— ¿Te encuentras bien? — preguntó su hijo con voz de preocupación al ver a su madre sentada en el suelo, recostada contra el sillón, toda sucia y tocándose los hombros por el cansancio.
— ¡Estoy agotada! — exclamó Cristal, habiendo llegado a casa hace solo unos minutos. — Hoy tuve que hacer otras inspecciones, además de las mías — añadió, recordando que tuvo que revisar los proyectos del hijo de su estúpido jefe.
— Trabajas mucho — dijo una voz dulce y preocupada desde la cocina. — Deberías tomarte unas vacaciones — mencionó su hija, consciente de todo el sacrificio que su madre había hecho por ellos en los últimos años.
— Me encantaría que nos fuéramos de vacaciones, pero tengo muchas responsabilidades en estos momentos — agregó Cristal con tristeza.
Cristal observó los rostros de sus hijos entristeciéndose. Anhelaba pasar más tiempo con ellos, pero su trabajo siempre le impedía regresar temprano a casa. Esa semana apenas los había visto, y ese día en particular planeaba llegar temprano, pero, como siempre, el señor Miller tenía otros planes para ella.
— ¿Qué les parece si descansamos y mañana nos vamos a la playa? — sugirió para animarlos, y ellos rápidamente estuvieron de acuerdo.
Su hija mayor, Jilian, tiene 11 años, y aunque comparte el mismo color de cabello que su madre, sus ojos son más oscuros. Es una excelente estudiante. Su hijo menor, Torik, tiene 9 años. Su cabello es castaño, mucho más claro que el de su madre y sus ojos son de un tono chocolate claro, como los de su madre. Sin embargo, no es tan aplicado en los estudios como su hermana y pasa mucho tiempo con sus tíos, aprendiendo cosas de "hombres".
Al día siguiente, como había prometido, fueron a la playa. Cristal puso su teléfono en modo silencio para olvidarse del trabajo y dedicar todo su tiempo a Jilian y Torik.
Los hijos de Cristal querían a su padre, pero "lejos". Iban a regañadientes a visitar a los familiares de Stuart, ya que no les agradaba ver a sus abuelos, quienes intentaban convencerlos para que persuadieran a su madre de perdonar a su padre y volver a formar una familia.
Jilian y Torik no eran niños ingenuos; habían crecido con un padre ausente y estaban más encariñados con los hermanos de su madre. Habían visto a Stuart con Amelia, y no lo querían.
El día en la playa fue relajante para Cristal. Complació a sus hijos llevándolos a los lugares que querían y comprando todo lo que deseaban. En varias ocasiones, Cristal sintió la ligera sensación de ser observada; sin embargo, por más que buscó, no vio ningún movimiento inusual ni a nadie siguiéndoles.
Algo aún más extraño fue que, dondequiera que fuera, siempre obtenía precios especiales, y en algunos locales comerciales no le cobraron absolutamente nada.
— ¡Hoy es mi día! — exclamó alegremente, aunque con cierta incertidumbre, sin comprender por qué no aceptaban cobrarle por sus compras.
Al anochecer, la pequeña familia de 3 regresaba a casa. Cristal se sintió cansada, pero complacida por haber pasado un excelente día junto a sus hijos.
— ¡Mamá, tienes 65 llamadas perdidas! — exclamó Torik al tomar el móvil de su madre. Esa noticia sacó a Cristal de su zona de confort.
— ¡¿EN SERIO?! — espetó Cristal, asustada. 65 llamadas eran señal de que algo grave había ocurrido en alguno de los proyectos que tenía a su cargo. Se pasó las manos por la cabeza, temiendo lo peor.
Aparcó el vehículo a un costado de la carretera y, al revisar, vio que 5 llamadas eran de su jefe, 10 de Stuart, 25 de Hiro, y 25 de un número desconocido. "¿De quién es este número?", pensó, y de inmediato llamó a Hiro.
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APODERÁNDOME DE MI LUNA HUMANA
LobisomemDespués de pasar los 700 años que es el límite dictado por la Diosa Lunar para encontrar su pareja, Kogan, un alfa de 950 años, vive sus días dedicado a su manada creyendo que su luna está muerta y que estará solo toda su vida. Un día su hermano le...