CAPÍTULO 12

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Kogan caminaba por el pasillo, pensando en su pareja. Por primera vez en sus nueve y medios siglos de vida (950 años), había podido dormir sin preocupaciones. Tenerla en la seguridad de su manada y a su lado lo hacía sentir en tranquilidad. Después de pensar durante dos siglos y medios (250 años) que su compañera estaba muerta, en varias ocasiones abrió sus ojos. Debía reunirse con sus betas cada mañana, pero después de pasar la primera noche con su pareja y sentir su aroma que lo tranquilizaba, no deseaba despegarse de ella.

— He traído a mi compañera, quiero que refuercen la seguridad por todo el territorio — declaró apenas llegó a una gran sala de reuniones donde sus betas lo esperaban. — Solo debemos preocuparnos por una frontera, pero la aparición de la luna de esta manada la hace el objetivo principal de nuestros enemigos —.

Al ser Cristal una humana, Kogan la sentía más vulnerable que las parejas de sus hermanos.

La manada "Real Blood" es extremadamente fuerte; sus lobos son más grandes que los de otras manadas. Todos pasan por entrenamiento, incluidos los omegas. Elena, Hashana, Lynn y Selus son las parejas de sus hermanos menores; todas saben cómo defenderse y conocen el riesgo que conlleva ser lunas. Pero su pareja no tiene la más mínima idea del peligro que corría, porque un humano nunca sería rival contra un licántropo. Esa fue una de las razones por las que Kogan dejó de buscar a su pareja; al recorrer su territorio por siglos y no encontrarla, no quería una débil como su luna, y ahora que la tenía, solo pensaba en protegerla.

— ¡Alfa! ¿La luna es una humana? — preguntó Roland, su primer beta.

— ¿Tienes algún problema con que ella sea humana? —.

— No, solo que nunca se ha sabido o escuchado que una humana sea la compañera de un licántropo — recalcó. — Si es tu pareja, la acepto como mi luna, pero ella ¿Sabe lo que somos? —.

Kogan sabía el motivo de su pregunta. Al ser humana, ella no siente esa atracción hacia su compañero. Ellos fueron testigos de cómo Cristal se negó a ir con él y, según las leyes de los licántropos, no lo estaba aceptando como su pareja.

— No tiene conocimiento de nuestra existencia y no sabe de nuestras costumbres — les aclaró mientras seguía indicando las nuevas formaciones de seguridad, cuando alguien entró sin tocar a la puerta.

— ¡Alfa y betas! ¡Vengo a informarles! — habló uno de los centinelas. Rax le gruñó; nadie debía interrumpir su reunión, y menos si se hablaba de la seguridad de la luna.

— ¡Espero que sea importante! — soltó Roland, con mirada asesina.

— ¡Es la mujer! —.

— ¿Qué ocurre con tu luna? — aclaró Kogan molesto golpeando la mesa enfrente de él, su lobo debía dirigirse a su pareja con respeto.

— ¡La luna! — corrigió el centinela de inmediato y con voz de temor. — ¡Sé... se ha ido! —.

Estas palabras llenaron de asombro a Kogan, quien inmediatamente salió corriendo, y sus betas lo siguieron. Roland preguntó cuánto tiempo llevaba de haber salido.

— Cinco minutos — respondió el centinela. — Mi compañero la siguió, se encuentra cerca de las murallas — informó.

Kogan no había dado ninguna orden de no permitirle salir y nunca pensó que su luna se marcharía, apenas tuviera la oportunidad. "Rápido", le gritó Rax desesperado en su cabeza. Estaban como locos, y se calmó al verla a lo lejos, subiendo uno de sus equipajes al maletero de un auto.

Se acercó con su velocidad de licántropo y la sujetaron por uno de sus brazos. Cristal volteó al sentir esa electricidad que siempre golpeaba su piel más fuerte que antes.

APODERÁNDOME DE MI LUNA HUMANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora