CAPÍTULO 78

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Pasos lentos y sinceros se adentraban en el espeso bosque. El alfa llevaba a su luna entre sus brazos. Cristal, con sus brazos tiernamente entrelazados alrededor del cuello de Kogan, mantenía su cabeza recostada en uno de sus hombros. La sensación que ambos experimentaban por la unión de sus pieles es tan fuerte y adictiva que no deseaban apartarse el uno del otro.

Kogan movió ligeramente su mirada para ver a su compañera mirarlo. Los ojos de Cristal lo observaban dulcemente, casi con la misma expresión que, hace unos minutos, había logrado convencerlo de cumplir con el pedido que ella le había hecho.

Luego de ese último beso, el alfa pudo percibir el deseo de su luna de ir con la manada. La mirada de Cristal observaba con precisión a través de la ventana la ubicación donde todos se habían reunido. Esto le sorprendió, pero le hizo sonreír ligeramente, dado que comprendió que su luna podía percibir dónde se encontraban todos.

Cristal es la pareja de un alfa y es natural que ahora, como luna, sintiera un fuerte impulso por ver el estado de cada uno de ellos. Kogan percibía a través del vínculo la gran alegría que emanaba de todos y sabía que su luna también podía sentirlo.

— Necesitas descansar —, le dijo Kogan. Cristal inmediatamente giró para verlo al escucharlo hablarle. — No te has recuperado; cuando estés mejor, te llevaré con ellos —, respondió, conociendo los deseos de su pareja.

— Solo quiero saber cómo están —, susurró Cristal, recordando aquel día donde Kogan se perdió, lastimando gravemente a muchos, incluidos los betas. Después de despertar solo había podido ver a Hiro, Roland y a Kalium, pero no sabía nada de los demás.

— Todos se encuentran bien —, mencionó Kogan, como un intento de hacerla desistir de ir a ellos. — Debes descansar —, insistió, tomándola entre sus brazos para recostarla nuevamente en la cama. Su luna apenas tenía unos pocos días de haber despertado, y Kogan sabía, gracias a su vínculo, que le tomaría un par de meses estar en perfectas condiciones. No le iba a exigir más, ya que estaba sumamente cansada y su mirada caída se hacía evidente. Aunque solo habían sido unos simples besos y muchas caricias, sabía que ella estaba haciendo mucho esfuerzo por mantenerse despierta.

Cristal, después de ser depositada en la cama, volvió a mirar en dirección donde se encontraba la manada y giró nuevamente su rostro hacia Kogan.

— Por favor —, le suplicó a su pareja y este negó con la cabeza.

— Debes descansar —, volvió a insistirle. Sin embargo, el fuerte impulso que tenía Cristal de ver a la manada era muy grande. Tenía que convencer a Kogan, ya que sabía que ella por sí misma no podría ir hasta ellos; sus piernas todavía se encontraban muy débiles y caería al suelo.

Así que Cristal decidió hacer uso de otra estrategia para convencerlo. Giró delicadamente su cabeza hacia un lado, arrugó un poco sus ojos e hizo un puchero con sus labios.

Kogan, al ver la expresión del rostro de su pareja, inmediatamente arqueó una ceja y escuchó.

— Por favor... —, suplicó Cristal con dulce voz, haciendo una expresión tierna y triste a la vez. Kogan se sorprendió del actuar de su luna y esto le hizo recordar las numerosas ocasiones que había visto a Elena, Hashana y Selus hacer este tipo de acto hacia sus hermanos menores para convencerlos de hacer lo que ellas querían.

Kogan soltó una pequeña risa, pasando una de sus manos por sus cabellos. Siempre les había dicho a sus hermanos que eran unos estúpidos por ceder ante estas absurdas súplicas de sus lunas, y ahora comprendía que él se había vuelto un estúpido al igual que ellos.

El alfa sonrió ligeramente ante el recuerdo de lo sucedido unos minutos atrás. El actuar de su luna lo había hecho recordar que su vida había cambiado y nuevamente comprendía que el poder que tienen sus parejas hacia ellos es muy fuerte, tanto que son las únicas capaces de controlar a su lobo terrible.

— Gracias —, dijo Cristal. Esta palabra en agradecimiento sacó a Kogan de sus pensamientos, haciéndolo volver a mirar a su luna. — Gracias por permitirme verlos —.

— Si te desmayas no volverás hasta que estés recuperada, así que no te esfuerces —, le advirtió. Cristal sonrió ante este comentario y asintió ligeramente, deslizando su mano en el rostro de Kogan. Él inmediatamente detuvo su andar y cerró los ojos para concentrarse en las caricias de su luna. Profundizó su vínculo con ella, y al abrir sus ojos ambos se contemplaron nuevamente. Ese silencio era único y especial, no había necesidad de hablar para expresar el gran amor que los unía. Era palpable en cada mirada y cada roce de sus manos.

Sin perder el tiempo, Kogan juntó sus labios con los de su pareja una vez más ese día, ese beso era una renovación de su compromiso de su amor y devoción a su luna.

APODERÁNDOME DE MI LUNA HUMANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora