17

75 15 1
                                    

Dos semanas pasaron para que el profesor Montenegro me comunicara que habían aprobado Heilig, sin embargo, por ser una banda española, tenían que traducirla, y que quizás, sólo usarían una partr original de la letra completa. Aun así, lo tomé como una oportunidad, pues les había gustado algo que yo había escrito hace más de cuatro años.

Cuando se lo dije a Tom me felicitó y abrimos una cerveza, aunque para ser honesto, pensé que estábamos celebrando de más, hasta que obviamente, todo terminó con ambos desnudos, en esta ocasión en la cocina, dándole la espalda a él y sosteniéndome en la encimera.

Tres semanas. Han pasado tres semanas y lo que nos falta vender son los estimulantes, no quedan muchos, pero sí las suficientes para preocuparnos de que a Frank le moleste ese hecho. La cocaína y la mariguana y las demás pastillas fueron fáciles, el antro al que Tom y Luca iban cada noche de jueves a domingo, era un centro de distribución excelente, al que por obvias razones yo no iba. En lugar de acompañarlos, me quedaba en el departamento.

Pumba progresaba día a día, al menos no enfermaba, y las señales de un abandono que tenía, ya se habían ido. Cada una de esas noches, Pumba y yo esperábamos a Tom, ansiosos porque no le pase nada, ni a él ni a Luca.

Faltaba una semana para que se terminara el lapso que le dieron a Tom y aún no sabíamos qué hacer con el resto de estimulantes, y siendo sincero, yo aún estaba consciente de que la única manera de venderlas, era con mi táctica.

Hoy es jueves, y es el último fin de semana, la última oportunidad de venderlas. Después de este último domingo, no había manera de venderlas bajo ninguna situación.

—Tom, ¿podemos hablar? —Entro a la bodega, donde él acomodando las últimas cajas que llegaron ayer.

—No, Bill ya habíamos hablado y fui claro.

—Es el último fin de semana, no tenemos otra…

—Escucha —me interrumpe—, anoche conté el dinero, creo que es suficiente para Frank.

—¿Cuánto es?

Anoche él no fue a dormir conmigo, al principio sí, pero sentí cómo abandonó nuestra habitación, no le dije nada, no lo habíamos hecho por tres noches seguidas gracias a que Tom estaba por presentar un proyecto y también teniamos que trabajar en nuestro proyecto para titularnos. Había quedado sin ganas de levantarme y los ojos me ardían de sueño. Mis piernas las sentía tan débiles y lo dejé marcharse. Después de eso, no lo sentí entrar, ni siquiera sentí cuando se metió a la cama.

—Tenemos doscientos mil.

—¿Cerrados?

—Un poco más, pero será suficiente.

—¿No te dio un límite?

—Sí, pero verá que estuve muy cerca, le daré el resto de mercancía y le diré que no puedo hacerlo más.

—Tom, déjame hacerlo.

—No.

—Le daremos lo que quiere y será todo.

—No, Bill. No quiero ponerte en riesgo.

—Yo soy el que lo está pidiendo no tú. Y deja de pensar que soy débil.

—Sé que no eres débil.

—Pues demuéstramelo, solo pienso que me subestimas.

—Nunca te subestimaría, y cuando lo hice me arrepentí de hacerlo.

—¿En serio lo has hecho? ¿Me has subestimado?

—Antes de que te fueras, y cuando te enfrentabas a mamá… Siempre me dejas en claro que eres de armas tomar.

In die Nacht - Recuperándote [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora