Capítulo 27

39 7 0
                                    

Javier se dio cuenta de que Myriam estaba realmente ocupada, pero su aburrimiento se hizo evidente cuando dos largas horas pasaron rápidamente. Reunió todo en un solo lugar y se levantó de la silla antes de salir en busca de la vicepresidente. Cuando la encontró hablando por teléfono, ella cortó la llamada y lo miró como si fuera un intruso. Myriam ya no llevaba consigo la carpeta; en su lugar, sostenía en sus manos un conjunto de hojas que capturaron la atención del mandatario.

—¿Qué es eso? —preguntó intrigado, observando que la mujer pasaba de largo.

—Papeles nada más —respondió, yendo a su despacho para tirarlos—, ¿Volvemos?

Javier asintió, y Myriam tomó su brazo antes de dirigirse de regreso al despacho presidencial, haciendo que su corazón saltara de emoción al estar nuevamente a solas. Observó cómo Myriam se acercaba a él, depositando un beso en su mejilla antes de abrazarlo. Se sintió cautivado por la delicadeza con la que ella lo estaba tratando, y sonrió entre sus brazos. No pasaron más de dos minutos abrazados antes de que ella finalmente decidiera besarlo, sus labios succionando los suyos en un vaivén adictivo que Javier no deseaba detener. Con una mano en la nuca de ella, la atrajo aún más cerca, temeroso de que pudiera escaparse de sus brazos.

Él estaba tan concentrado en la tarea que se volvió ajeno a su entorno, inmerso por completo en una nube de pensamientos y sensaciones placenteras. Sin embargo, un repentino dolor lo sacó de su ensimismamiento, obligándolo a retroceder bruscamente. Recordó que había estado inclinado durante mucho tiempo, y ese acto había desencadenado los cortos pero tortuosos toques de dolor en su espalda. Javier apartó la mirada del suelo y fijó la vista en un punto indefinido mientras se esforzaba por contener la mueca de dolor que amenazaba con aflorar. En ese momento, sintió una de las manos de Myriam sobre su espalda, y el alivio que le transmitió con ese masaje lo calmó inmediatamente.

—Sentáte un rato —sugirió ella, señaló con la mirada una de las sillas y él se acercó a una para tomar asiento.

La escena se desarrolla con una rapidez sorprendente, Myriam se acerca y toma asiento en las piernas de Javier, dejando reposar ambas piernas a un lado. Javier la abraza, envolviéndola en su cuerpo, y ella recuesta su mejilla en el hombro del presidente, sumergiéndose en una paz que no había experimentado antes, al menos no con tanta intensidad como en ese momento. Sus preocupaciones se desvanecen al cerrar los ojos, mientras en esa cercanía, Myriam posa su mano en el pecho de Milei, sintiendo con cada latido los segundos que pasan. Una sonrisa triste se dibuja en su rostro al ironizar su situación debido a su antiguo odio hacia él, recordando todo lo que había hecho para verlo caer; con nulos resultados, por supuesto.

—Javi —susurró, captando la atención del presidente—, ¿Qué tanto...?

—¿Qué tanto? —repitió confuso, bajando la mirada a sus ojos—. ¿Qué pasó?

—Nada —respondió, le dedicó una sonrisa y besó sus labios con determinación.

Incapaz de descifrarla, su complejidad lo abrumaba, sumiendo su ánimo en frustración. Sin embargo, la intriga cedió ante el suave roce de los labios de Myriam, que absorbían los suyos con delicadeza, concediéndole libertad al entreabrir su boca. Pronto, se vieron inmersos en un vaivén de besos, donde sus lenguas danzaban al compás de sus respiraciones, mientras sus corazones latían con premura. Las caricias de Bregman lo dejaron perplejo, marcando con invisibles huellas toda su faz, cuello y pecho; un acto que lo fascinó, revelando una ternura que encubría intenciones ocultas.

Él fue incapaz de controlarse, de dejar que las manos de Myriam lo controlarán, pero el éxtasis en cada beso lo dejó abrumado; deseoso. Dejó que ella tuviera el control por unos segundos antes de posar una de sus manos en su rostro, devorando sus labios con tenacidad emergiendo presión en su mejilla. Bajó su mano hasta parar a su cuello y con su otra mano la atrajo a él. Milei acabó el beso para tomarse el tiempo de verla, su respiraciones aceleradas hicieron que sonriera victorioso antes de que él soltará un jadeo silencioso. Retiró su mirada de sus ojos y las posó en las manos de Myriam que reposaban en su estómago y la tomó antes de depositar un suave beso sobre ella.

—Lo terminamos acá o no salimos más —mencionó divertido, moviendo sus cejas a la par que enseñaba su sonrisa a boca abierta.

Permitió que Myriam se levantara, entre risas silenciosas que sugirieron una mezcla de nerviosismo y burla. Ajustó su corbata y desordenó su cabello antes de peinarlo con premura, para luego ajustar su traje bajo la atenta mirada de la dama. Mientras alisaba su muslo con la palma de la mano para corregir las arrugas del pantalón, elevó la mirada para clavarla en ella con una sonrisa cómplice.

—No me mires así —regañó risueña, cubriendo su boca antes de apartar la mirada.

Javier soltó una risa silenciosa y prosiguió con su compostura antes de acomodarse en su asiento, apoyando el codo en los reposabrazos de la silla mientras dejaba descansar su barbilla en la palma de la mano. Entornó los ojos y exhaló un largo suspiro con la intención de aquietar sus latidos y sofocar el deseo que empezaba a devorarlo.

—¿Por cuánto tiempo vas a estar así? —preguntó Myriam, ocultando su sonrisa pícara bajo su mano.

—Si me miras de esa forma. —Javier bajó la mirada a su entrepierna, luego sonrió—, más de una hora.

—Ay no. —estalló a carcajadas dándose vuelta para ocultar sus mejillas rojas—. ¿Querés que me salga?

—Sí —articuló, sonriendo de oreja a oreja por la risa de Myriam.

Antes de verla dirigirse hacia la salida, retrocedió y se acercó a él para sellar su encuentro con un prolongado beso en los labios. Una vez concluida la travesura de la mujer, Javier soltó una risa cómplice, consciente de su coqueteo con claras intenciones de seducirlo. Afortunadamente, ella logró su cometido y arrancó un suspiro silencioso que la hizo reír; intentó escapar, pero la mano del presidente la detuvo al instante. La atrajo hacia sí y, con un solo movimiento, la obligó a sentarse entre sus piernas, riendo al unísono por la situación.

—Soltame, Javi —pidió entre risas—, Tenés que estar listo para irte.

—Va a ser una reunión aburrida, pueden esperar —sentenció, ocultando su traviesa sonrisa en el cuello de Bregman.

—Es una reunión bilateral, no sea boludo —regañó, obteniendo un electrizante escalofrío cuando los labios húmedos del presidente besaron su cuello.

Odiaba que sus besos resultarán expertos, confiados en besar con sabiduría dejando por el camino la humedad de su saliva, besó cada parte de ella hasta llegar a su clavícula y cuando se detuvo ella buscó con desorientación la cercanía de esos labios. En su lugar, encontró media sonrisa en el rostro de Javier y luego sintió un breve roce en su labios antes de que la soltará.

—Tenés razón —mencionó divertido, esperó paciente a que ella se levantara pero no sucedió—. Si querés podés levantarte o directamente nos quedamos acá.

Cuando Myriam recobró la compostura, se levantó de sus piernas antes de escapar con premura. Al abandonar el despacho, apaciguó su respiración y se encaminó hacia su propio recinto para intentar, al menos, controlar su hiperventilación.

En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora