Epílogo

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Llegamos a casa, hablamos sobre el futuro y en la noche me permití deprimirme un poco, por Luca, por mamá que no figuraba en nuestros planes, por Bill, porque aún no podía hablar de lo que había pasado, aun así lo abracé y durmió en mi pecho.

La dermatóloga le recetó un ungüento que a los pocos días, hizo desaparecer el sarpullido en su cuerpo, fue todo. No habló más del tema e hicimos el amor como una pareja de recién casados.

—Bill, amor —llamé su atención desde la cama, él terminaba de lavarse los dientes.

—¿Qué?

—En dos semanas es nuestra graduación. ¿Invitamos a Gordon?

—Sí.

—Y a mamá.

—Si quieres.

—¿Tú quieres?

—Claro que no, pero también es tu mamá y si quieres invitarla adelante.

—Bien. No creo que quiera venir, pero lo haré.

—Bien.

—Quiero preguntarte otra cosa.

—Dime.

—Me quiero casar contigo.

—Sí, ya había escuchado eso, dos veces de hecho, en el restaurante ese día, y cuando llegamos aquí, y sigo sorprendiéndome de que quieras hacerlo.

—¿Por qué?

—Voy a hacer de cuenta que no lo preguntaste —se sentó en la cama junto a mí, pude acariciar su pierna derecha, gracias al short que usa para dormir en tiempos calurosos.

—Es que, Bill, nadie se dará cuenta.

—Soy tu gemelo, idéntico para fregar. Alguien va a terminar dándose cuenta, y si esa persona es la que nos va a casar, estaremos muertos para antes de que puedas decir «Sí acepto» —dijo con voz teatral de general.

—Voy a aceptar unir mi vida a la tuya, no una orden de comandante en guerra.

—No te burles.

—Voy a investigar qué necesitamos para casarnos.

—Eso lo tiene que hacer tu padrino de bodas.

—Bien, le diré a Georg que se encargue. ¿Y tú? ¿Quién sería tu padrino?

—Andy. O Gordon. No quiero excluirlo.

—Es que yo quiero que sea Georg.

—¿Quieres irte de España?

—También he pensado en eso. ¿Qué hay de ti?

—No, ya me acostumbré.

—Yo también.

—Entonces quedémonos.

—Nos quedamos.

Acaricié su mano y él se acercó a mí, nos besamos una vez más como en el estacionamiento.

—Pronto me referiré a ti como mi esposo.

Emitió una risita y sus mejillas se sonrojaron.

—Te amo, Bill. Nunca me voy a cansar de decirlo. Jamás te dejaré ir de mi lado, y siempre harás de mí la persona más feliz del mundo.

—Yo también te amo. Y no permitiría que te fueras o que me dejaras, y gracias.

—¿Y eso?

—Por elegirme a pesar de todo.

—Ven acá.

Lo tomé y él se dejó guiar. Lo metí a la cama, cubrí su cuerpo con la sábana y besé su cabeza cuando se recostó en mi pecho. Nos dormimos luego de unos minutos.

In die Nacht - Recuperándote [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora