capítulo 14

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Entonces una palabra salió de sus labios como un aliento guardado hace tiempo: "Myriam". El nombre que presidió por horas, días, semanas y meses; con una regularidad bastante impresionante, cada vez que la pronunciaba su voz bajaba el tono para oír lo que ella pudiera decirle.

—Myriam —llamó Javier, ingresando al despacho del vicepresidente—, invirtieron en nosotros, apostaron en nuestro triunfo.

—¿En serio? —preguntó ella, arqueando una ceja—, ¿pasó en tu discurso? No lo vi.

—Fue ayer —informó, acercándose al escritorio con los papeles en mano—, el avión aterrizó hace dos horas, vine en cuanto me desocupe. Acá están las firmas y mi discurso los conmovió, dijeron que logramos lo que nadie podría en menos de un año.

—Un año —murmuró, sosteniendo los papeles—. No volvimos a casa... ¿Qué será de nuestra Argentina?

—Hola, Myriam —interrumpió Karina, se encaminó al lado de su hermano y colocó su mano en su hombro—. Todo es una buena noticia, ¿celebramos el triunfo en la quinta?

Javier y Myriam conectaron sus miradas como una unión irrompible, bastó solo esa mirada para entender que por más tiempo que pasaba se alejaban más de lo que alguna vez fueron. Ellos extrañaban su vieja rutina, yendo y viniendo con los papeles que cada uno escogió para su vida, esperando en silencio que en un cerrar y abrir de ojos su realidad volviera susurrando que todo había sido un sueño. Sin embargo, extrañar era una sensación distinta a lo que sentían con ese cambio tan drástico; las cosas que cambiaron fueron para bien.

—Sí, me urge un descanso.

Myriam respondió con una paz que su sonrisa no lograba expresar, que su mirada no podía reflejar, pero que su corazón saltarín gritaba con cada latido en el pecho.

—Estamos en casa, Myriam —respondió Javier después de la partida de su hermana.

Un sueño que cumplía sus expectativas: presenciar el renacimiento de una Argentina nueva, donde todo se convertía en una oportunidad renovada. Las personas que creyeron en él celebraban a gritos, con su nombre flotando en el aire, alcanzando las alturas del obelisco en espera de ser escuchados por el mandatario. Era una fiesta, como aquella primera vez que la selección fue campeona del mundo, o tal vez cuando asumió la presidencia, o cuando una larga lucha finalmente llegaba a su fin; incluso si sólo era para tomar un simple respiro. Porque eran argentinos y la celebración vivía en sus corazones; las risas nunca faltaban, tampoco los insultos de aquellos decididos a perder.

—Que groso. —Victoria abrazó al presidente, con la ternura que pocos alcanzaban.

—Gracias —susurró Javier, esbozando su sonrisa más radiante para ella.

En la quinta, las cámaras no fueron bienvenidas, pero los ojos espectadores atesoraron cada detalle de aquella fiesta en la memoria. Las fotografías se convirtieron en testigos silenciosos de aquel momento histórico tan anhelado, en un entorno marcado por el sufrimiento, donde incluso un atisbo de alivio representaba el comienzo de un banquete especial, como un regalo surgido del dolor; era una celebración singular.

—En dos horas tenés que dar el discurso —recordó Karina, señalando su reloj—, acordate.

Javier palpaba el entusiasmo en cada fibra de su ser, orgulloso de haber logrado un avance significativo con un paso monumental. Aunque maravillado, no perdía de vista que aún restaba un largo trecho por recorrer para enderezar la línea retorcida y convertirla en una senda recta, perfecta como una regla. Con la certeza de que en unos meses y tres años, al concluir su mandato presidencial, transformaría por completo la tierra que lo vio nacer; su bandera celeste y blanca ondearía en los cielos como emblema de una patria liberada.

—¿Vamos? —preguntó Javier, esperando que sus amigos lo siguieran—, con ustedes pude lograr lo inalcanzable, merecen el reconocimiento adecuado.

Con una sonrisa que reflejaba gratitud y determinación, el líder observó a la multitud reunida ante él. Sus amigos, con gestos de complicidad, le brindaron su apoyo silencioso. Sus seguidores, con fervor y lealtad, hicieron resonar su nombre en el aire. Los aplausos estallaron como un eco de reconocimiento.

Parado frente al imponente micrófono, el mandatario se detuvo un instante para contemplar a aquellos que habían depositado su confianza en él. Habían apostado por sus métodos, habían aguardado con una paciencia encomiable. En ese preciso instante, en medio de la efervescencia del momento, comprendió plenamente que, una vez más, había logrado marcar la diferencia.

—¡Hola a todos! —saludó, sosteniendo su discurso escrito en un papel—. En primer lugar, quiero dar las gracias a todos y cada uno de ustedes por perseguir el sueño de levantar la Argentina, por abrir los ojos y comprender que la decadencia estaba tocando la puerta, por confiar que juntos podríamos abrazar las ideas de la libertad y dar comienzo a un renacimiento histórico.

Cada palabra que pronunciaba parecía llevar consigo su aliento, como si se esforzara por transmitir lo que sentía a través del agradecimiento y la felicidad que le embargaban. Los argentinos, vencidos por la abrumadora emoción, en ocasiones caían en un absoluto silencio, abrazándose mutuamente mientras disfrutaban del regalo tan merecido.

En ese instante, el aire vibraba con una energía palpable, impregnada de gratitud y un profundo sentido de comunidad. Cada expresión facial reflejaba una mezcla de asombro y alegría, como si el tiempo se hubiera detenido para permitirles saborear plenamente ese momento de dicha compartida.

—Quiero enaltecer a los que están detrás de este gran trabajo, a todos y cada uno de ellos que hasta el último momento dieron sus últimos suspiros para defender nuestra ideas —continuó, tomando unos segundos para respirar—, a Victoria Villarruel por traer paz a la calles, a mi hermana por su apoyo incondicional, a Manuel Adorni un vocero extraordinario, al hombre grandioso que no se dejó caer en los comentarios; Martin Menem, a ese compañero tan grandioso; Toto Caputo y por supuesto a Myriam Bregman. Debo mencionar que mi lista de todos aquellos pertenecientes a la libertad Avanza es para rato y mi agradecimiento para todos es para siempre.

Darse el lujo de mencionar tantos nombres significaba recitar una lista interminable de héroes cuyos sacrificios habían contribuido al renacimiento de la patria. El mandatario, con un gesto solemne, agradeció tantas veces como pudo, hasta que su voz se quebró por la emoción. Mientras Javier repasaba sus propias palabras escritas, concluyó la primera parte de su discurso y continuó con las informaciones que los argentinos tenían derecho a escuchar.

Finalmente, llegó al cierre de su discurso con una voz quebrada pero determinante. Cada palabra resonaba en los altavoces como un eco de la determinación y convicción que lo habían llevado hasta ese momento. A pesar de la emoción palpable en el ambiente, su firmeza no titubeaba, recordando a todos los presentes que, aunque el camino hubiera sido arduo, su compromiso permanecía inquebrantable.

—Y por último, tengo que recordarles que aún nos queda mucho camino por recorrer; pero no se dejen vencer por el cansancio. ¡Continúen con firmeza, enseñen al mundo que los argentinos se levantaron! —exclamó, elevando su voz por cada palabra—. ¡Seamos libres por una vez y marquemos la diferencia! ¡No tengan miedo! ¡Yo prometo dar mi último respiro para restaurar lo perdido! ¡Viva la libertad, carajo!

Al concluir su discurso, los aplausos resonaron como un eco interminable, extendiéndose a lo largo de las calles con una determinación palpable. Todos estaban emocionados, y entre ellos se encontraba Javier, abrumado por la emoción del momento. Sus ojos se humedecieron al ser recibido por los cálidos brazos de su hermana, cuyas palabras susurradas disiparon todos sus miedos.

Pero fue en el instante en que su mirada celeste se encontró con los ojos de Myriam que el mundo pareció detenerse. En ese fugaz encuentro, capturó su sonrisa, y como si estuvieran protagonizando un sueño compartido, se fundieron en un abrazo que trascendió los límites de la imaginación.

En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora