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Aun recuerda la primera vez que lo vio, era un muchacho tan delgado y tan lastimado que por un momento sintió genuina tristeza de solo verlo. Había sido un regalo, dentro de la mansión no era una persona, era un objeto, una posesión que le otorgaron.

Por unos días le dio lo básico que se le puede dar a un esclavo, comida, agua y una ropa de el último sirviente que trato de escapar de la familia Goldfruit. Creyó que podría domarlo fácilmente con unas cuantas palabras dulces de parte de ella prometiendole seguridad y amor, grande fue su sorpresa al notar que no solo no funcionaba eso en el sino que aparte su expresión cambiaba a una de completo enojo y asco.

El era diferente, siempre lo noto y eso además de intrigarla, le molestaba. Lo más cercano a un ejemplo es cuando un perro no quiere obedecer y prefiere irse a hacer otras cosas; Eso es lo que Alastor era para Lilith, un perro desobediente al cual todos los días trataba de enseñarle que ella mandaba.
Por más trabajos pesados que le pusiera hacer y por más que lo denigrara, parecía que no había efecto en el más haya de solo suspirar enojado y caminar con brusquedad haciendo sonar el piso con sus tobillos descalzos. Sin embargo un día mientras ella daba sus paseos cotidianos por la noche para regar su pequeño jardín escucho alboroto detrás de las arboledas, era una discusión que evidentemente estaba subiendo de tono conforme se acercaba.

Con cautela se escondió detrás de un árbol y vio a uno de sus tantos esclavos discutiendo con Alastor, en dado momento el adulto mayor empujó al más joven tratando de ahorcarlo con sus propias manos. Lilith simplemente rodeo los ojos y se encaminó a la casa, suponía que ese había sido el final de su querida mascota.
Sin embargo un grito desgarrador y alto la hizo frenar en seco, cuando miro detrás de ella pudo ver a ese mismo esclavo adulto cubriéndose uno de sus ojos mientras la sangre manchaba el cesped.

Y su sorpresa no paraba al ver al joven levantarse de el suelo, con un pedazo de piel y sangre de su atacante en la boca.

Lo sostenía como si fuera un animal, atacó como un animal, Lilith solo miraba con asombro aquella escena, Alastor tumbo a su atacante y con puño limpio comenzó a darle uno tras otro puñetazos en la cara, el sujeto suplicaba que parara colocando sus manos frente a él para tratar en vano de parar a él joven castaño. Su intento salió en su contra pues Alastor en un acto que reflejaba que estaba dejando salir todo su enojo comenzó a morderle las manos arrancandole uñas y pedazos de dedo al tipo que solo podía gritar ahora por ayuda.

El acto tan violento y sangriento continuo por lo que serían 15 minutos, al final los gritos de el atacante quedaron apagados. Su rostro magullado quedando casi en deformación quedó marcado con dientes y rasguños del mismo Alastor, el por el contrario estaba tratando como podía controlar su respiración mientras veía lo que había hecho.
Se levantó viendo sus manos manchadas de sangre y de manera algo ingenua lamio sus labios que estaban ensagrentados por la sangre de el tipo que lo atacó. Sabía salado, quizás porque se había combinado con su sudor; Pero entró en pánico cuando vio a Lilith salir de entre la naturaleza del bosque.

Sin embargo, no fue castigado. Por el contrario la señorita Lilith le ofreció un cuarto en su mansión, le compró ropa nueva y le consiguió un instructor de combate tanto cuerpo a cuerpo como en el manejo de navaja o cuchillo. Claro esta que ella solo hizo esto porque vio una oportunidad para conseguir alguien que hiciera el trabajo sucio por ella y que esto lograría atormentarlo mientras siguiera vivo; Alastor no volvió a retomar el tema de aquella noche, Lilith sospecha que quizas guardo ese momento en alguna parte de su cerebro. El que el consiguiera estudios y trabajo fue una clase de recompensa para Alastor, quizás como una clase de premio para que el no pensara en escapar.

demonio equivocado - RadioAppleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora