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Se abrió la puerta.

Flora entró a casa de John con unas bolsas.

-¿Dónde has estado?-Preguntó Ann.

-Estoy de buen humor, así que he traído sushi.

John bajó las escaleras al oír la conversación.

-Cuatro bolsas, te ha debido costar una barbaridad.-Sacó su cartera del bolsillo y le ofreció doscientos dólares.-Toma, no voy a dejar que una invitada en nuestro hogar pague la cena.

Flora lo rechazó.

-Considéralo como una compensación por dejar que me quede aquí. Ya sé que es por el bien de Ann, necesita compañía, pero me sabe mal estar en tu casa y no aportar nada.-Remató el argumento con un disparo para convencerlo.

John se acercó a su hija y en un tono lo suficientemente bajo para que su invitada no escuchara le dijo.

-Es buena chica, mantenla como amiga.

Flora dejó las bolsas en la mesa de la cocina y empezó a sacar la comida.

Nigiris, onigiris,makis, takoyakis, yakisobas e incluso una botella de sake.

-Es demasiado.-Exclamó John.

-No tenías que molestarte.-Siguió Ann.

-Hoy es un día especial y estoy feliz.-Dijo aunque apena había sentido felicidad desde el día que la violaron. Lo único que sanaba por momentos sus heridas era la venganza y estar con Ann. Y ese día se cumplían ambas condiciones.

-¿Es tu cumpleaños?-Preguntó John.

-Sí.-Mintió a falta de una excusa mejor, podría haber retrocedido el tiempo y decir otra cosa, pero la verdad es que por primera vez en mucho tiempo se sentía parte de una familia y no quería jugar con ellos. Además su poder no funcionaba en torno a Ann.

-Jo, no lo sabía. Te hubiera comprado un regalo si me lo hubieras dicho.

-De verdad que no hace falta.-Contestó intentando dar una imagen de humildad.

-Ya sé, mañana te acompañaré al centro comercial y te compraré lo que quieras. Aunque tampoco te pases con el precio.

-Te doblaré la paga este mes, Ann, así que puedes comprarle algo caro.-Dijo su padre.- Y para celebrarlo, y poder comernos toda esta comida antes de que sea incomible, invitaremos a los Yamamoto y a Claire.

La pequeña de los Mcdick había pasado la última semana en casa del compañero de trabajo de su padre. Este no quería que su hija menor entorpeciese la sanación del trauma de la mayor y mucho menos quería que esta perdiera su sonrisa característica por descubrir lo cruel que había sido el mundo con su hermana mayor, y muchas más personas. Además a satoshi le alegraba cuidar de una niña.

"Supongo que es la nostalgia. Yo estaría devastado en su lugar."

Llamó y contestó Al.

-Moshi Moshi.

-Ai, soy John, la amiga de mi hija ha comprado comida de más y he pensado en invitaros para recompensaros por cuidar de Claire.

-Voy a preguntarle a Satoshi.-John esperó.-Sí, estaremos ahí en diez minutos.

En un poco más del tiempo que habían estimado por llamada llegaron y se sentaron.

-¿Esa es...? ¿Cómo te llamabas? ¿Susy?-Preguntó la señora Yamamoto.

-No, se llama Flora.-Contestó John.-¿La conoces?

-La ví hace un par de meses, quizás. Es amiga de Ann.- John miró a su hija preguntándose por qué no le había hablado de ella antes.-Tiene que ser buena chica. Ay, como me recuerda a mi Aiko. Mi niña, ¿Por qué te tuvo que pasar a tí?-Empezó a llorar.

John miró a Satoshi. Este consoló a su mujer y se dirigieron al sofá donde esta se quedó dormida debido a la cantidad excesiva de alcohol que había consumido.

-Papi, ¿Qué pasa? ¿Por qué llora la señora Yamamoto?

-Perdió a su hija, ella podría haber sido amiga tuya, seguro que te hubiera cuidado.-Intentó explicarle.

-¿Perdió?-Preguntó aún más confusa.-¿Y por qué no la encuentra?

-Ella está descansando ahora, ¿te acuerdas de mamá? Pues está con ella ahora.-Le explicó suavemente.

-¿En el cielo?

-Sí, en el cielo.

-¿Y cuándo iré yo al cielo? Quiero ver a mami.

-Cuanto más esperes mejor.-Dijo no quería explicarle lo que era la muerte a la pequeña y no soportaba la idea de su vida sin ella, no quería perder a nadie más.- Así te abrazará con más ganas.-Dijo aguantando una lágrima en su ojo derecho.

Satoshi se acercó.

-Lo siento por los problemas que hemos causado, vaya cumpleaños le hemos dado a la chiquilla, nos vamos ya.-Dijo y cargó con su mujer dormida hasta el coche.

Esa noche el ser lloró al sentir la calidez del amor humano. Pues él sabía lo que venía.

DisparaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora