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No contesto la llamada, dejo la llamada seguir y noto que Bill se ha dado cuenta. Cierro de un portazo y corro a la entrada del consultorio.

—¡Susana! —grito para llamar su atención, pero ella no está, al menos no logro verla—. ¡Soy yo! ¡Susana! He llegado.

—Tom. —Bill llega a mis espaldas.

De pronto Susana sale de una área apartada, y extiende su brazo para que yo llegue a ella. Así que voy con paso lento, tratando de poner en mi mente esas palabras que sé que dirá, siento entonces la mano de Bill en la mía.

—¿Qué pasa? —pregunto cuando estoy frente a ella. Las lágrimas ya están corriendo por mis mejillas. Necesito que ella me diga lo que yo ya sé, de ser otra persona no lo creería.

—Estaba estable hace un momento, sin embargo... Ve a despedirte. Hablaremos con más calma después.

Volteo a ver a Bill, él no dice nada, sólo necesito una mirada para saber lo que quiere que haga, con una sola y simple mirada, pero no quiero ir solo.

—Ven conmigo —le pido.

Sue nos conduce hasta donde está Scotty, y entonces se me parte el corazón. Él está acostado en una mesa metálica, sobre una frazada que parece calentita y, en cuanto me ve, veo su cola moverse, ahora con dificultad.

—Los dejaré un momento a solas.

Sue sale del consultorio, dejándonos solos con Scotty. Yo me acerco con un paso lento, con miedo de que pronto cierre sus ojos y no sé qué hacer, y todas las palabras que quisiera decirle, aparecen formadas una tras otra en mi garganta.

—Ya llegué, ya estoy aquí, viejo. También vino Bill, aquí estamos los dos. Aquí estamos. Scotty, fuiste y serás un gran amigo y ten por seguro que nunca te olvidaremos. ¿De acuerdo?

—Gracias por apoyarnos siempre, Scotty —escucho a Bill.

—Cierto, nos apoyaste demasiado, sabes lo que somos y aún así no te comiste a ninguno de los dos. —Su cola se agita un poco más.

—¿Te acuerdas cuando nos vio hacerlo?

—Y como olvidarlo, cuando te pillamos te tapaste los ojos con las patas —ambos empezamos a reír por ese recuerdo y Scotty, responde con un aullido casi inaudible y ahogado.

—Cuando Simone te corrió, la semana que estuviste con Georg también le ladraba a ella, siempre le ladró.

—¿Es cierto eso, Scotty?

—Sabías exactamente lo que ocurría, muchacho. Nunca vas a dejar de estar con nosotros, en nuestros corazones y en nuestra mente —acaricia su cabeza.

—Gracias por todo, viejo. Estuviste conmigo mucho tiempo, con nosotros, un rato más, y entiendo que estés cansado, así que puedes irte, yo estaré bien, te voy a extrañar como tienes una fucking idea, pero estaré bien después de todo porque sé que estarás descansando. Así que cuando quieras marcharte, hazlo, tómate tu tiempo, amigo, yo estaré aquí y no te dejaré solo.

—Estaremos aquí los dos.

—Sí, siempre.

Volvió a aullar igual, me levanta su otra pata y la tomo, ahora los tres estamos calmados, en silencio y a esperar.

Sólo bastaron segundos, ni siquiera fue un minuto completo para que empezara a cerrar sus ojos lentamente. Así como su respiración fue disminuyendo gradualmente.

—Adiós —digo mientras las lágrimas salen de mis ojos como si no hubiera nada que pueda detenerme.

Bill sólo coloca su mano sobre las mías, mismas que sostienen la pata de Scotty. No iba a soltarlo. Y Bill también respeta mi tiempo. Hasta que le hago una señal, es para que Susana entre y podamos continuar.

In die Nacht - Recuperándote [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora