Capítulo 30

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Fue un momento interminable; su aliento escapaba entre los labios y las lágrimas nublaban su visión matutina mientras se acercaba a uno de sus perros

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Fue un momento interminable; su aliento escapaba entre los labios y las lágrimas nublaban su visión matutina mientras se acercaba a uno de sus perros. Un breve sollozo escapó de sus labios y pronto su fiel amigo saltó hacia él, lamiéndolo como si comprendiera su dolor. Javier amaba a sus perros, a cada uno de ellos, porque en sus momentos más oscuros lograban levantarle el ánimo. Tras tomarse un tiempo para jugar con los cinco compañeros caninos, retomó su rutina y emprendió un viaje de dos horas para asistir a una charla que el vocero presidencial había organizado con el fin de explicar lo sucedido.

—¿Por qué nos estamos yendo para allá? Sabes que Manuel puede resolver todo el tema —habló Karina, observando a su hermano—, es muy peligroso que vayas, más con toda esa gente que...

—Voy a estar bien —interrumpió indiferente, posando su mirada en los distorsionados edificios—. Quiero escucharlo hablar, yo tengo que hablar... Quiero hacerles entender que no soy un cobarde como creen.

—Pero sos un tarado —regañó inmediatamente—, una cosa te pedí y mirá, no estamos yendo. Por dios, Javi.

Sabía que su hermana estaba preocupada, podía comprenderla, pues como hermano mayor, también habría sentido lo mismo. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada y no había vuelta atrás. Mientras su camioneta avanzaba a toda velocidad, se sumergió en recuerdos que comenzaban a atormentarlo. Para evitar más angustia, cerró los ojos como una pequeña huida de la realidad. El único sonido que lograba percibir eran los autos tocando bocina, las ruedas girando y el viento golpeando con fuerza contra su ventana entreabierta, lo suficiente para ventilar el interior de la camioneta.

—¿Qué vas a hacer con Myriam? —preguntó su hermana—, ¿La vas a destituir?

—No sé —contestó—. Es mucho problema y hay que enseñar lo que hizo, no puedo bajarla así como así.

—Ya sé, pero a eso me refiero. —Karina se cruzó de brazos y prosiguió—. ¿La vas a acusar directamente? Porque me molesta que no lo hiciste al momento, ¿no estás enojado con ella?

El enojo, una palabra de gran intensidad. Él no estaba seguro de si se encontraba enojado o no. Después de la marejada de emociones, ya no podía discernir lo que realmente sentía. Se hallaba sumergido en un mar de emociones y pensamientos, incapaz de aclarar sus propios sentimientos. "Enojado", una palabra contundente y precisa, tan clara como el agua y tan ardiente como las llamas danzantes de una fogata.

—No sé... —Javier murmuró las palabras en un sólo aliento, evitando la fulminante mirada de su hermana.

A pesar de que la multitud lo aguardaba fuera de la camioneta, ninguno de ellos le dedicaba palabras amables. Todos lo insultaron como si fuera la encarnación de un demonio, y eso le afectó profundamente. Los custodios que lo vigilaban rodearon rápidamente la camioneta y le permitieron salir sin preocupaciones. Al enfrentarse al sol, sintió su cálido abrazo en todo el rostro y por un instante, las hirientes palabras dirigidas hacia él desaparecieron de su audición.

En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora