capítulo 10

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Aunque Myriam anhelaba el puesto de presidenta, poco a poco empezó a encontrar satisfacción en su rol de vicepresidenta. Recibía muestras constantes de afecto por parte de niños y adultos que depositaban su confianza tanto en Milei como en ella. A medida que sus responsabilidades crecían, Myriam se sumergía en una rutina automática. Las llamadas para entrevistas, decisiones importantes o eventos que requerían su presencia no la perturbaban en lo más mínimo y gracias a eso, logró encontrar una manera pacífica de tratar con el mandatario Javier Milei.

En un momento crucial de su trabajo, recibió una llamada que la desconcertó drásticamente, ya que no era horario para recibir ese tipo de llamadas. Sacó su celular del bolsillo y contestó sin preocuparse por el nombre que aparecía en la pantalla iluminada.

—¿Hola? —contestó, esperando alguna voz a través del aparato.

—¡Feliz cumpleaños, Myriam! —exclamó Victoria Villarruel, sorprendiendo a la diputada—. ¿Qué se siente cumplir veinte años más que yo?

La risa de Victoria al otro lado del teléfono provocó que Myriam esbozara una sonrisa. Con el transcurso de los días, ambas habían forjado un vínculo bastante amigable, aunque por razones obvias, la diputada aún no confiaba plenamente en Victoria. A pesar de sus diferencias, Myriam comprendió porqué Milei depositaba tanta confianza en su amiga; Victoria era ese tipo de apoyo que no cualquier amistad puede proporcionar.

—Gracias, Victoria.

—¿Qué te regalaron hoy? —preguntó Villarruel—, ¿Javi ya opacó mi regalo?

—Eh no, nadie me regaló nada porque —confesó risueña—, sos la primera en saludarme.

—¡Pero que amargado se volvió el presi! —contestó Victoria—. Mi regalo ya te va a llegar, no puedo ir ahora pero después; si querés, nos tomamos unos cafés.

—Sí, gracias —respondió—. Hablamos después, Victoria.

Después de una despedida reconfortante, colgó la llamada y revisó los mensajes que había estado ignorando toda la mañana. Había varios mensajes de Nicolás felicitándola por su cumpleaños, y algunos de personas del partido "La Libertad Avanza (LLA)", que aunque ella no conocía muy bien, sí la conocían a ella. Les agradeció a todos por mensaje y volvió a concentrarse en su principal prioridad; su trabajo.

Sin embargo, a pesar de que los minutos seguían su curso habitual, la mínima atención que intentaba dedicarle al trabajo se convertía en un desafío impuesto por sus pensamientos. Por un momento, Myriam olvidó por completo lo que debía hacer y se sumergió en recuerdos del día de su cumpleaños en la Argentina que había dejado atrás, sintiendo que su cumpleaños ya no tenía el mismo significado en esa nueva realidad.

—Vicepresidente, Myriam —habló un hombre, acercándose al escritorio.

En las manos de aquel hombre, se encontraba un ramo de tulipanes de colores llamativos: rojo, amarillo y naranja, una sorpresa inesperada. Detrás de él, una mujer sostenía una caja de terciopelo cuyo contenido Myriam juraría adivinar; un collar. Ambos le dedicaron una sonrisa a Myriam y le entregaron los regalos antes de marcharse con la profesionalidad que los caracterizaba.

Con la curiosidad susurrándole al oído, Myriam tomó la caja entre sus manos. Al abrirlo, descubrió una pequeña nota que decía: "Muy feliz cumpleaños, Myriam", con el nombre de Victoria en una esquina. Al ver el collar, esbozó una sonrisa en agradecimiento silencioso, una muestra de gratitud que aún le costaba dar a sus enemigos. Luego se enfocó en las flores, fijando sus brillantes ojos en los colores que se complementaban, creando un hermoso fuego ardiente hecho con tulipanes.

Dejó la caja en el escritorio y sostuvo el ramo entre sus brazos, notando una pequeña tarjeta sobresalir entre las flores. Una sonrisa confusa se formó en sus labios al intuir que provenían de Victoria, pero al leer su contenido, descubrió que decía: "Por el cumpleaños en que no te felicité; un muy feliz cumpleaños, Bregman." Y debajo de la nota, el nombre y apellido del hombre que tanto le desagradaba; Javier Milei.

Por inercia, abrió la computadora que tenía a un costado y, tras desbloquearla, accedió a la aplicación que él solía frecuentar: Twitter. Por alguna extraña razón, su cuenta seguía al presidente de la nación, y la primera notificación que apareció fue un mensaje de Milei en su buzón. Observó de reojo las flores y luego ingresó al mensaje de Javier para saciar su curiosidad, encontrándose con unas simples pero reconfortantes palabras que decían: "¿Me vas a rechazar el saludo, no? Feliz cumpleaños, Myriam".

Su orgullo la mantenía aferrada a una realidad que ya no existía, y al considerar expresar su gratitud, optó por ignorar el mensaje. Con delicadeza apartó la computadora y se sumergió en reflexiones en aquel silencioso despacho, fijando la mirada en un punto indeterminado mientras intentaba asimilar la situación. Javier Milei representaba todo lo opuesto a ella, pero a pesar de carecer de cualquier vínculo más allá de lo formal, él siempre buscaba entablar una conversación con ella; ya fuera para burlarse o no.

—¿Va a festejar su cumple? —preguntó Karina, sentándose junto a su hermano para leer con él las noticias en Twitter.

—No sé —respondió, acariciando su propio rostro—. No estoy enterado de nada.

—Yo la voy a traer acá —informó, obteniendo la mirada desaprobatoria de su hermano—. ¿Por qué me miras así? Siempre la invitamos.

A pesar de la autoridad que Milei ostentaba, siempre permitía que su hermana hiciera lo que quisiera, pues para él, ella era el jefe. Un suspiro escapó de sus labios y asintió, concediéndole la razón a su hermana. Ese día se dedicó incansablemente al trabajo, consciente de que su hermana lo obligaría a descansar cuando Myriam llegara a la quinta. Sin embargo, en ese momento crítico para Argentina, él no deseaba detenerse.

—¿Vas a venir? Te prometo que la torta te la hago yo, ¿y qué te gusta comer? Puedo cocinarte algo —hablaba Karina, sosteniendo su celular cerca de su oído mientras caminaba de un lado a otro—. ¿No? ¿Por qué?

Javier se volvió para buscar la reacción de su hermana en aquel rostro tan expresivo, pero sólo encontró confusión y decepción, algo que ella mostraba cuando no deseaba mostrarse entristecida. Ambos se miraron durante unos segundos y ella negó con la cabeza ante la pregunta que los ojos de él le transmitían. En silencio, le hizo una seña a su hermana para que le pasara el celular y, al colocarlo en su oído, escuchó la voz de Myriam explicando las razones por las cuales no podría ir.

—¿Me tiene miedo, Bregman? —interrumpió Javier, oyendo el silencio del otro lado—, si no es así, demuestremelo viniendo a la quinta.

—No tengo nada que demostrarle —respondió indiferente.

—Entonces, ¿sí tiene miedo? —interrogó burlón—. No es un matadero si eso piensa y si tanto le molesto no se preocupe yo me voy, celebrá tu cumpleaños acá con mi hermana y a todos los que quieras invitar.

Cortó la llamada y le entregó el celular a su hermana. Atónita, ella comenzó a interrogarlo, pero él solo sonrió, recogió todas sus pertenencias de la mesa y salió del lugar sin decir una palabra más. No tenía intención de ir a ningún lado; simplemente estaría al lado de sus hijos de cuatro patas, apartado de su hermana y de todos los que vendrían a esa quinta.

En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora