Despierto con casi todo su cuerpo encima del mío como siempre. Anoche lo tuve que traer en brazos porque se durmió en el sofá cuando apenas comenzaba «Yo Robot», no sé por qué no le gusta.
Me quedo admirando su rostro en mi pecho, el fino brazo que descansa alrededor de mi abdomen, con mi brazo libre siento su pierna bajo las mantas, la tiene sobre las mías, un tanto más y se parece a un Koala. Nunca lo despierto, sólo cuando estoy al borde de orinar, pero no es el caso, mejor dejo que siga durmiendo hasta que despierte por sí solo. Por lo mientras, enciendo la televisión para ver si hay alguna película o un programa o algo, la dejo en un volumen muy bajo en el canal de música.
Después de unos segundos se remueve, ya está despertando. No le hablo hasta que tenga los ojos bien abiertos. Poco a poco va despertando y va quitando su brazo y su pierna de encima de mí, se recuesta en su lugar, estira sus brazos, bosteza, talla sus ojos y se vuelve a mí.
—Buenos días.
—Buenos días.
—No recuerdo haber dormido aquí.
—Siempre te quedas dormido, te traje.
—Lo siento, es que eres muy cómodo –besa desde mi frente hasta llegar a mi cuello y se queda nuevamente recostado con su cabeza sobre mi brazo, mientras con una de sus manos acaricia mi pecho—. ¿Te he dicho que me encanta tu aroma en la mañana?
No contesto ni agrego nada porque no sé qué decir. Sólo puedo sacar una risita, adoro cuando se pone tierno, y también cuando se pone en modo travieso. No hago nada más que besar su cabeza y él en reacción, besa mi boca.
—Bill, —detengo un beso tierno, no de los profundos—, quiero ir con Susana. —Acaricio su cabello.
—Sí, vamos. Mientras te duchas yo preparo el desayuno.
—No, te invito a desayunar.
—Hay que ahorrar, Tom. Podemos desayunar aquí, no hay problema.
—Tengo algo guardado.
—Bien, pero ¿y si entonces mejor te pido que me invites a cenar? —pide sonriendo y no me deja salida.
—Soy tu esclavo.
Entro a la ducha y luego de unos minutos, salgo con la toalla en la cintura. Me visto rápidamente y voy a la sala. No hay nadie, sólo la pantalla encendida, mostrando las noticias de algún país que no es Alemania, ni España. Busco con la mirada a Bill y está en la cocina, con la vista enfocada en la noticia.
—¿Qué pasa, amor? ¿Todo bien? —pregunto cuando noto que más que ver la noticia, está perdido.
—Van a encontrarnos.
—¿Quién? ¿De quién hablas?
—Van a encontrarnos, Tom, van a venir por nosotros.
—Amor, tranquilo. ¿De quién hablas?
—Las personas personas de Alemania, las drogas. Sabrán que estamos aquí.
—Bill, tranquilízate, nadie va a encontrarnos.
—¿Cómo sabes eso? No sabes, no puedes decir algo así porque no sabes todo lo que puedan llegar a hacer.
—Bien, sí no sé, pero tampoco sirve de nada que estés pensando en eso. Mejor tranquilízate y te voy a pedir que no veas las noticias.
—¿Entonces te puedo pedir algo yo a cambio?
—Eres de lo peor, Bill Kaulitz. Dime, qué quieres.
—Quiero que llegues temprano, no me gusta cuando son las 12 y no has llegado.