Capítulo 23

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Se podría decir que el presidente no era un experto bailarín, pero se le daba bien improvisar. De vez en cuando observaba los pasos de Myriam y los imitaba rápidamente para no perder el ritmo. Al fondo, sonaba una música tranquila, como si quisieran que disfrutaran de un momento de baile tierno. Javier observaba a su alrededor, moviendo la cabeza divertido, y sonrió a la culpable de dicho acto: Victoria Villarruel. Mientras tanto, Myriam lo miraba a él, perdida en su sonrisa o en sus ojos, cautivada por sus facciones tan únicas que lo hacían ser él.

—¿No sabes bailar estás canciones? —preguntó Myriam risueña.

—Vos tampoco, no me eches al fuego así —respondió entre risas contagiando a la rubia.

Rieron como si nada más importara, lo que provocó que todos dirigieran su atención hacia ellos. Todos fueron testigos de cómo disfrutaban juntos, y por alguna razón, se complementaban de formas totalmente distintas. Karina observó a su hermano más feliz que nunca, incluso más que antes de asumir la presidencia. Parecía ser una persona diferente a la que era antes, con emociones distintas.

—¿Qué te preocupa, Kari? —habló Victoria sin dejar de mirar a la pareja bailando—. ¿Te molesta que estén juntos? Si querés cambio la música y...

—No, no, déjalo así —interrumpió de manera inmediata, retirando su mirada para ver a Victoria—. ¿No te parece que Javi cambió en algo?

—Sabes que eso estaba pensando —contestó ahora concentrada en Karina—, cuando lo ví un día después de que él asumiera, me habló de que estaba lloviendo y que quería reunirse con Patricia, ¿Él, reunido con Patricia?

—Sí, no haría eso —susurró mientras vagaba en sus pensamientos—. Su seriedad desapareció de la nada, ahora veo que habla poco y su carácter... Es distinto.

—Bueno, capaz sea porque Myriam le está ablandando ese corazón de piedra que tenía y eso mejor así, dos hermanos Milei con carácter fuerte... Sinceramente, era mucho. —Trató de aliviar la preocupación de Karina, esperando que funcionara.

—No, Javi tuvo varias mujeres y jamás fue así con ninguna, vos lo viste —le recordó—, él no era... Así.

—Tenes razón, ser tierno no era lo suyo —contestó convencida por el cambio—. Bueno, no podés hacer nada para entenderlo, fue muy repentino.

Mientras las mujeres se dejaban llevar por la música, con la mirada fija en el centro, Javier y Myriam continuaban riendo, compartiendo un momento cómplice. Se divertían con los pasos peculiares del mandatario y, de vez en cuando, con los de Myriam, improvisando a su manera. Al dar el último paso, Javier tomó la mano izquierda de Myriam y la hizo girar completamente en su lugar. Los invitados estallaron en aplausos, y ellos se retiraron del centro para descansar, conscientes de que ya no tenían la energía de antaño.

—Muy bien, les hacía falta ese baile —habló Victoria mientras cambiaba la música a otra movida—. ¿Ya oficializaron y me van a contar?

—No, no, ¿Oficializar qué? —respondió Myriam, mirando amenazante al mandatario por dejarla con el interrogatorio—. Fue un baile nada más.

—Ustedes me están jodiendo. —Victoria se cruzó de brazos y fijó su mirada en Javier—. Es muy obvio, no se guarden que de acá no sale nada se los prometo.

—¿Obvio qué? No entiendo —intervino Javier—, ¿Qué va a ser obvio?

—Les cuento, tortolitos —suspiró y luego continuó—, todo es obvio. Javi vos no sos así, cambiaste en todo, tu carácter, tu seriedad y hasta en tu amabilidad, nunca trataste así de amable o tierno a alguien. Es como si Myriam te hubiera cambiado, sos como un nuevo Javier Milei; que admito me gusta más.

De repente, todas las piezas encajaron en la mente de Javier, y miró a Myriam con una preocupación disimulada. Se dio cuenta de que su versión en este país era completamente distinta a su verdadero yo, y por eso todos creyeron que algo iba mal, porque su personalidad era diferente. A pesar de sus esfuerzos por actuar con normalidad, los nervios lo estaban traicionando. Sin embargo, la mano de Myriam sobre su brazo lo hizo volver a la realidad.

—Bueno, ya era hora de que cambie —dijo Myriam, tratando de improvisar—, dos hermanos con el mismo carácter... Era explosivo.

—Eso estaba diciendo yo. —Victoria sonrió—. Que raro vos, no sabía que te gustaba Javier. Pero bueno, son cosas que pueden pasar con tanta convivencia. Sé que es obvio pero necesito que me cuenten ustedes, ¿son algo?

—¿Somos algo? —susurró la vicepresidente, retiró su mirada a los ojos celestes de Javier y él sólo apartó la mirada—; sí, somos algo... Hay que ver, pero ponele que sí.

—Bien, ¿que les costaba? ¡Felicidades! Les prometo que no digo nada. —Villarruel les sonrió y regresó junto a los demás.

—No me mires así, era eso o decirle que no somos de acá —regañó Bregman ante la penetrante mirada del presidente—, le hubieras contestado vos sí tanto te molesta.

—No, déjalo así —susurró—. No me molesta.

Para cuando Myriam intentó establecer contacto visual con él, Javier ya estaba dirigiendo su mirada hacia otra persona, un hombre mayor a quien reconocía perfectamente: José Luis Espert. En silencio, observó cómo se emocionaban al abrazarse con una alegría contundente. Ella no pudo evitar sonreír antes de marcharse de allí. Al sentir la frescura de la tarde en su piel, se masajeó los brazos, contemplando el cielo teñido de rojo sobre ella como una obra maestra perfecta de la naturaleza.

—Que cambiado estás. —José palmeó el hombro de Javier—. Anda, se fue tu novia hacia afuera, seguro que se te va.

Milei frunció el ceño con expresión confundida, su característica media sonrisa se desvaneció mientras miraba a su alrededor. Percibió la ausencia de Bregman y comenzó a buscarla con la mirada. Fue entonces cuando observó la mano de José indicándole la salida al patio, agradeciéndole con una sonrisa partió apresuradamente. Mientras avanzaba a paso rápido, saludaba a quienes se cruzaban en su camino y diviso la silueta de Myriam a lo lejos, quieta sobre el verde césped, absorta en la contemplación del cielo, abrazándose a sí misma.

Sus pasos resonaban con tranquilidad mientras se acercaba, su mirada se perdía en el cielo y el único sonido que escuchaba era el roce de sus pies con el césped. Un viento refrescante le trajo alivio, haciéndole notar lo sofocante del calor. Al llegar junto a Myriam, se despojó del abrigo de su traje para colocárselo sobre los hombros. Bregman intuía la presencia de alguien acercándose, pero no sentía la necesidad de voltear. Fue entonces, al percibir el peso de la prenda sobre sus hombros, que se encontró con los ojos celestes del hombre a quien tanto odiaba.

—¿Por qué saliste? —interrogó Javier—, ¿Te sentís mal?

—Necesitaba espacio, no me acostumbro a estar con —retiró su mirada de sus ojos y la fijó en la casa—, todos ellos... ¿Vos por qué viniste?

La pregunta de Myriam lo tomó por sorpresa. Milei se pasó la mano por el cabello y contempló el cielo rojo, sin encontrar una explicación para su comportamiento, él simplemente actuó sin pensar . Las palabras no querían salir, como si estuvieran atascadas en su lengua, y su única opción fue escapar. Sin embargo, cuando intentó hacerlo, sintió la fría mano de Myriam aferrarse a la suya. Bajó la mirada hacia sus manos entrelazadas y luego la alzó para encontrarse con los ojos que lo observaban fijamente, casi sin pestañear.

La mano libre de Myriam acarició su mejilla y un escalofrío recorrió toda su espalda, pero fue el frío el que lo despertó, haciéndole comprender la situación. Myriam se acercó a él con una lentitud exasperante, torturándolo con cada movimiento. Podía escuchar el acelerado latido de su propio corazón mientras sus ojos escudriñaban el rostro de ella, deteniéndose en esos labios que se aproximaban. Fue un lento y tortuoso acercamiento, a escasos centímetros de rozar sus narices. La mano aún posada en su mejilla ejerció una agradable presión en su rostro, y sintió que aquello era una breve señal, aunque sus respiraciones se aceleraron, ninguno tuvo el valor de continuar.

Myriam suspiró, buscando liberar la tensión que la atormentaba, y una fugaz imagen invadió su mente: a ambos besándose bajo el hermoso atardecer. Sintió el calor en sus mejillas y percibió que sólo faltaba un centímetro para unir sus labios. Sin embargo, Myriam redirigió el destino de su boca hacia la comisura de los labios de Javier, cerrando sus ojos. Luego se alejó apresuradamente de él y regresó a la casa.

En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora