Prólogo

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Teníamos apenas 12 años cuando fuimos un poco conscientes de que algo pasaba con nosotros, y ese algo era que empezábamos a sentir algo por el otro, y con decir algo, me refiero a algo más que fraternal. Tenía 12 años apenas cuando conocí los celos y que cada vez que Bill estaba un poco lejos de mí o cuando prefería estar solo a que conmigo, conocí la verdadera soledad, esa que duele porque te falta algo. Alguien.

Doce años, él se me hacía cada vez más tierno, más inocente, más dulce y por supuesto, más guapo, pero esto último no aprendí a aceptarlo hasta que regresó de España.

Para entonces yo me había alejado, era claro que algo estaba pasándome, cada vez que lo veía mi cuerpo reaccionaba de una forma extraña, tenía que actuar antes de que se convirtiera en algo grave. Fue entonces cuando decidí alejarme, preferí mostrarme frío, distante, y hacía todo lo posible por alejarlo con mi actitud, fue entonces cuando tuve sexo por primera vez. La chica en cuestión, ya contaba con 13 años, y senos de 16. Todos en la escuela no podían creer que yo me la había tirado, pero naturalmente, nadie conocía el verdadero trasfondo de mi decisión.

Lo único que pensaba en ese momento era una cosa: Tenía que enamorarme de alguna chica. Incluso, cabía la opción de distraerme con alguna que quisiera divertirse conmigo por algunas ocasiones, mientras que en el fondo, deseaba que Bill se mantuviera así, inocente y dulce por el resto de su vida.
Claramente no funcionó, nada fue suficiente porque un par de años más tarde, él se fue, se había ido a España y ni siquiera me lo comunicó, para ser honesto, creo que fue la mejor decisión que pudo haber tomado y es que, básicamente me había enojado por eso mismo, de haberlo dicho, de haberse despedido, creo que no lo hubiera dejado irse. La soledad que experimenté durante todo ese tiempo en su ausencia, fue la peor e iba creciendo gradualmente conforme pasaba cada maldito día. Mi única salida era no llegar a casa. Y así me metí en muchos problemas, me convertí en el ‘dealer’ del bar donde trabajaba para mantener mi mente ocupada, pues ni siquiera tenía la necesidad de trabajar. Me metía casi a diario con Ally, la chica del bar con la que trabajaba, en fin. El vender drogas resultó ser esa dosis de adrenalina que a veces necesitamos para sentirnos vivos porque lo demás, me estaba ahogando, cada vez al entrar a mi propia habitación, era como sentir sus brazos jalándome a la profundidad de un pozo oscuro.

Para nuestra madre, ella resulta ser el propio villano de su propia pesadilla, el que nosotros estemos juntos sólo significa una cosa, su culpa.

Cuando llegó de España, sabía a la perfección que nada había servido, ni mi indiferencia, ni su huída. Ya nada era opción para nosotros, era caso perdido, sólo había una salida. Dejarnos llevar por la marea y mantenernos unidos, juntos, porque pronto iba a subir y nos arrastraría con odio. Y sí, mi mamá fue esa marea alta que no dejaba por ningún motivo que estuviéramos juntos. Gracias a Gordon, nuestro padrastro, hoy compartimos una vida en pareja, lejos de Alemania, aquí en España nadie sabe que somos hermanos, nadie sabe de nuestro pasado y nadie lo sabrá.

Varios autores definen el incesto entre gemelos como una falta de figuras paternas, claro, los gemelos sólo se tienen entre sí; bueno, mi mamá sí nos dejaba solos, ella tenía que sacarnos adelante y nadie podía hacerse cargo de nosotros mientras ella no estaba, papá nos había abandonado, y no hablemos de él ahora porque la última vez que lo vi bien pude haberle pegado una ostia bien puesta. Sin embargo, Bill no lo hubiera permitido. En fin, abuelos no teníamos, y las únicas dos amigas de mamá tenían sus propias vidas y preocupaciones. Así que siempre fuimos nosotros dos. Ella misma se culpó en una carta, dejándonos una pregunta al final de esta. ¿Están listos para dejar esto atrás y perdonadme? Nuestra respuesta sólo fue una. Romper aquella carta y hacer el amor sobre cada uno de esos pedazos.

En cuanto llegamos aquí, nos presentamos a la gente como una pareja gay solamente, que hablando de eso, aún no sé si soy cien por ciento gay, es decir, no he encontrado otro chico que me guste, y espero no encontrarlo porque quiero que Bill sea el único en mi vida. Gordon nos ayudó con la mudanza, el plan desde Alemania, y por si fuera poco, a cambiarme el apellido. Ahora sólo era Thomas Trümper, su apellido de él, mientras que Bill conserva el Kaulitz de mamá, aunque estaba decidido a no llamarla «mamá» otra vez. Había hablado con él mil veces acerca del mismo tema, pero Bill se mantenía firme con cada uno de mis argumentos a favor de nuestra progenitora.

En cuanto a nuestra nueva vida en España, con 22 años, a un año de nuestra llegada, todo iba viento en popa. Ambos trabajamos en una tienda de ropa, no es suficiente nuestras pagas, pero tampoco sufrimos, estamos en nuestro último año en el conservatorio y seguimos dispuestos a terminar nuestros ramos, yo productor musical y Bill, autoría y canto.

Ahora él tiene un estilo diferente al de Alemania, su mohicano lo hace ver un tanto más masculino, ya me acostumbré, y es que a decir verdad, su cabello largo me hacía querer mojarme los labios cada vez que lo veía, entre otras cosas; yo seguía con las trenzas, me gustan, me siento cómodo y ahorro demasiado tiempo para arreglarme.

En cuanto a lo sexual, su cuerpo me pertenecía cada noche y al despertar, justo como lo habíamos soñado desde el primer momento en que hicimos el amor. La forma en la que despierta, el contacto físico que mantenemos, sus caricias, sus sonrisas al verme, lo tersa que es su piel, cada detalle de él me vuelve loco, sin contar que a pesar de todo, sigue teniendo esa imagen tierna, ese semblante inocente y cada día me hallo completamente rendido a sus pies.
Cada momento es perfecto si está a mi lado.

No me imagino una vida sin él.

In die Nacht - Recuperándote [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora