Capítulo 8.

32 1 0
                                    

Catherine Gautier:

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Catherine Gautier:

Vacaciones, al fin. Mauren se iba a quedar conmigo en vacaciones así no estaría tan sola en la mansión, por lo que se también estarían dos amigos de Matthew.

Agarre la jaula de Cyra junto a mi bolso, salí del tren y vi a Matthew hablando con sus dos amigos que supongo que ellos serían lo que irían a la mansión.

—Adiós Kate—se despidió Joseph luego de darle un beso a Mauren.

—Adiós Joseph—me despedí.

—Cuídense mucho las dos,  mándenme una carta cualquier cosa—dijo Druella antes de ir tras su hermano.

—¡Mauren, Catherine!—gritó Matthew entre la multitud.

Agarre la muñeca de Mauren con suavidad y me fui junto a Matthew, ahí estaban sus dos amigos.

—El es Rupert, uno de mis mejores amigos y a...Caleb ya lo conoces—sonrio Matthew.

—Así es, un gusto a los dos, ella es mi mejor amiga Mauren—dije con una sonrisa.

—Un gusto—dijeron los dos amigos al mismo tiempo.

—¿Nuestra madre?—preguntó Matthew.

—No lo sé.

—¿Donde estaban? No los veía, al fin los encontré—dijo una mujer pelirrroja.

¿Y está quien era? ¿Donde estaba mi madre?

—¿Tú quien eres?—pregunto Matthew.

—Daisy Robinson, la mujer de su padre—sonrio la mujer.

Mire a Matthew con el ceño fruncido y él estaba boquiabierto,  Mauren estaba confundida al igual que los dos amigos de Matthew.

Dirigí mi mirada a la vestimenta de la mujer, traía un vestido negro por las rodillas pero un escote muy revelador, con un hermoso collar de perlas,  unos tacones blancos junto a un bolso negro mediano, muy parecido al estilo de mi madre, capaz quería copiarle pero no le salió.

—¿Que esperan? ¡Vamonos!—dijo la mujer—. ¡No tengo todo el tiempo del mundo! Despídanse de sus amigos y vamonos.

—Estas muy equivocada, nosotros nos vamos a la mansión de nuestra madre, no con usted—dijo Matthew mirándola mal.

—Su padre me mando a buscarlos, yo solo seguí sus órdenes así que vámonos ahora.

—Creí que eras su mujer, no su elfo doméstico—dije con una pequeña risa.

—¿Que has dicho?—dijo indignada.

—Creí que eras su mujer, no su elfo doméstico —repeti.

—¡Eres una maleducada,  tu padre tenía razón! ¡Una maldita maleducada!

Tolerate It (Tom Riddle)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora