volver del trabajo y me llevaste al hospital donde te dieron la mala noticia.
-Por favor, no.-Dijo temblando.
-Hazlo.
-No puedo.
Le robó la pistola.
-Hazlo o lo haré yo.
John lo hizo contra su voluntad, sentía que si no hubiera sido tan incompentente con las palabras su esposa hubiera vivido seis meses más y quizás incluso sobrevivido.
Pero ese era el pecado de él, uno que, según pensaba, jamás se perdonaría.
Llegó a casa a las siete de la tarde.
Subió a la habitación de Ann. Esta estaba acostada abrazando un peluche en lugar de a Flora.
La despertó.
-Hija, ¿Dónde está tu amiga?
-No lo sé, estaba durmiendo junto a ella.
John no sabía por qué pero la relación de su hija con su amiga se había estrechado.
ESTÁS LEYENDO
Dispara
Mystery / ThrillerUna misteriosa ola de asesinatos levanta las sospechas de dos policías. Pero ¿Qu'r pasaría si persiguieran, tanto los policías como el culpable, el mismo objetivo?: limpiar la ciudad de delincuentes sexuales.