Los dos empezamos a vestirnos, tenía el tiempo justo para salir de la universidad y encaminarme a la plaza, tenía un margen de diez minutos perfectos. Esa tranquilidad de que el tiempo estaba bien, fue en deceso cuando iba escuchando a Bill, quien estaba poniéndose la playera.
—Llévame contigo.
Me quedé mudo tratando de aceptar lo que había dicho, es decir, lo escuché bien, entendí cada una de ese par de palabras, fue fuerte y claro, sin embargo, ninguna tenía sentido.
—Estás loco —dije después de un momento en silencio total—. ¿Qué te hace pensar que te voy a poner en más peligro del que ya te metí?
—Sólo llévame.
—¿Para qué?
—Quiero ver que estés bien.
—Voy a estar bien —contesto un poco cansado ya del tema—, no me va a pasar nada, tranquilízate. En cuanto llegue con la gente de Frank te mandaré un mensaje, supongo que me quitarán todo, así que te mandaré otro mensaje hasta que venga en camino.
—Quiero ir.
—Olvídalo.
—Tom.
—¡Olvídalo! —En este punto ya me encontraba en mi límite—. Perdóname.
Él se sienta en una butaca, lo veo tan desesperado como yo ahora, tratando de mantener su propia calma. Lleva sus manos hasta su cara, y lo escucho soltar un resoplido.
—El peor día de mi vida no fue cuando mamá nos encontró. Fue cuando te molieron a golpes. Sentí que te perdía para siempre. Y no quiero volver a sentir esa mierda.
—El peor día de mi vida fue cuando llegué a casa y no estabas.
—¿Me estás diciendo que estamos a mano?
—No —respondo poniéndome a su altura aún sentado en la butaca—, lo que quiero decir es que haré lo que sea para que esta gente nos deje en paz, y que aunque no se parezca en nada lo que sentiste con lo que yo sentí, puedo entenderte. Y quiero que entiendas lo siguiente, no voy a arriesgarte más, no irás conmigo ni escondido en el maletero. ¿Entendiste?
—No me hables así.
Entiendo a qué se refirió, mi tono había cambiado con la última pregunta, haciéndome sonar más estúpido, como si estuviera hablándole a un niño que no entiende a la primera.
—Agarra tus cosas y vámonos, voy a dejarte en la tienda y de ahí me iré. Luego ve por Pumba y quédate en la casa. No vas a salir para nada, no quiero que salgas ni por leche. ¿De acuerdo?
Ambos salimos del salón y del edificio tomados de la mano, vamos hasta el coche que él ha estacionado en el aparcadero de siempre. Subo al volante y él a mi lado, salimos a toda prisa. El camino estuvo como ninguno otro, el silencio reinó y cuando quise prender el radio él me detuvo. No dije nada, unos segundos después, él prende el radio y busca una estación en específico, terminan los anuncios, que no fueron muchos, y empieza a sonar Dream On. Él empieza a cantar y yo sonrío. Debo decir que siempre me ha encantado su energía, es mi hermano, tengo miles de razones que me hacen adorarlo, pero cuando estamos escuchando Aerosmith, su mundo deja de existir y es él en un concierto contra el mundo. Los agudos de Steven Tyler los alcanza sin problema, y ya no me impresiona, sé que puede alcanzar las notas altas de un manera olímpica, así que sólo me dejo llevar por su show, sonrío y no me queda otra opción que hacerle segunda.
Llegamos a la tienda y apaga la radio.
—Llévate el auto.
—No, irás por Pumba y no quiero que vayas al departamento caminando.