Con un brusco despertar, Javier se incorporó de golpe, dejando caer una manta que no recordaba haberse puesto. Observó con temor la luz del amanecer que se filtraba por la ventana. Mientras se mantenía de pie, estiró todas sus extremidades, sintiendo la rigidez de la noche anterior. Al mirar hacia abajo, notó que aún llevaba puesto su traje. Con gesto adormilado, buscó su nuevo teléfono con la mirada y, al encontrarlo, lo encendió para descubrir varios mensajes esperándolo.
Sin titubear, respondió a todos los mensajes y se disculpó brevemente por su repentina desaparición. Luego accedió a la lista de mensajes archivados, donde descubrió los mensajes de Myriam que no había tenido la oportunidad de leer. Sin vacilar ni un instante, abrió el hilo de conversación para sumergirse en los mensajes que rara vez recibía de la diputada.
Con una ceja arqueada, se encaminó hacia su habitación y leyó el mensaje de Myriam que decía: "Buenos días. Me van a descontar mi sueldo por no aparecer en la casa rosada; haga lo que quiera con lo mío, hoy no puedo acompañarlo". Dejó su teléfono a un lado, reposando en la mesa de luz mientras buscaba su ropa para bañarse. El ambiente se impregnaba de una tensa indecisión mientras contemplaba las palabras parpadeantes en la pantalla. Una vez vestido y renovado tras la ducha, se sentaría a responder al mensaje con la delicadeza y consideración que Myriam no merecía.
Por otro lado, Myriam se encontraba absorta en la lectura repetida de su propio mensaje, observando atentamente cómo el presidente se conectaba y leía las palabras que había enviado. Con paciencia, aguardó el posible despliegue de una respuesta cargada de insultos o quizás una burla directa por parte del mandatario. No obstante, la única acción del presidente fue desconectarse, dejando la conversación en un impasible estado de "visto". La impaciencia brotó sin previo aviso en el ánimo de Myriam mientras escuchaba simultáneamente la conversación de las noticias, aguardando unos minutos indefinidos en los que intuyó que quizás el presidente estaba molesto.
A pesar de sus expectativas, un mensaje inesperado llegó repentinamente:"Bueno. Hoy no habrá reunión; posiblemente se realice por video llamada, pero tenés que asistir obligatoriamente a la casa rosada". No parecía una amenaza, ya que, más allá de su formalidad, transmitía seriedad y calma en tan solo unas simples palabras de texto. Myriam dejó caer su teléfono con una mueca en sus labios, inspeccionando cada rincón de su silenciosa habitación como si fuera lo más interesante por hacer.
Sin lugar a dudas, debía presentarse allí, quisiera o no; no tenía alternativa. Fue en un instante preciso, mientras se maquillaba con sutileza frente al espejo del baño, cuando sus pensamientos la asaltaron de repente. Su mirada perdida se encontró con el reflejo de su propio rostro mientras luchaba contra sus ideas intrusivas, aguardando en silencio que ese torbellino emocional dejara de revolverle el estómago. Con delicadeza, sus finos dedos recorrieron su cabello rubio elegantemente peinado antes de consultar la hora en su celular; algo debía hacer y estaba dispuesta a cumplirlo.
—Buen día. —Myriam observó los ojos perdidos de los granaderos y les sonrió con amabilidad.
Como de costumbre, su único destino dentro de la Casa Rosada era avanzar sin vacilar, dirigiéndose con rapidez a su despacho. Consciente de que el mandatario solía tardar al menos una o dos horas en llegar, esa vez, por primera vez, estaba decidida a recibirlo. A pesar de sentir sus pensamientos como dagas clavadas en su interior, no se permitió retroceder. Respiró pausadamente y dejó su orgullo oculto en su despacho antes de encaminarse hacia el despacho presidencial. Myriam conocía la apretada agenda del presidente y sabía que él solo aparecería allí al menos una hora antes de partir hacia otro lugar, y así sucesivamente.
Antes de entrar al despacho donde el presidente se presentaría, había pedido dos cafés para desayunar, acompañados con las galletitas que había comprado antes de llegar. Aunque las galletitas eran insípidas, comenzaba a gustarle su sabor después de haberlas probado en una reunión con Javier. Observó la puerta con determinación e ingresó sin mucha preocupación, tomó asiento en la mesa y esperó en silencio a que tanto el presidente como el desayuno llegaran de inmediato.
Sentada de frente, con la mirada fija en la puerta, observó las esquinas del lugar como si fueran un lejano recuerdo a punto de desvanecerse. La sensación de vacío que presagiaba el futuro sería provocada por su soberbia, pero eso no le importaba. Escuchó un breve toque y permitió que la persona que estaba detrás entrara sin esperar. Agradeció el gesto del empleado por su amabilidad y también por los cafés que había dejado en la mesa, luego se sumergió en una impenetrable soledad. Esperó alrededor de veinte minutos mientras su café mantenía su calor, sumergido en el silencio del lugar. Su corazón dio un vuelco al escuchar la breve pero ronca voz del presidente proveniente de detrás de la puerta.
—No, me lo banco —dijo el presidente, entrando al despacho sin mirar adelante—, pero gracias.
Cuando él entró, sus miradas se encontraron como si fuera la primera vez. Él contempló los ojos de Myriam y luego las tazas de café sobre la mesa, mientras ella observaba el revoltoso cabello del presidente, aún húmedo, posiblemente por su reciente ducha. En ese breve silencio, Javier apenas disimuló su sorpresa al darse cuenta de que era la primera vez que la veía sin necesidad de llamarla.
—Buen día —saludó Javier, inmerso en la incómoda situación.
—Buen día —le respondió, a la vez que se ponía de pie, le dedicó su sonrisa más radiante y acortó el espacio entre ambos para rozar sus mejillas como característico saludo.
—Sentate, ¿Ya desayunaste? —preguntó Myriam, regresando a su lugar—, porque parece que no, ¿dormiste bien?
—No —contestó impávido—, no desayuné. Pero me comí un pan de camino.
Javier se sentó frente a ella y tomó la taza de café que Myriam le ofrecía, luego saboreó una de las galletitas que ella le tendió, concentrándose en escucharla mientras disfrutaba su refrigerio. Aunque ella hablaba, no comprendía la razón detrás de su repentino interés en las conversaciones, él simplemente escuchaba todo lo que ella tenía para decir, ya fuera importante o no. De vez en cuando, respondía con gestos, pero en su mayoría permanecía en silencio como era su costumbre, deleitándose con el sabor que el café le brindaba.
—Por eso, esa era una razón por la que insistí —contó, fijando su mirada a esos ojos brillantes; tan azulados como el cielo—, ¿Te molesto?, seguro tenías una reunión.
—Sí pero no ahora —informó—, en unos minutos.
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En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman
عشوائي(Javier Milei y Myriam Bregman): Un presidente y una diputada, enseñando su odio mutuo ante los medios como una tarea rutinaria, sin embargo, durante una noche de tormenta, un suceso inexplicable pasará. Un posible viaje a través de otro universo, v...