capítulo 18

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En la reunión entre charlas repetitivas, Javier compartió sus ideas con su característica sinceridad y se tomó un breve respiro para beber un sorbo de agua. El líquido fresco alivió su garganta, y sintió alivio al notar que las galletitas pasaron con normalidad. Tosió brevemente, recordando la razón de su malestar: la charla con Myriam, porque en lugar de expresar sus pensamientos, devoró cada galletita que Myriam le ofrecía, continuando en su rumbo a pesar de no desear más.

—¿Quiere más agua, señor presidente? —Le preguntaron, con la educación que representaba ser cercanos al mandatario.

—Por favor —repondió Javier, levantó el vaso vacío y se lo entregó con una sonrisa en sus labios.

—¿Quiere algo más? —le dijeron—, ¿Algo liviano, galletitas?

—¡No, por favor! —contestó de inmediato, causando risas silenciosas de fondo—. Agua, sólo agua y gracias.

Cuando Javier cedió la palabra a otro, bajó la mirada hacia sus papeles y escuchó lo que los demás tenían que decir, aunque en realidad no le importaba. Repasó su letra una y otra vez, casi memorizando las palabras que lo mantenían desconectado de la realidad, como un puente hacia otro mundo. Recordó la extraña amabilidad que Myriam le mostró ese día, sin comprender la razón detrás de ello. No percibió que fuera una fecha importante, y se sumergió entre hilos de pensamiento que no lograban enlazarse.

¿Presidente?

El mandatario alzó la mirada hacia las personas que ahora lo observaban como si fuera un extraño, esforzándose por retornar a su entorno con sutileza. Tomó otro sorbo de agua y respondió al llamado con imperturbable serenidad, gesticulando con gracia al hablar, mientras sus ojos vagaban de un interlocutor a otro en un viaje sin rumbo fijo. Su impaciencia estaba a punto de rebasar el límite, pero su profesionalismo le permitió continuar sin contratiempos hasta que la reunión llegó a su fin. Se despidió de cada persona y se apresuró hacia su siguiente destino. A medida que el tiempo transcurría en la presidencia, su puntualidad comenzaba a pasarle factura. Sus cansados ojos contemplaban el cielo despejado y su cuerpo comenzaba a resentir el esfuerzo, sintiendo dolores que antes no estaban presentes.

—¡Javier! —Era una voz reconocida, lo llamaba a la distancia y provenía detrás de él

El mandatario giró sobre sus talones y examinó detenidamente el rostro sereno que se acercaba. Observó cómo la melena rubia ondeaba de un lado a otro mientras ella corría hacia él, y su sonrisa risueña que lo llevó a arquear una ceja. Myriam Bregman tocó su hombro, y él reaccionó apretando su cuaderno contra el estómago, evitando cualquier contacto que la mujer pudiera malinterpretar.

—¿Me alcanzas a un lugar? —preguntó catarinamente—. Si no podés, no hay drama.

—Sí, subí —respondió Javier, se acercó a la camioneta y le abrió la puerta—. ¿Para donde vas?

—No muy lejos de acá —comentó la pelirubia—, ahora les digo la dirección.

El chofer arrancó con cautela, echando de vez en cuando un vistazo al espejo retrovisor, esperando que el presidente le dirigiera la palabra. En lugar de eso, recibió una mirada penetrante del mandatario que lo obligó a enfocarse en la carretera. Después de unos minutos, la voz de la vicepresidente le indicó la dirección que debía tomar primero, y comenzó el viaje a la mayor velocidad que la camioneta le permitía.

—¿Cómo está tu hermana? —Myriam rompió el silencio, quebrando inmediatamente la pared invisible que los separaba.

—Mejor —contestó, perdido en los edificios borrosos a su costado—, sigue reposando pero mejoró mucho.

—Que bueno —confesó, volteando su mirada a él—, me alegra que esté bien.

—No te alegra. —Él contempló la vista unos momentos luego retiró su mirada para verla directamente a los ojos.

El ambiente era tenso, con una pesadez incómoda que hizo que el chófer se removiera inquieto en su asiento, esperando a que el semáforo cambiara a verde. Finalmente, fue Myriam quien decidió romper la tensión, sonriéndole a Javier antes de dirigir su mirada por la ventana, como si los edificios fueran de repente muy interesantes.

—No la conocí lo suficiente, pero ahora sé porqué la querés tanto —continuó, soltando un suspiro sonoro—, es interesante y tengo muy en claro que, si ella está mal, sé que vos también lo estarías. Sí me alegra que esté bien, en serio te digo.

Javier no lograba comprenderla; era tan enigmática como un libro repleto de palabras desconocidas. A pesar de sus intentos por descifrar algún gesto, no encontraba nada; su mirada resultaba indiferente, su sonrisa resplandecía bajo la luz del sol, y su cabello cubría parcialmente su ojo derecho, como si protegiera una mirada peligrosa o unos ojos que hablaban a través de su brillo; él no podía estar seguro.

—Ya llegamos, gracias por traerme —Myriam se despidió con un gesto y bajó de la camioneta sin decir nada más.

Fue objeto de la intensa mirada del presidente, hasta que finalmente desapareció de su vista a medida que el auto avanzaba. En un silencio abrumador, ambos reflexionaron el uno sobre el otro como si fuera algo prohibido. Afortunadamente, ninguno se dejó llevar por sus pensamientos, gracias a las responsabilidades que les aguardaban por delante, tan agotadoras que invadían por completo la mente de cada uno. Javier se movió de reunión en reunión, de entrevista en entrevista, compartiendo de vez en cuando los avances de su trabajo, mientras que Myriam, con una sonrisa cómplice, recorrió cada calle acompañada de ciudadanos entusiastas, brindando ayuda personal a aquellos que expresaban inquietudes.

—¿Cómo estás, Myriam? —saludó Victoria, apareciendo dentro de una camioneta.

—Bastante bien, ¿y vos? —respondió Myriam, abrazando a la mujer con cariño—. Pensé que no ibas a venir, no era un tema grave.

—Yo estoy bien —comentó Victoria, observando a la multitud detrás de ellas—, ¿Cómo que no es importante? Mirá la gente que hay, imaginate que encuentren algo raro. Para eso estoy yo y estos grandiosos policías que ahora nos acompañan, ¿Viste lo nuevo que salió? ¡Balas que no dañan! Están buenísimos.

—Sí, los ví. ¿Ya los utilizaron?

—No, sólo en prácticas. Su uso será apto dentro de un mes, creo. Están en prueba.

En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora