CAPÍTULO 1

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Los humanos viven sus días pacíficamente, sin conocer todo a su alrededor. Son seres insignificantes; la realidad es que los hemos gobernado por siglos sin ellos saberlo. Nosotros, los licántropos, tenemos el mundo a nuestros pies.

Soy Alfa Kogan. Mi lobo se llama Rax; él no suele hablar, pero cuando toma el control es mejor que no estés cerca, pues no le importa nada ni nadie. Solo nos inclinamos ante nuestros padres. Estoy orgulloso de pertenecer a la manada más fuerte de todas: "Real Blood". Somos grandes, con una fuerza y destreza superior a las otras manadas. Ni siquiera piensan en estar en conflicto con nosotros, porque no quedará nada de ellos.

Soy el mayor de 6 hermanos. No es normal que una pareja de licántropos haya concebido tantos hijos. Mi padre le rogó a nuestra Diosa tener una gran descendencia. Él era el último Alfa de nuestra manada y no permitiría que nuestra sangre se perdiera. A cada uno de nosotros nos entrenó y preparó para ser los mejores Alfas. Nos otorgó una parte de su extenso territorio con más de 800 mil lobos a nuestro cargo y, a donde vayamos, nos tratan con respeto.

Me gusta pensar que los otros Alfas nos temen, ya que soy superior e intocable, y me siento orgulloso de ello. Mi madre me dijo que soy especial: nací una noche de eclipse lunar y, justamente cuando los bordes de la luna se tornan dorados, llegué a este mundo. Ella nos inculcó que todos los lobos de la manada son fundamentales, sean betas, deltas, centinelas, gammas u omegas; todos son importantes y a todos los protejo.

Adoramos a la Diosa Lunar. Sé que tenemos un Dios Lunar, me lo relató mi madre de cachorro. Se dice que él era un licántropo sin control, no tenía piedad de nadie y, cuando encontró a su pareja, dejó de ser temido y pasó a ser respetado, ya que ella apaciguaba al lobo terrible que tenemos dentro. Su compañera se llamaba Luna y, desde entonces, nos dirigimos a nuestras parejas como "Lunas" por respeto a nuestra Diosa.

Tengo 950 años. Agradezco que mi compañero nunca haya aparecido y realmente ¡no lo necesito!

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Miles de kilómetros de distancia, una hermosa mujer de largo cabello castaño oscuro, piel bronceada y ojos color chocolate se prepara para iniciar su jornada de trabajo. Ese día tenía que supervisar diferentes proyectos, revisar algunos planos y diseñar otros. Le había costado mucho esfuerzo y sacrificio ser arquitecta, y desempeñaba su trabajo de la mejor manera posible. Esperando a un cliente, se dispuso a verificar que todas sus exigencias estuvieran corregidas y escuchó abrirse la puerta.

— ¿Cómo has estado? — Ella automáticamente alzó su mirada.

— Hiro, es un gusto volver a verle — dijo con cortesía e inclinándose, mostrando respeto a su cliente.

— ¿Estás ocupada? — preguntó él al verla mirando las grandes hojas de papel en su escritorio.

— Solo reviso los cambios que solicitó — él asintió a su respuesta y tomó asiento enfrente de ella.

Cristal le mostraba las correcciones que Hiro le había solicitado. Era normal que se hicieran arreglos; a pesar de esto, él siempre demostraba gran satisfacción por su trabajo.

— ¿Desea algún cambio adicional? — le preguntó Cristal y él negó con la cabeza.

La arquitecta preparó los planos para entregar con sus respectivas firmas. Pensaba en las exigencias tan extrañas de este cliente; parecía que estuviera realizando una especie de fortaleza, como si estuvieran preparándose para una emboscada, guerra o algo parecido. Se los entregó y él se dispuso a retirarse.

— Elena te envía saludos — mencionó Hiro antes de salir de la oficina.

— Dile que venga a visitarme pronto — ella sonrió. Él solo la miró y se retiró sin responder. La mujer dejó de contener la respiración; la presencia de este hombre en muchas ocasiones era intimidante.

APODERÁNDOME DE MI LUNA HUMANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora