John hizo el desayuno: tortitas con jarabe arce para las niñas y bacon para él, luego subió a la habitación de Claire, abrió la ventana y la despertó.
-Buenos días, princesa.
-Buenos días, papi.
Se dirigió a la habitación de Ann, picó a la puerta y bajó las escaleras.
Se sentó en la mesa y tras unos instantes bajaron Ann y Claire.
Desayunaron con un silencio incómodo de parte de Ann y John.
Una vez terminaron John acompañó a Claire a la puerta delantera de la casa y ella se subió al autobús escolar.
Ann también iba a subir.
-Espera.-Dijo John.
-¿Qué?- Preguntó su hija.
-Ya te llevo yo al instituto.
-Pero si el bus está aquí.
-He dicho que te llevo yo.
-Vale, vale. Relájate viejo.
Se subieron en el coche.
En el asiento del copiloto había un paquete, John lo cogió y se lo entregó a Ann.
-¿Qué es?
-Ábrelo.
Abrió la caja, era un consolador transparente de dieciocho centímetros.
-Respecto a la noche pasada, entiendo que estés en esa edad...-Paró y midió sus palabras.-Lo que quiero decir es que prefiero que hagas eso a que te hagan un bombo o pilles alguna ETS.
Ann pese a la incomodidad le dio las gracias.
-¿Un abrazo?-Preguntó John.
Ann puso los ojos en blanco.
-Tampoco te pases.
Su padre levantó las manos en señal de rendición.
Llegaron al instituto y Ann abrió la puerta.
Se bajó del coche y John la vio encaminarse hacia la entrada del instituto John Laurence y perderse entre la multitud.
John resopló y arrancó el coche.
Se dirigió a su despacho en la comisaría.
Ahí recogió las llaves del coche patrulla y saludó a Satoshi.
-Buenos días.-Dijo con una sonrisa.-Un buen día con un violador menos.
Satoshi estaba siempre alegre cuando había un asesinato de tal tipo de individuo.
-No estés tan alegre, hoy será un día aburrido más.-Contestó John.
Miraron el tablón de organización y empezaron la ruta asignada.
Pasaron varios minutos tranquilos y en silencio en el coche patrulla.
Pasaron por la calle de los peines cuando un extraño de baja estatura y encapuchado salió del portal del edificio de Samuel Williams. Tenía entendido que los únicos suficientes valientes, o pobres, para vivir ahí eran Samuel y el mendigo.
Bajó la ventanilla.
-Perdone...
El desconocido se echó a correr.
John se bajó del coche y lo persiguió.
Se metió en el mercado.
John le siguió.
El desconocido esquivó los carritos del mercado y desapareció entre los clientes.
-Espera...-Dijo fatigado.
Por fin lo acorraló en el pasillo de congelados.
Sacó la pistola en el pasillo, que estaba desierto y...
Nada. No había ni rastro del fugaz anónimo.
Había desaparecido.
"Imposible, No hay salida"-Pensó.
Y volvió al coche confundido.
¿Se lo habría imaginado?
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Dispara
Mystery / ThrillerUna misteriosa ola de asesinatos levanta las sospechas de dos policías. Pero ¿Qu'r pasaría si persiguieran, tanto los policías como el culpable, el mismo objetivo?: limpiar la ciudad de delincuentes sexuales.