Salimos en el auto al parque más cercano del departamento pues está a unas cuantas calles, decidimos llevar una manta, y le pido a Tom que llevemos un libro. Nuestro favorito en este caso. Lo tomo de la mano, y lo llevo conmigo, bueno, para ser honesto lo arrastro conmigo hasta un árbol grande y de tronco muy grueso, aún así, sigue con una cara de pocos amigos.
—¿No quieres estar aquí? —pregunto al ver cuidadosamente su rostro.
—Sí, sólo que no entiendo.
—¿Qué no entiendes?
—Te acabo de decir que Frank está buscándome y tú estás tan... No te veo ni siquiera un poco preocupado.
—Lo estoy, tengo miedo, estoy un poco aterrado.
—¿Un poco?
—Estoy contigo, Tom. Podemos solucionarlo juntos, y si llegase a encontrarte, creo que yo podría hacer cualquier cosa por verte otra vez.
—No hables así.
—Tenemos que hablar de estas cosas, ¿no?
—Sí —sonríe.
—Siéntate aquí —le pido palpando un lugar en el pasto junto a mí.
—Hubiéramos traído comida.
Los dos, con la espalda en el tronco, vemos a la gente pasar, corriendo en medio de un ejercicio matutino, con sus perros y niños tanto pequeños como de edades entre los 10 y 13 años. Y es que del otro lado del parque, hay un estanque hermoso, con el agua tan clara que se antoja meterse, sin embargo nosotros estamos bien aquí y ahora.
Muy bien.
—¿Quieres que te lea algo?
—Por favor, amor.
Tom abre el libro y se detiene en la mejor escena.
—«Y cuando la luna brillaba alta en los cielos, el ruiseñor voló hacia el rosal apoyando fuertemente su pecho contra la espina. Cantó durante toda la noche con el pecho oprimido sobre la espina; y la luna gélida, como hecha de cristal, se inclinaba hacia la tierra para escucharle.»
—Amo, amo y me entristece tanto este cuento.
—¿Sigo?
—Espera.
Me acomodo sobre sus piernas y pronto estoy viendo el cielo azul, las ramas y hojas de nuestro árbol, y me siento como si Frank no pudiera terminar con este hermoso sueño nunca y de ninguna forma.
—¿Cómodo? —pregunta.
—Estoy increíblemente feliz.
—Bill, te prometo cuidarte.
—Sé que lo harás.
Sella eso con un beso, casi al estilo de Mary Jane y El hombre Araña y me siento de pronto en un sueño.
—«... Así pues, regresó a su cuarto, y tomando en sus manos un gran libro polvoriento, comenzó a leer. Fin».
—Es una perra.
—Bill —me reprende.
—De cualquier forma, es una perra.
—¿Qué diablos?
De repente se remueve haciéndome levantar de su regazo, él se levanta del suelo y es cuando caigo en cuenta que una camioneta roja se detiene de a poco, para dejar salir de su interior un pequeño bulldog inglés, me levanto tan repentinamente que me produce un mareo. Veo a Tom queriendo alcanzar la camioneta que se ha puesto en marcha nuevamente, alcanza a pegarles en el vidrio de las ventana del copiloto, pero no se detienen, siguen su marcha y el pequeño bulldog café con blanco, ha quedado abandonado.