CAPÍTULO 67

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Un oscuro sendero acompañado de una densa neblina se extendía ante ella, absorbiendo los pequeños rastros de luz. El silbido del viento movía todo en su entorno e indicaba la presencia de numerosos árboles.

Cristal daba pasos lentos, llenos de temor, sin tener idea de su ubicación. La sensación de estar perdida la envolvía y se preguntaba: ¿Cómo había llegado hasta este lugar? Continuó caminando, esperando alcanzar uno de los muchos árboles que podía percibir cerca.

De repente, un aullido resonó por todo el lugar, disipando instantáneamente la neblina. Cristal miró a su alrededor con asombro, reconociendo este extraño sitio como familiar. Los árboles mantenían un hermoso color oscuro, y la hierba que rozaba sus pies parecía tener la misma tonalidad.

Cristal continuó su camino examinando con más detalle su alrededor, y después de unos minutos, reconoció como el lugar donde había visto por primera vez a esa gran bestia de pelaje negro. En ese momento, la necesidad de estar junto a él invadió todo su ser, y el sonido de otro aullido, mucho más cerca, la hizo desear aún más su compañía.

—¡¿Dónde estás?! — se preguntó desesperada. Este aullido era diferente, mostraba gran poder y carecía de cualquier indicio de piedad.

La respiración de Cristal se aceleró y su cuerpo comenzó a temblar al percibir el deseo de su pareja de matar. Ella inmediatamente corrió con desespero en la dirección de donde había provenido el aullido y, al pasar por unos oscuros arbustos, encontró a Kogan.

— ¡ALTO! — gritó al encontrarlo. Kogan, a unos metros de distancia, estaba en su forma licántropo, con sus brazos bañados en sangre. Delante de él, varias esferas de diferentes colores y una de ellas estaba por ser destruida entre sus garras.

La voz de Cristal captó la atención del lobo terrible, y este giró su mirada en su dirección, soltando la esfera que mantenía en sus garras. Caminó hacia ella. Los músculos del cuerpo de Cristal se movieron involuntariamente al verlo acercarse y ella tragó saliva al ver sus ojos de un color rojo intenso mirándola con fiereza.

La luna de Kogan comenzó a correr por todo ese oscuro bosque. Sabía que toda la atención de su pareja se centraba en ella, y con eso le bastaba, ya que había logrado evitar que él destruyera esas esferas. Pero por más que Cristal intentara huir no lo lograría, porque en tan solo segundos ella ya había sido derribada.

El lobo terrible con desesperación arrancó cada una de las prendas de su compañera. La sujetó por la cintura, enterrando inmediatamente sus garras en su delicada y hermosa piel bronceada. Cristal gritó e intentó que él la soltara, pero era imposible. Por más que ella le suplicara que se detuviera al lobo terrible, no se detendría de poseerla.

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Cristal yace inconsciente en la habitación, respirando con desesperación. El dolor se refleja en su rostro mientras sus dedos se aferran a las sábanas con fuerza. Sus ojos se mueven rápidamente bajo los párpados, mostrando un profundo temor. Los aparatos médicos conectados a ella mostraron anomalías en su ritmo cardíaco.

Kogan, quien muy rara vez se alejaba de su lado, sabía lo que debía hacer y la acunó en su regazo, deslizó sus manos acariciando varias veces uno de sus brazos.

— Shhhh... — el tierno sonido que hicieron sus labios para calmar a su luna resonó por todo el entorno — Calma, preciosa — le dijo con ternura, deslizando su mejilla sobre su frente para que ella pudiera percibirlo y lograr que se calmara. Bastaron pocos segundos para que la respiración de Cristal volviera a normalizarse. Lynn, quien había escuchado la anomalía de su ritmo cardíaco, entró rápidamente notando que Kogan ya tenía todo controlado.

APODERÁNDOME DE MI LUNA HUMANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora