Al abandonar la casa, Myriam se vio forzada a subirse a un carrito de golf y seguir las indicaciones de Karina en un silencioso anhelo por llegar sin contratiempos ni desgracias culinarias. Sin embargo, absorta en sus propios pensamientos, Myriam no percibió que el carrito se había detenido hacía ya varios minutos. Su mirada perdida en la distancia parecía estar escuchando las palabras susurradas por el viento mismo, mientras ella permanecía inmóvil, atenta a cada secreto que el aire quisiera revelarle.
Reuniendo todo su valor en una sola inhalación, Myriam cruzó el umbral sin vacilaciones, sosteniendo con firmeza el preciado plato. A lo lejos, el eco de la risa burlona de su enemigo resonaba en sus oídos, acompañado por el coro estridente de los ladridos que llenaban el ambiente. A medida que se aproximaba, pudo divisar al mandatario entregado al juego con una de sus mascotas, entre risas y el sonido agudo del hueso de plástico que rechinaba entre sus dedos.
Consciente de que no había escapatoria, Myriam comprendió que no podía intentar esconderse ni huir. El perro con el que Javier jugaba la había detectado mucho antes de su llegada. En el preciso instante en que el animal clavó su mirada en ella, se abalanzó velozmente en su dirección, como si estuviera decidido a atacarla.
—¡Lucas! —llamó Javier, corriendo detrás del perro para sostenerlo justo a tiempo—. No te acerques, lo voy a meter.
Myriam se mantuvo impasible, el sobresalto ante la posible amenaza del perro la paralizó como un instinto de supervivencia. Una vez pasado el susto, su mirada se encontró nuevamente con el rostro de Milei, y sus ojos se perdieron en la profundidad de aquellos ojos azules que brillaban con la luz del sol, iluminando su cansado semblante.
—¿Querés quedarte? O podemos salir —sugirió Javier, bajando la mirada al plato con la torta—, afuera está más tranquilo.
—Como quieras —respondió, elevando el plato—. ¿Querés? Uno es mio por las dudas.
—Gracias. —Javier tomó el pedazo de torta con la servilleta y guió a Myriam dentro.
En el pulcro silencio de la estancia, Javier contempló a sus inquietos perros agitarse de un lado a otro, implorando con ladridos desesperados ser liberados de su encierro. A pesar de estar familiarizado con la inquietud de sus fieles compañeros, en esta ocasión percibió una extraña y palpable inquietud que los embargaba.
—Feliz cumpleaños —habló Javier, retirando su mirada de los perros para fijarla en el rostro de Myriam.
—Sí, gracias —respondió, forzada a contestar—. ¿Cómo se llamaban?
Con un sutil gesto de cabeza, Myriam indicó a los perros, y Javier apartó la mirada hacia sus fieles compañeros, quienes cesaron lentamente sus ladridos. A pesar de la incómoda atmósfera que los envolvía, se permitió un breve suspiro antes de dirigirse a responder la pregunta de la diputada, su enemiga.
—Conan, Murray, Milton, Robert y Lucas —contestó—, el que te atacó fue lucas... Es bueno pero se fastidia rápido, entraste en el peor momento.
—Me di cuenta —afirmó la diputada, calmando sus nervios—. Ese de allá es enorme, ¿es Conan?
—No, es Murray que mide dos metros a dos patas —corrigió el mandatario—, Conan es el que se acaba de acostar.
—¿Y los otros dos?
—El que está parado en la reja es Milton —continuó, señalando a los perros—, y el otro es Robert.
Aunque su interacción se limitaba a hablar sobre las mascotas del presidente, ella escuchaba con atención mientras Javier compartía con entusiasmo. Para el mandatario, sumergirse en su pasión significaba escapar de sus preocupaciones y encontrar la felicidad, mientras que para la diputada representaba un breve instante de paz en el que intentaba dejar de lado su aversión hacia aquellos ojos azules.
—¿Te mandó mi hermana? —interrogó el presidente, haciendo un bollo con la servilleta para guardarla en su bolsillo.
—Sí, pero Victoria empezó —informó—. Dijeron que hablemos, les parece poco ético vernos "peleados".
—Que cambiado está todo. —Javier apoyó su espalda por una pared, fijando su mirada a los ojos de Myriam.
—¿Recién lo notas? Anda allá y vas a ver la amistad que tienen Nicolas y Victoria —recordó la diputada, conectando sus miradas—, son como dos viejos amigos.
—Podes volver —sugirió, apoyando su cabeza en la pared mientras cerraba sus ojos; el dolor de espalda lo estaba matando—, decile a Kari que hablaste conmigo y yo te pedí espacio. No te va a creer si le comentas otra cosa.
—Vení conmigo —susurró ella aproximándose a un canil—, no podes estar parado todo el día. No hace faltar estar con nosotros, podes ir a dormir.
—Tengo que trabajar, Bregman —informó, abriendo los ojos—. Ya pasé el rato con mis hijitos, es suficiente descanso para mí.
Myriam se cruzó de brazos, retrocedió y giró para enfrentar al mandatario. Sus ojos se encontraron brevemente antes de que ella apartara la mirada; por un fugaz instante, todo a su alrededor desapareció y experimentó un ligero nerviosismo al verse cautivada por esa mirada del color tan celeste como el cielo despejado.
—Vamos —ordenó Myriam esperando que Javier la siguiera—. Si te ven, van a creer que resolvimos la "pelea".
Javier esbozó una media sonrisa y asintió, siguiendo los pasos de la diputada antes de que cada uno abordara un carrito de golf. Mientras recorrían el camino, Myriam se dejaba embrujar por el paisaje, mientras que Javier avanzaba en silencio, sin emitir ni una sola palabra.
—Llegaron los peleados —anunció Victoria, abrazando al mandatario—, ¿cómo estás, javi?
—Muy bien, ¿cómo están ustedes? —preguntó, aceptando el abrazo de Victoria antes de saludar a Nicolas.
—Nosotros bien, ¿ustedes ya se arreglaron? —respondió Nicolas, acercándose al trío—. En primer lugar, ¿por qué pelearon?
—Pensamos diferente —contestó Javier buscando a su hermana—, ¿donde está Karina?
—En la cocina, dijo que faltaba otro postre más —informó Villarruel, sonriendo a la diputada—, Myriam muy feliz cumpleaños otra vez, pero yo tengo que irme. Ya me toca trabajar y no puedo quedarme mucho más.
—Que bajón —interrumpió Nicolas—, yo te acompaño tengo que ver a mi nena. Javi le comentas a tu hermana que nos guarde su postre, cocina muy rico y me da una pena irme.
Tras la despedida de Nicolás y Victoria, apenas transcurrieron tres minutos antes de que abandonaran el lugar, dejando a solas a los dos enemigos que se miraban perplejos por el repentino instante. Javier se aproximó a la mesita donde reposaba la torta y cortó otro trozo para saciar su hambre; no había probado bocado de comida en todo el día, ajeno al hecho de que Myriam lo seguía con cautela, como si temiera ser atrapada por aquel espacioso recinto.
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En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman
Random(Javier Milei y Myriam Bregman): Un presidente y una diputada, enseñando su odio mutuo ante los medios como una tarea rutinaria, sin embargo, durante una noche de tormenta, un suceso inexplicable pasará. Un posible viaje a través de otro universo, v...