Han pasado dos semanas de la última despedida de Scotty, y Tom aún llora queriendo que no me de cuenta, sin embargo lo escucho llorar en ocasiones, y a veces lo descubro mirando fotografías, cuando eso pasa, me retiro y lo dejo ser, lo dejo estar.
—Corazón —llama mi atención entrando a la sala, desde el sillón volteo a verlo y me hace soltar un suspiro porque está vestido con una playera blanca, mangas largas, unos pantalones de mezclilla y botas cafés, sus trenzas parecen estar limpias, secas con cuidado y lo conozco, sé que acaba de tomarse el tiempo para volver a meter, con ayuda de un ganchillo, los pelitos que se salen con el tiempo.
—Díos, mío.
—¿Qué?
—Te ves realmente guapo.
—No, de los dos tú eres el más guapo —concluye porque no pienso refutar su idea, mientras se acerca para besarme.
—¿Qué ibas a decirme? —pregunto cuando se sienta a mi lado.
—Ese día ya no te invité a cenar. ¿Te parece si salimos a comer?
—¿Seguro? No es necesario salir si no te sientes con ánimos.
—Ya pasaron dos semanas, y sé que se la está pasando muy bien.
—Bien, entonces vamos, te acepto esa invitación.
Él ya estaba completamente preparado, en cambio yo, decido cambiarme la camiseta, una playera de algodón por una más larga pero sin mangas, aprovechando que afuera hay un sol radiante. Me pongo todos mis accesorios, mis cadenas, dijes, pulseras y dos anillos en la mano derecha. Así salgo a la sala, ahora él está sorprendido.
—Listo, amor.
—¿Lo ves? —dice levantándose del sofá y acercándose a mí—. Me ganas, por mucho.
Me toma de la cintura y me acerca a él, sus labios se posan en los míos y un beso tierno se convierte fácilmente en uno arrebatador. Sin embargo, los dos sabemos que hay una opción a elegir. Cama, o comida.
—Comida —decimos al unísono, separándonos, riéndonos, besándonos otra vez y saliendo del departamento.
Subimos al auto y como siempre, Tom al volante y yo a su lado, arranca, y va posando de forma alterna su mano en la palanca y mi pierna.
—¿A dónde vas a llevarme?
—Hay un restaurante que me recomendó Alicia.
Alicia es una de sus compañeras en la carrera, la adoro, tiene una sonrisa muy bonita, ella es bonita, y es dulce, amable con la gente y adoro su cabello azul.
—Dice que la comida está deliciosa y que el lugar es increíble. Y dijo: «Deberías llevar a Bill para una ocasión especial».
—¿Esta es una ocasión especial?
—Bueno, quiero hablarte de algo.
—No me asustes.
—No, no quiero asustarte.
—Bien.
Llegamos y en efecto, el lugar no sólo es increíble, sino que es hermoso, al menos la fachada es hermosa, muros que simulan madera, el tejado parece ser alto desde afuera y, unas palmeras custodian la entrada. Simplemente parece sacado de un sueño de verano.
—Joder, no es necesario esto, Tom.
—Bill, te mereces una comida tan siquiera en este lugar, anda.
Baja del auto y un chico de más o menos 18 años, le estira la mano para que Tom le entregue las llaves.
—Buenas tardes, bienvenidos al St. Regis. ¿Tienen reservación?