9.Rebekah

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Estuvo un rato afuera de la bodega pensando en todo lo que había pasado con Katherine; cuando estuvo a punto de entrar vio como la puerta se abría dando paso a Stefan, con Klaus y su hermana detrás de él.

—al fin decidiste aparecer amor— Klaus se acercó y la tomo de la mano para dirigirse a la camioneta —tu y yo tenemos que hablar

Stefan y Rebekah se quedaron detrás pues no querían interrumpir su conversación.

—¿dónde estabas?— se colocaron a un lado de la puerta del copiloto —volvimos a la camioneta y no estabas. Mande a buscarte, pero nadie saber donde estabas.

—lamento haberme ido así, pero tenía hambre— ambos se encontraban hablando con una gran cercanía que no parecía molestar a ninguno —sabes que cuando tengo hambre lo demás no importa

—solo avisa la próxima vez, para eso te compre el teléfono

—lo hare

Después de esa platica los cuatro se dirigieron a una tienda para que la rubia pudiera comprar ropa más acorde a la época.

Stefan se encontraba aburrido sentado en un sillón de una tienda de ropa con Klaus a su lado sentado en un sillón de diferente color, pero con Harriet en sus piernas <lo cual no le gusto para nada al Salvatore>.

Lo bueno era que les ofrecieron champaña la cual aceptaron gustosos los dos hombres pues eso hacia más amena la espera.

—ya te puedes ir, gracias— las palabras de la Forbes fueron dirigidas a una de las trabajadoras del lugar que relleno la copa de Niklaus.

—los celos te sientan muy bien amor— la Forbes ignoro su comentario.

—creo que a este vestido le falta una parte— Rebekah salió del vestidor mostrando un hermoso vestido negro.

—pues no— respondió Klaus.

—¿entonces las chicas del siglo XXI se visten como prostitutas?— Stefan observo que la rubia se veía hermosa con esa ropa —me miraban feo cuando usaba pantalones

—Tú los usaste para que en la actualidad no usaran nada— habló el hibrido.

—¿y esta horrible música? suena como un accidente de tranvía

—es música dance— esta vez hablo Harriet pues había notado que tanto el vampiro como el hibrido estaban hartos de estar en la tienda

—¿y bailan con ella?

—si

Klaus interrumpió la conversación de las dos chicas—¿terminaron?

—¿y porque estas tan gruñón?

—necesitaba algo tuyo para que mi bruja supiera por qué mis híbridos mueren. Una cosa tu colla y tu lo perdiste.

—No lo perdí, solo no aparece desde hace 90 años— la rubia cambio de tema dirigiendo sus palabras esta vez a Stefan —¿qué te parece?

—me gusta— por la cara de la rubia Harriet supo que no se creyó la mentira del castaño —dije que me gusta

—yo sé cuándo mientes, Stefan— con esas últimas palabras la original volvió a entrar al vestidor.

—eso, buen trabajo— le dijo Klaus.

—tú le sacaste la daga del pecho

—oí eso— dijo la Mikaelson desde el vestidor.

Harriet se paró en busca de un conjunto que vio cuando entraron, que pensó le quedaría bien a la rubia. No tardó mucho en encontrarlo por lo que camino hacia el vestidor donde aun se encontraba la vampira.

Lirios rojos (Klaus Mikaelson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora