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La tarde de sábado es hermosa, aquí en España es más frecuente un día soleado que uno nublado como en Alemania, aún así, tenemos la costumbre de quedarnos en el departamento y ver una película juntos. Hoy, «Así en la tierra como en el infierno». La película está en pausa mientras Bill termina de hacer las palomitas, en cuanto noto algo extraño en Scotty.

—Bill —atraigo su atención desde la sala.

—¿Qué? —pregunta saliendo de la cocina con un tazón de papitas.

—Scotty está raro —observo.

—¿Qué tiene?

—No sé, desde la mañana está ahí.

Se sienta a mi lado y concentra su mirada en Scotty. Baja hasta su altura y lo acaricia dulcemente. Este se halla echado entre los dos sofás, en un tapete que Bill compró en una venta de garage.

—Ánimo, amigo. Hay que llevarlo con Susana.

Susana es la veterinaria oficial de Scotty, desde nuestra llegada la contactamos gracias a que vimos su consultorio de camino del aeropuerto. Desde entonces, Scotty quedó enamorado de ella, ni siquiera nos cuesta hacer que entre al consultorio, mucho menos que le ponga sus vacunas.

Cancelamos el plan de la película y llevamos a Scotty con Susanna. Ahora tenemos un Audi viejo, no lo menosprecio pero, fue difícil comprarlo y saber que jamás iba a volver a conducir mi Cadillac Escalade. Bill va detrás del volante esta vez mientras que yo subo a su lado con Scotty en brazos. Me rehúso a darlo por muerto, pero una cosa era sencillamente cierta, mi perro, mi mejor amigo, mi compañero y el miembro más importante de nuestra pequeña familia, tenía ya conmigo cerca de 10 años.

—Hola, chicos, pasen por favor.

Susana nos hace pasar a la sala de chequeo, y nos hace salir casi de inmediato. Nosotros nos sentamos en la sala de espera, una sala llena de stickers de huellitas en las baldosas y alas en las paredes. Siento su mano acariciar mi espalda, al tiempo que, con tristeza, rememoro todas las aventuras que viví con él. Y nunca voy a olvidar el primer día con él, tratando de apaciguar mi oscura etapa sin Bill.

—Él estuvo siempre ahí, conmigo.

—Lo sé, amor.

—Siempre, hasta cuando lo hacíamos en la camioneta.

—Lo sé, yo lo llevaba.

—Y luego cuando te conoció, se enamoró de ti también.

Podía escuchar su risa ahogada, y mis ojos se convencen de que no son lágrimas las que quieren salir de ellos.

—Tom —Sale Susana con semblante serio, pocas veces usa ese tono—, vengan mañana, lo tendré bajo observación por las próximas horas.

—¿Cuáles son las estadísticas? —pregunta Bill con toda la entereza que a mí me hace falta.

—Es posible que se trate de una baja en sus defensas, ya está viejo. Pero no quiero adelantarme. Mientras esté aquí haré todos los estudios, no es necesario que se queden. Cualquier cosa yo me comunico con ustedes.

—¿Puedo...?

—Claro.

Entro a donde Susana lo ha dejado, está sobre una camilla, se ve cansado, como si no hubiera dormido en meses.

—Escucha, viejo, aún no me despediré, mañana vendré y estarás mejor, ¿bien? Te quiero, amigo. —Dejo un beso sobre la cabeza de Scotty, y le doy la última caricia del día.

Salgo y encuentro a Bill sentado, con el celular pegado en la oreja. Lo veo sonreír, hablar, sonreír de nuevo y hablar otra vez. Me pregunto quién podrá ser. Me acerco lentamente sintiendo algo en el pecho, además de preguntarme quién será la persona al otro lado de la línea, me pregunto también si he sido capaz de hacerle sonreír así, y si es esto lo que muchos llaman celos, pues no estoy seguro si es lo mismo que sentí cuando lo ví con Kris, el día de nuestro cumpleaños, cuando él lo besó y Bill no se rehusó.

In die Nacht - Recuperándote [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora