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Teníamos todo listo para partir, una vez más, ya habíamos hablado con Linda y las chicas de la tienda, con Susana para que, por favor, cuidara de Pumba otros días, y por supuesto, con Gustav y Victoria, a quienes les habíamos dejado su propio arreglo musical, en conjunto con la voz de Bill. Habíamos hablado con todos los profesores para pedir prórrogas, quienes nos dieron un mes exactamente. Un mes, era suficiente, aunque si de algún modo para Frank no fuera suficiente, perderíamos derecho a graduarnos por aquel protocolo y tendríamos que empezar desde cero con otro proyecto.

Llegamos a París en la noche, afuera del aeropuerto esperaba por nosotros un hombre de tal vez cincuenta años, en un Mercedes plateado. Caminaba de la mano de Bill y él nos detuvo en cuanto nos miró.

—¿Señor Trümper? —me preguntó, instintivamente nos soltamos.

—Sí —respondí nervioso.

—Trabajo para el señor Frank y me ha pedido llevarlos hasta la dirección donde se quedarán. ¿Gustan abordar?

Así lo hicimos, por una vez más, decidí confiar en Frank.

El viaje fue largo, dejamos atrás la ciudad, el hombre al volante no habló durante todo el camino, parecía más serio de lo que debía porque claro, solo estaba haciendo un trabajo.

—Creí que nos quedaríamos en un hotel —dije por fin, atrayendo la atención del hombre.

—No se preocupe, los estoy llevando a una casa que le pertenece al señor Frank, no generarán ningún costo, la casa no está ocupada pero está lista para recibirlos.

—¿Por cuánto tiempo le ha trabajado a Frank?

—Disculpe, pero tengo prohibido hablar de cosas personales. Puedo responder a cualquier duda que tenga sobre el lugar donde estamos y sobre la casa a la que los dirijo.

—Entiendo.

Entonces Bill tomó mi mano, lo miré, y sólo así, supe que tenía que detenerme. Entonces volví a recordar todo, Bill había sido agredido, y eso era suficiente para hacerme hervir la sangre.

No pude detener una lágrima, él lo notó, y la secó con su pulgar. Posó su cabeza en mi hombro, y la noche cayó sobre la carretera.

~*~

Desperté porque el auto hizo su característico ruido al ser apagado, Bill aún dormía en mi hombro, lo desperté con una caricia en su mejilla y un beso en su coronilla.

—Hemos llegado, señor.

—No me diga señor, por favor, me hace sentir tan viejo y estoy a punto de cumplir veintitrés años.

—Oh, disculpe, siempre trato así a los amigos del señor Frank.

—¿Amigos de Frank? —preguntó Bill en esta ocasión, con una voz adormilada.

—Bueno, se les considera amigos a quienes les deposita la confianza para estar en esta casa. Voy a que nos abran la puerta, no tardo.

—Dijo que estaba desocupada.

—Ah, sí, así es. Sólo está el cuidador y olvida que debe estar al pendiente de su celular, no ha revisado los mensajes que le he enviado —dijo con una sonrisa en los labios, y ciertamente me pareció un gesto tierno, como cuando descubro a Bill haciendo exactamente lo contrario de lo que le digo o le pido que haga—. Aguarden aquí, por favor.

Bill y yo miramos a través de la ventana del auto, el chofer se acercó a la puerta, subiendo unos peldaños sin dificultad para su edad. Tampoco es que se viera viejo, tal vez era la barba, pero su piel ya tenía arrugas suficientes para pensar en tal vez más de cincuenta años. Cuando escuchamos que tocó el timbre, Bill se volteó hacia mí.

In die Nacht - Recuperándote [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora