CAPÍTULO 13

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En su despacho, Kogan reflexionaba sobre cómo explicarle la situación a Cristal sin hacerla sentir en peligro. Dos días habían pasado y su habitación estaba hecha pedazos. Su pareja había destruido todos los muebles, incluyendo su ropa.

Kogan al ingresar a su habitación, Cristal, inmediatamente iniciaba a gritarle y arrojarles todo lo que tenía a mano. Su luna se negaba a escucharlo, y tanto él como su lobo anhelaban estar cerca de ella.

Les resultaba imposible contener sus instintos de apareamiento al percibir el exquisito aroma de su pareja impregnado en toda la mansión. Ansiaban con fuerza dominarla y que ella se mostrará aún más descarada que en su primera noche juntos.

Kogan suspiró, comprendiendo que la conducta de su pareja de aquella noche, había sido influenciada por la orden de Rax. Ella no estaba completamente consciente de sus acciones debido al extraño vínculo que los unía.

Durante estos dos días, la manada de Kogan había sido testigo del intento de su luna de escapar, así como de los golpes que había recibido. También estaban al tanto de lo ocurrido en su habitación. Era imperdonable que alguien atacara a un alfa, y mucho menos dos veces. Según las leyes de la manada, el castigo por tal acto era la muerte, y Kogan, no iba a tomar represalias contra su lunas.

Sin embargo, estas acciones provocaron que un grupo de su manada exigiera que la luna fuera devuelta. Al enterarse de que Kogan había traído a una humana, algunos interpretaron que era simplemente un capricho temporal para satisfacerse a sí mismo. La frustración de Kogan hacia su manada crecía, y estaba decidido a castigar a todos aquellos que se oponían a su apoyo hacia su luna.

— ¡Alfa! — lo llamó Clair, uno de sus betas, entrando apresurado a su despacho e informó. — La luna no está en su habitación —.

— ¿Cómo que no está? — preguntó él, frunciendo el ceño ante sus palabras.

— Fui a llevarle sus alimentos y... ella no estaba allí — aclaró Clair con temor y duda, reflejando la confusión que ambos sentían ante la situación.

— Debe estar escondida. No creo que haya podido burlar a los centinelas que rodean la mansión. Sigue buscándola — ordenó Kogan con calma, confiado en la eficacia de su seguridad. Clair asintió en silencio y salió del despacho para continuar la búsqueda.

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Cristal avanzaba con temor por las calles de aquel extraño pueblo. Había dedicado dos días a memorizar la rutina de vigilancia. Tan pronto como Kogan se retiró esa mañana, ella descendió con cautela por la ventana, confiando en la ausencia de los guardias que custodiaban afuera, los cuales abandonaron sus puestos.

— El alfa debería buscar una media luna y no un simple juguete humano — escuchó decir a alguien, lo que la hizo detenerse en seco mientras se ocultaba entre los arbustos. ¿Quién sería ese alfa? ¿Por qué debía buscar una media luna?

Cristal no tenía tiempo para reflexionar sobre ello; debía continuar con su escape antes de que los guardias regresaran a sus puestos, como solían hacer poco después que Kogan abandonaba su habitación.

Logrando saltar la cerca sin ser detectada, Cristal se adentra en un pequeño callejón. Rápidamente, se colocó un suéter y un gorro que no estaban destrozados, esperando que así nadie la reconociera. Con cautela, se dirigió hacia una zona con menos afluencia de personas, buscando llegar a las murallas. Sin embargo, Cristal no sabía que el aroma de su alfa aún impregnaba su piel, y cada vez que pasaba cerca de alguien, estos se volteaban para mirarla.

— ¡Es imposible saltarla! — aseguró, observando la gran altura de las murallas.

Pero sabía que no había margen para la vacilación. Inhaló profundamente y emprendió su escapada hacia la única salida disponible. Aunque le perturbaba tener que pasar por ese lugar, comprendía que era esencial alejarse lo más posible antes de que descubrieran su fuga.

Cristal caminaba con tranquilidad, pero notaba que muchas personas no dejaban de mirarla. Sus nervios aumentaron, creyendo que la habían descubierto, y aceleró el paso hasta llegar a la gran entrada de estilo medieval.

Al pasar junto a uno de los hombres que custodiaban, él comenzó a olfatear el aire a su alrededor. Cristal lo observó durante unos breves segundos, notando su extraño comportamiento. "¿Por qué hacen eso?, ¿Qué tipo de personas son estas?" Pensó en sí misma.

— ¿Luna? —.

Cristal se paralizó al escuchar al hombre pronunciar: Luna. Ese era el nombre con el que todos la llamaban. A pesar del miedo que la invadió, se obligó a mantener la compostura y prosiguió con determinación, actuando como si no fuera la persona a la que se refería.

Roland, quien recorría las murallas, asegurándose de que todos los centinelas estuvieran en sus puestos correctamente ante la inminente llegada de la pareja de su alfa. Giró su rostro hacia la entrada de los dominios al escuchar a uno de los lobos mencionar "luna" y percibió el olor de su alfa cerca. A pesar de que sabía que Kogan estaba en su despacho, se sintió confundido al sentir la presencia de su líder tan cerca de él. Fue entonces cuando la vio.

— ¿Qué hace ella aquí? — se preguntó, sorprendido al ver a la luna salir de la guarida del lobo. "Clair ¿Dejaste salir a la luna?", preguntó al tercer beta a través del enlace.

"No".

"Entonces, ¿por qué nuestra luna está caminando fuera de las murallas?"— pidió saber, creyendo que le habían permitido salir.

"¡No seas idiota! ¡Está escapando!" — respondió Clair con urgencia.

— ¡Vayan tras ella! — gritó Roland inmediatamente al enterarse de que su luna había burlado a dos grupos de centinelas. Cristal no miró atrás al escuchar la alerta de que había sido descubierta.

Adentrándose en el frondoso bosque, comenzó a correr con desesperación. Aunque se movía con agilidad, tenía una desventaja: no conocía este inmenso lugar. Mientras trataba de decidir por dónde debería ir, se sobresaltó al sentir que alguien sujetaba su antebrazo.

— ¡Maldición! — gritó, preguntándose cuándo aquel hombre se había acercado tanto.

Cristal comenzó a moverse, girando alrededor del hombre que la tenía firmemente agarrada. El omega estaba seguro de que no podría escapar, con su mirada fija en ella. No se percató de las intenciones de su luna hasta que ella logró hacerlo estrellarse contra un árbol y soltarla. Sin detenerse, Cristal continuó corriendo, adentrándose aún más en el inmenso bosque. Al mirar hacia atrás, se sorprendió al ver a otro sujeto acercándose a gran velocidad.

— ¡Cómo puede correr tan rápido! — exclamó, asombrada.

Cristal aceleró su paso, vislumbrando un gran trozo de rama caído en el suelo. Se deslizó hacia adelante, procurando ocultar sus intenciones al hombre. Justo cuando el otro omega parecía creer que la tenía atrapada, Cristal alzó la pesada rama, apartándose hábilmente a un lado. El omega chocó contra la rama en su pecho justo cuando intentaba agarrarla. Cristal lo vio caer y no desaprovechó la oportunidad. Se levantó rápidamente y continuó corriendo como nunca antes lo había hecho.

— Bien... los he perdido — dijo Cristal agitada, luego de un par de minutos sin percibir a alguien más persiguiendola.

Ella avanzó con más calma durante varios minutos, siguiendo un sendero con la esperanza de que la llevara a una carretera o alguna zona donde pudiera pedir ayuda. Sin embargo, sus esperanzas se desvanecieron en cuestión de segundos al encontrarse rodeada por un grupo de personas, hombres y mujeres por igual. Con el corazón latiendo con fuerza, Cristal se sintió cansada y acorralada. Había llegado tan lejos solo para encontrarse en esta situación, y comprendió que escapar de ese lugar sería prácticamente imposible. Observó atentamente las posturas de esas personas; sabía que tenían algún tipo de entrenamiento y que debía ser cuidadosa en sus próximos movimientos.

APODERÁNDOME DE MI LUNA HUMANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora