capítulo 2

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La mañana transcurrió con normalidad, Javier se trasladó a la Casa Rosada para llevar a cabo sus reuniones programadas, mientras que Myriam se adentró en las calles con la expectativa de encontrarse con manifestantes, aquellos que la respaldaban incondicionalmente y que clamaban enérgicamente que Javier no era idóneo para asumir una responsabilidad de tal magnitud.

Sin embargo, la llevadera sorpresa resultó ser el postre del día al encontrarse algo diferente. La soledad en las calles eran signo de que ninguna persona había aparecido para la manifestación, y las reuniones que Javier tenía programado no eran más que simples alucinaciones, exceptuando la única reunión que estaba por tener con la ministra de seguridad, Patricia Bullrich; pero ella no era la ministra de seguridad.

—¿Cómo estás, Javi? —saludó Victoria Villaruel—. Me contaron que estás medio perdido, ¿te pasó algo?

Javier no podía comprender la situación, Victoria era la misma y más allá de tener la confianza que siempre, había algo diferente en ella. Retiró su mirada celeste de su rostro y examinó el traje rojo que ella vestía en ese momento, notando que su forma de vestir no había cambiado en lo absoluto, luego siguió su camino al brillante y sedoso cabello esperando encontrarse con algunos pequeños pelos retocados, pero todo estaba en su lugar.

—No me jodas que tengo algo en la cabeza —habló Victoria, regresándolo a la realidad.

—¿Te hiciste algo? —preguntó Javier, apartando su mirada de ella mientras Victoria negaba—. ¿Donde está Patricia? Me exigió que la reunión no podía suspenderse, ¿te enteraste de algo?

—¿Patricia? —repitió ella, sentándose frente al presidente—. ¿Dormiste bien?

—No —confesó, acariciando su propio rostro como forma de relajación—. Llovió muy fuerte, me quedé sin luz toda la noche y mi computadora ya no sirve... Posiblemente se habrá quemado porque lo tenía conectado al cargador.

La risa repentina de Victoria desconcertó el breve desahogo que Javier estaba experimentando. Alzando la mirada se encontró con la expresión de su rostro. Aunque comprendía que ella era una amiga dispuesta a brindar su apoyo, le resultaba desconcertante que se riera antes de ofrecerlo.

—¿Soñaste que llovió? —preguntó Victoria entre risas—. Ayer hizo un calor terrible, no sé qué viste. Yo no pude dormír durante toda la noche, casi me derretía en la cama.

Las respuestas que buscaba no parecían asomarse, y cuando las necesitaba con urgencia no se aparecían. Sus preguntas quedaban al aire esperando a que sus dudas se resolvieran, pero a pesar de minimizar la desorientación el ambiente le resultaba cada vez más diferente.

—¿Nico? —llamó Myriam, sosteniendo el teléfono pegado a su oído—. ¿Donde estás? Ya estoy en la calle pero no hay nadie.

—¿Qué haces en la calle a esta hora? —preguntó Nicolas del caño a través de la llamada—. ¿No tenes que estar en la casa rosada? El presidente ya está allá, reunido con la ministra de seguridad.

—¿Para qué voy a ir? No me interesa en lo absoluto lo que Javier Milei haga o no haga —insistió de manera tosca.

—¿Estás bien, Myriam? —interrogó Nicolas, desconcertado por el comportamiento agresivo de su amiga.

—Sí, estoy bien —contestó—. ¿Por qué?

—Es raro, ¿qué te hizo Milei? —preguntó risueño—. Ah, Myriam... Me contaron que él estuvo actuando raro, ¿se enfermó o es por algun desacuerdo que tuvieron?

—No sé —confesó, caminando en la transitada vereda antes de subirse al auto—. ¿Vos no sabes nada?

—No, por eso te preguntaba —respondió—. Sos la vice, estas más tiempo con él... ¿Segura que estás bien?

Myriam cortó la llamada y observó el número de Nicolás con preocupación, sintiendo una sensación de desorientación que la embargaba como un fuerte viento previo a una tormenta inminente, lo cual la inquietaba profundamente. Pero confiando en su instinto para encontrar respuestas, Myriam finalmente llegó a la Casa Rosada, donde se encontró con la impasible mirada de Javier Milei, cuyos ojos brillantes y azules como el cielo mismo la observaban desde el balcón, recargando su cuerpo sobre la balaustrada.

—¡Myriam! —escuchó su nombre proveniente de una reconocida voz, era Victoria Villaruel—. ¿Cómo estás?

El abrazo repentino de Victoria resultó ser una sorpresa inesperada. Myriam no lograba comprender la razón detrás de dicho gesto, y por un instante consideró la posibilidad de apartarla por invadir su espacio personal. Antes de que pudiera expresar su molestia, la sonrisa de Victoria capturó su atención por completo, deteniendo cualquier reclamo que estuviera a punto de formular.

—¿Javier te contó lo que le pasó? Está medio raro —preguntó Victoria, bajando la voz creyendo que de esa forma Javier no escucharía su conversación—. Dijo que ayer llovió, con el calor que hacía... Yo creo que le agarró algo, ¿podes averiguar qué tiene? Yo ya me tengo que ir, encontraron más narcotraficantes y tengo que estar allá.

Myriam se encontraba desconcertada, ya que la información que estaba recibiendo difería por completo de lo que recordaba, lo cual no contribuía en nada a su tranquilidad. Mientras observaba cómo Victoria desaparecía momentáneamente de su vista, volvió a posar su mirada en los ojos de Javier. Este último parecía sumergido en su propio mundo, absorto en la contemplación del cielo como si fuera lo más fascinante del universo.

—Javier Milei —llamó Myriam después de adentrarse a la casa rosada y llegar al balcón.

Javier se volteó sobre sus talones sin soltar la balaustrada, y posó su mirada en los ojos de Myriam. La examinó de arriba a bajo buscando algo diferente en su aspecto, o quizás en su manera de expresarse a través de sus facciones, pero no encontró nada más que sus clásico rostro de desaprobación a su persona.

—Bregman —saludó, esperando que ella cruzara la línea entre la puerta y el balcón.

—¿En qué momento me convertí en vicepresidenta? —preguntó enfadada—. Jamás trabajaría al lado de un loco que intenta destrozar no sólo al pueblo sino a toda la Argentina. Y que también provoca...

—Que alivio —interrumpió Javier—. Estamos de acuerdo que ninguno puede entablar un conversación remotamente estable con el otro... Pero hoy debemos priorizar esta situación y tengo muy en claro que jamás te tomaste el tiempo para mirar ese punto en el cielo.

Myriam dirigió su mirada hacia la mano de Javier, la cual apuntaba hacia el cielo. Al verse compelida a asomarse al balcón, observó el firmamento con sumo detenimiento. Sin embargo, en cuestión de tres segundos, divisó un prominente punto en el cielo, similar a una luna pero de un matiz más resplandeciente; no obstante, no se trataba de un meteorito ni parecía corresponder a una estrella.

—¿Qué es?

—Todavía no encuentro respuesta, pero no cabe duda que toda esta situación es...

—Diferente —continuó Myriam, alejándose de Javier antes de apoyarse sobre la balaustrada.

En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora