Capítulo 39

579 59 5
                                    

1 de agosto de 2024

Me despierto de repente al escuchar el sonido de la puerta de la habitación abrirse y cerrarse con un golpe sordo. El reloj marca las primeras horas de la mañana, apenas comenzando a clarear el día.

Cuando me acostumbro a la oscuridad lo veo tambaleándose ligeramente mientras intenta colgar su camisa en el perchero que hay detrás de la puerta. Su rostro está enrojecido y su aliento huele a alcohol, una clara indicación de que ha estado bebiendo más de la cuenta.

—¿Max? —llamo suavemente.

Él se gira hacia mí con una expresión fría y distante en el rostro, sus ojos vidriosos encontrando los míos con dificultad.

—¿Qué haces despierta a esta hora? —responde con brusquedad, su voz un poco pastosa y arrastrada.

—Me has despertado.

Se acerca a mí tambaleándose un poco, pero cuando está a mi lado, no muestra ninguna señal de afecto. En lugar de eso, se mantiene a cierta distancia, como si no quisiera tocarme.

—Lo siento —murmura, pero su tono no transmite verdadero arrepentimiento, más bien parece estar molesto por haber sido interrumpido.

—¿Cuánto has bebido? 

Me mira con un gesto de irritación, como si no apreciara mi pregunta.

—No mucho —responde evasivamente, desviando la mirada hacia otro lado.

Su respuesta no me tranquiliza en absoluto. Sé que cuando dice "no mucho", podría significar cualquier cosa. Y la idea de que esté llegando a casa tan tarde y en este estado me preocupa enormemente.

—Max, necesitamos hablar.

Él suspira con impaciencia, como si no tuviera tiempo ni energía para esto en este momento.

—No tengo ganas de hablar ahora. Solo déjame en paz —responde bruscamente, antes de girarse y tumbarse a su lado de la cama, alejado de mi.

Se desploma en la cama con un gesto de molestia, ignorándome por completo. La tensión en la habitación es palpable mientras me quedo de pie, sin saber qué hacer ni qué decir.

—Por favor, necesitamos hablar de esto —insisto.

El se gira hacia mí con una mirada fría, sus ojos oscurecidos por la irritación y el alcohol.

—¿Qué es lo que quieres hablar?—–pregunta con brusquedad, su tono lleno de sarcasmo—. ¿Quieres regañarme por llegar tarde? ¿O tal vez quieras ser mi madre y decirme cómo debo comportarme?

Sus palabras son como un puñal en el corazón, haciéndome retroceder un paso como si me hubieran golpeado físicamente.

—No se trata de eso. Solo me preocupo por ti.

Él rueda los ojos con exasperación, como si mi preocupación fuera una molestia para él.

—Pues no necesito tu preocupación, ¿vale? —gruñe—. No eres mi madre ni mi niñera. Déjame en paz y déjame dormir.

VICTORIA - MAX VERSTAPPENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora