ANGELO
No tardamos en salir todos al jardín para ver cómo está quedando todo, el personal está dando los últimos retoques a la decoración y al banquete que he contratado y parece ser capaz de dejar en vergüenza hasta al más ostentoso de los monarcas.
Varios silbidos y exclamaciones resuenan a mi espalda y me satisface ver que he impresionado a mis socios, pero no tanto como ver la cara de Bianca, que está maravillada observándolo todo.
—Vaya, ahora veo por qué no me dejaste cocinar, ni en mis mejores sueños habría podido estar a la altura de esto. Es simplemente espectacular —comenta, ruborizándose al comprobar que hay platillos de compleja elaboración y he pedido que prepararan comida típica rusa, alemana, irlandesa y mexicana, para complacerlos a todos.
Le alzo el mentón con delicadeza para que me escuche atentamente.
—Eres capaz de eso y de mucho más, cara mía, no tengas duda. Si he hecho esto es porque quería que mi mujer disfrutara de la fiesta al completo, pero ya tendrás ocasión de cocinar para mí y para nuestros hijos en un futuro.
Mis últimas palabras provocan que esté a punto de atragantarse con la copa de vino que se ha llevado a los labios y sonrío con cierta malicia por ello.
Sé que hasta ahora no hemos hablado abiertamente del tema y quería calibrar su reacción.
Hasta hace pocas semanas, habría sido algo impensable para mí el plantearme siquiera tener hijos, pero ahora las cosas han cambiado y sé que Bianca es la mujer de mi vida y la única con la que querría formar mi propia familia. La cuestión es que no sé si ella siente lo mismo y no la culparía si la idea le parece horrible.
Esta vida que llevamos no es fácil de aceptar para cualquiera y no debo olvidar que no pudimos empezar con peor pie.
Ella carraspea, recomponiéndose, y está a punto de hablar cuando Romano llega corriendo y nos interrumpe sin darse cuenta.
—Don, Luca Visconti acaba de llegar —me informa, a lo que le dedico un quedo asentimiento de aprobación y se marcha. Pero sé, por la actitud esquiva de mi esposa, que no es momento de retomar el tema. Ya lo haremos en otra ocasión.
Le ofrezco mi brazo y ambos adoptamos nuestro papel de anfitriones a la perfección.
Hacía tiempo que no veía a Luca en persona y he de decir que me sorprende el mal aspecto que tiene; con ojeras violáceas, los ojos inyectados en sangre y aspecto desaliñado, como si no hubiera dormido en días. También, pese a su constitución fornida como la de un boxeador, parece haber perdido peso. No cabe duda de que la pérdida de su padre ha sido un duro golpe para él, siempre estuvieron muy unidos.
Algo que me inspiraba cierta envidia, porque yo nunca tuve ese vínculo.
Le estrecho la mano cuando llega a mi altura y palmeo su espalda.
—Siento lo de vuestro padre, Luca. Gracias por haber venido, entendería que no lo hubieras hecho —aseguro.
—Gracias, Angelo, sabes que nosotros hacemos todo lo posible por preservar nuestras alianzas y nuestras familias siempre han estado hermanadas a pesar de la distancia —responde, con voz ronca y rasposa, como si se hubiera pasado días sin apenas hablar. Luego, sus ojos se posan sobre Bianca, que está cohibida por su presencia, con curiosidad.
—Ella es mi esposa, Bianca Messina. Mia regina, te presento a Luca Visconti, el Don de la Famiglia de Chicago —hago las presentaciones de rigor e intercambian un apretón de manos.
—Un placer conocer a la señora Salvatore, espero que seáis felices.
Se lo agradecemos y se va a saludar a mis hermanos y a nuestros socios.
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Peligrosa alianza (+21) #1 Camorra italiana
RomanceA sus veintitrés años, lo último que Bianca Messina tiene en mente es casarse. Siempre imaginó el día de su boda como el más feliz de su vida, un sueño hecho realidad. Sin embargo, la realidad no perdona y las circunstancias la obligarán a tomar u...