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Después de haber llorado como recién nacida, Alex cayó rendida en los brazos de Enzo, quien sin mucho esfuerzo la cargo a ella y a su hijo, que quedó atrapado en los brazos de su madre, hasta el auto donde lo esperaba su suegro.
Y al llegar a la mansión fue guiado a la habitación de la chica donde la dejo acostada en la cama junto a su hijo y antes de acostarse también el, le quitó los zapatos a ambos, permitiéndoles dormir con más comodidad.
Mientras Alex e Isaac dormían, Enzo los admiraba como si fuera lo más bonito, aunque ciertamente, para él, su familia siempre seria lo más bonito del mundo.
Al cabo de varias horas la castaña se despertó e intento levantarse pero un peso extra la detuvo y cuando miro hacia abajo se encontró con un pequeño niño aferrada a ella, lo que la hizo sonreír.
En la habitación se encontraban solo ellos dos, Alex iba a aprovechar y volver a dormir, pero una risa muy conocida para ella resonó hasta su habitación, por lo que le gano la curiosidad y decidio bajar a ver que sucedía.
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Enzo no podia dormir, por lo que simplemente se quedó despierto mirando a su novia dormir tranquilamente abrazada de su más grande amor, su único hijo, el pequeño Isaac, que dormia exactamente igual que su madre.
El sonido de la puerta abriéndose desconcentro al chico que giró en su dirección encontrándose con un rubio que le hacía señas de salir afuera y con muchos nervios acato la orden de su suegro.
—Lamento haberte hecho venir así de la nada —Hablo primero el hombre mayor con una sonrisa apenada, desde la perspectiva de Enzo, los genes Bianchi eran demasiado poderosos —Me presento, soy William Bianchi, el padre de Alex y no te preocupes, ya se quien eres, ella habla mucho de ti.
—Espero que cosas buenas.
—¡Oh si! Lo primero que me contó es que eres un maravilloso hombre y le creo, no cualquiera aguanta a una mujer que desaparece dos veces, eso lo admiro mucho —Dijo el hombre con una sonrisa parecida a la de su Juli.
