Venticinque.

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Abrí los ojos pesadamente, me encontraba acostada en el piso del cementerio, sentía mi cuerpo adormecido por la posición tan incómoda en la que me encontré por tanto tiempo.

Levanté mi cuerpo y caminé de vuelta a mi vehículo, aparentemente en mi carrera tiré la moto, me costó levantarla mucho más de lo que hubiera imaginado, casi como si pesara diez toneladas.

Conduje otra vez a mi apartamento, con la motocicleta hecha mierda, igual que yo. 
Cuando entré, sentí un ambiente extraño, quizá sólo era el hecho de saber que aquí se vivieron muchas cosas con Gustabo.

Repasé la casa entera hasta llegar a mi habitación, donde noté que faltaba algo, fue cuando me di cuenta de que Gustabo se había llevado sus cosas en su mayoría, con la excepción de un par de cosas más irrelevantes.

Sentí mi corazón estrujarse y me tumbé en la cama, deseando despertar de esta horrible pesadilla en la que de repente se ha convertido mi vida. Donde ahora más que nunca me siento sola de una manera dolorosa, que siento que me mata cada segundo.

En un aproximado de dos semanas y media no me he presentado al trabajo, no me he movido casi nada y las únicas veces que he salido de casa ha sido solo para hacer una pequeña compra de comida y cosas necesarias. 

La gente me ha llegado a mirar con tanta lástima que incluso me hace sentir peor, nunca me ha gustado que me vean así, pero ahora precisamente me hace sentir más débil y estúpida.

Las ojeras se figuran a un maquillaje negro corrido por agua o un día de arriba a abajo. Normal si mi ciclo de sueño está increíblemente roto, duermo todo el día y luego en las noches, por arte de magia, no puedo seguir durmiendo.

Mi móvil está repleto de mensajes de Conway diciendo cuando voy a regresar y la razón de porque me fui.

Claro, no le avisé que ya había regresado, aunque creí que había sido informado de ello por Gustabo...

Mi celular comenzó a vibrar, sacándome del trance en el que me había sumergido. La pantalla no me reflejaba ningún nombre, o quizá era que yo no lo veía. Contesté la llamada esperando una respuesta por el otro lado, sin hablar.

-¿Me escuchas o no?- escuché la voz de Jack.

-Ah, sí ¿Qué es lo que quieres?- Mi voz no se escuchaba casi nada, no tenía ni fuerzas para hablar.

--¿Qué que es lo que quiero? Gilipollas, quiero que te presentes en mi comisaría a trabajar ¿Donde coño estás?

-En mi departamento- Susurré sin ganas.

-¿Desde cuando?- Noté su voz molesta.

-No mucho, un par de semanas.

-¿Un par de semanas?- Solté un ruido de afirmación -¿Y qué te pasa en la puta voz?

-Un resfriado.

-Pues ese puto resfriado te lo vas a traer a mi comisaría. Ya.

-No.

-¿Cómo qué no?- Me preguntó con esa voz característica de incredulidad.

-No puedo. Ahora. No me encuentro muy bien.

-Me la suda tres pollas, vienes y me explicas que mierda has estado haciendo.

-Ok.

Colgué la llamada sin esperar una respuesta, no iría ahora, ni mañana, no tenía ganas de que me viera así, ni él ni nadie más.

•••

Las llamadas por parte de Conway siguieron unos cuantos días más. Ninguna la contesté, igual que los mensajes que me mandaba cada día.

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