capítulo 8

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Los días siguientes se sumieron en un aburrimiento total. Milei estaba familiarizado con el curso de cada decisión que tomaba, ya que lo había experimentado en la Argentina real. A pesar de su tiempo en la presidencia, nada había cambiado. Las decisiones continuaban siendo las mismas, y aunque anhelaba evitar los males venideros, sabía que debían ocurrir. Era como viajar en el tiempo para desentrañar el pasado, pero incapaz de alterar las tragedias para prevenir cambios en el futuro.

Una de esas tragedias fue la tormenta que inundó toda Bahía Blanca. En ese preciso momento, él se encontraba viajando hacia allá; debía pronunciar el discurso que había preparado previamente. Sin embargo, en ese instante, la voz de la ministra de seguridad, Victoria Villaruel, lo sacó de su ensimismamiento.

—Che, no quiero ser una ploma pero... ¿Qué pasó con Myriam? —interrogó Victoria, obteniendo una mirada perpleja de Milei.

—No, ni idea. ¿Por? —preguntó desorientado—. ¿Pasó algo malo?

—No, nada que ver —respondió ella—. ¿Viste que te di la idea de desayunar juntos? Bueno, le envié mensaje para juntarnos los tres. Pero no sabes cómo me habló, me dijo de todo.

Antes de que Milei tuviera la oportunidad de cuestionar, Victoria sacó su celular y lo desbloqueó frente a él con determinación. La luz tenue del dispositivo iluminó el rostro de Milei mientras se inclinaba para leer con comodidad, sumergiéndose en la curiosidad que lo embargaba. Los mensajes revelaron una charla ofensiva por parte de Myriam y las inquisitivas preguntas de Victoria, quien buscaba entender el extraño comportamiento. A pesar de conocer bien el carácter de Bregman, Javier no pudo evitar sentirse molesto al presenciar el trato despectivo hacia su amistad más valiosa, Victoria Villaruel.

—No tengo drama, puede que la agarré en un mal momento pero... Está más rara de lo normal —continuó ella, apagando el celular—. Los dos están raros, cambiaron mucho después de que subieras a la presidencia.

Era evidente que Javier se sentía perdido en la Argentina en la que se encontraba; una tierra desconocida para él, donde intentar encajar era como tratar de ser otra persona por completo ajena a su ser. No tenía idea de lo que había sucedido en esa Argentina, ni mucho menos de cómo Victoria lo veía. En ese preciso momento, se encontraba aturdido, sin saber cómo reaccionar. Por un instante, consideró la posibilidad de revelarle la verdad a Victoria, pero también contempló la idea de guardar silencio.

—Perdón si te incomoda o algo por el estilo —dijo Victoria, interrumpiendo el silencio.

—No, no te hagas problema —contestó Javier, dejando que su tono calmado le expresara su carente enojo—. Hubo algunos desacuerdos entre ella y yo, pero no es algo que afecte a un futuro.

—Bueno, ¡cambiemos de tema! —exclamó mientras desbloqueaba su celular—. La gente se pasó de ignorante, acaban de subir por las redes que la tormenta pasó por tu culpa, son re garcas.

—Te aseguro que al dar mi discurso por allá, todos los zurditos van a saltar como las pestes que son —comentó risueño—. Pero tenemos aguante, estoy seguro que vamos a quitar la hiperinflación y los resultados serán históricos.

—Me encanta, hablas con tanta determinación —confesó Victoria—. Si yo trabajara junto a vos... Bueno, lo hago. Pero si yo fuera vicepresidente, te juro que ese sería el honor más grande que yo pueda tener, sos un groso.

Javier divisó la amable sonrisa que caracterizaba a Victoria, y al reflexionar detenidamente sobre sus palabras, no pudo contener la emoción hasta el punto de que las lágrimas le impidieron ver el rostro de Villaruel. Por su parte, ella experimentó un pesar interno al observar la sonrisa que Javier le dirigía mientras luchaba por contener las lágrimas; no quería verlo llorar. Sin embargo, para aligerar el ambiente, lanzó un chiste inesperado y ambos estallaron en risas.

Ese día, a pesar de la lluvia y los desastres, Milei experimentó una paz inmensa que lo hizo olvidar sus preocupaciones. Aunque se sentía solo, tenía la presencia reconfortante de su hermana a su lado, así como el apoyo de Victoria. Fue entonces cuando reflexionó: Myriam debía sentirse perdida, sin la compañía de nadie. Si intentaba fingir una alianza con su enemiga, era como intentar forjar una amistad con una pared. Sabía que ella lo odiaba, y para ella, ser parte de la derecha era como imponerle un castigo.

Día tras día, Javier se esforzaba por dejar a un lado su orgullo y entablar una conversación meramente laboral con Myriam, pero rara vez tenía la oportunidad de hacerlo. Mientras él viajaba de un lado a otro, ella ocasionalmente participaba en entrevistas o simplemente asistía a las reuniones programadas. Sin embargo, durante las horas libres que tuvo Javier un jueves, después de su reunión con los miembros del gabinete, logró verla entrar a la casa rosada.

—Hola —saludó Myriam, sosteniendo una carpeta con firmeza—. Mira, recopile todo lo que estuve haciendo en esta carpeta. Cada movimiento y decisión se llevó a cabo como lo habías dicho. Pero tengo un serio problema con estas reglas, no son las indicadas y sabes muy bien porqué.

—Un paso atrás es volver a la decadencia —respondió, permitiendo que ella entrara al despacho—. No la ves.

—Sí, sí la veo —contestó indignada, tomando asiento en el mismo lugar que antes—. Veo todo el sufrimiento que le causas a las familias, tu trato con ellos es muy duro. Incluso acá lo pagan ellos y no la supuesta "casta" de la que hablas.

Era imposible trabajar juntos: ella pensaba de una manera distinta, y él, de una forma contraria a la de ella. Eran muy diferentes, tanto en la forma de pensar como en la de liderar, pero a la vez se complementaban de una manera extraña. Ninguno sabía lo que significaba quedarse callado, y si el problema requería ser gritado, ninguno dudaría en quedarse sin voz para solucionarlo. Javier no podía comprender cómo podían ser tan iguales y al mismo tiempo tan distintos.

—Un año, Bregman —formuló, dejando los papeles que había escrito frente a ella—. Dame un año y vas a ver de lo que soy capaz. Mi objetivo jamás fue destruir este país, yo busco arreglar lo que se perdió hace mucho tiempo.

—Ya no hagas nada —susurró, leyendo todo lo que Milei le había pasado—. Cuando intentas resolver una sóla cosa, creas otros diez problemas más. Lo que tenes como meta es algo increíblemente absurdo y difícil.

—Pero no imposible —corrigió—. Todos ustedes se pusieron en mi contra, me llamaron un loco, un psicópata, un fracasado y muchas cosas más. Pero el loco del que tanto hablaban; se convirtió en presidente.

—Este cargo tan importante no es para vos —contestó, mirando un punto fijo en los ojos de Milei—. No te importa el pueblo, sólo buscas quedar como un héroe intentando realizar algo que, aunque no lo veas, está acabando a la Argentina que conocemos.

—Ganaste la oportunidad de conocerme en lo laboral, de saber lo que se realiza dentro y fuera de este lugar —respondió—. Todo lo que según ustedes estoy destruyendo, es el inicio de una nueva Argentina. Una en la que la libertad pueda sentirse; sin ser prisioneros de la ignorancia. En esta y en la otra Argentina, voy a seguir con todo lo que realicé hasta el momento, me quieran o no; nadie va impedir la reconstrucción de mi país.

En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora