capítulo 13

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Era un proceso largo, como caminar descalzo por un camino lleno de piedras; pero una vez superado el dolor, la satisfacción de haber logrado algo lo inundaba. Javier lo intuía así, con tantas voces susurrando maldiciones a sus espaldas, pero todas esas palabras carecían de importancia cuando una sola resonaba en su mente: "libertad". Muchos señalan no tener miedo, pero todo es una farsa oculta detrás de una valentía imaginaria; sí tienen miedo. Entre tantos, el miedo al fracaso era un enemigo mortal de todos aquellos que estaban dispuestos a superarse.

—¡Hay deflación! —exclamó Karina, abrazando a su hermano con emoción—. Un cambio, un cambio enorme.

—Falta mucho, pero lo logramos —respondió, tragando su propia preocupación—. Estamos en un momento histórico y es un regalo espectacular.

Habían vivido ese momento; Myriam y Javier sabían lo que sucedería y las decisiones difíciles que tendrían que tomar, pero ninguno estaba dispuesto a cambiar el rumbo. El fracaso parecía materializarse, tocando la puerta como un invitado al que habían echado por su comportamiento poco ético; carente de emoción. Sin embargo, tener miedo al fracaso era el comienzo de una guerra que estaban dispuestos a ganar. El tiempo transcurría como el viento; veloz como siempre, y esos duros meses se transformaron en risas que marcarían el recuerdo del archivo mental llamado "buenos recuerdos".

—¿Deflación? ¿Javier me estas cargando? —dijo Myriam—, ¿Qué paso con el resto? ¡estamos a media crisis mundial! Una guerra, muertes, pérdidas... ¡¿Qué tenes en la cabeza?!

—El pensamiento de restaurar lo que se perdió, Bregman —respondió, elevando su rostro tras acomodarse en su asiento—. Nos dejaron una tarea difícil, nos metieron en una Argentina que jamás quise conocer y yo pienso arreglarlo cueste lo que cueste.

—No es nuestra Argentina y la estás empeorando —comentó, caminando de un lado a otro—. ¿Qué vamos a hacer? Javier yo prometí trabajar en paz como debe ser, pero tu manera tan desagradable de ser me perturba, mis pensamientos al respecto no van a cambiar y yo me opongo a todas tus ideas.

—Yo no voy a cambiarlas —sentenció, ignorando la mirada amenazante de la rubia—, no voy a cambiar nada.

Estar molesta por una buena noticia no era su problema. Ella sentía el mal presentimiento de estar haciendo lo incorrecto y, por ende, se desquitaba con las decisiones del mandatario. Más allá de trabajar a su lado, de permitir todo lo que al presidente se le ocurría y todo lo que estaba ocurriendo, ella aún pensaba que todo ese cambio estaba siendo en vano para un futuro inexistente.

Myriam lo escudriñó, buscó en esa mirada agotada lo que sus pensamientos ocultaban; intentaba leerlo, veía a un ser humano dispuesto a agotarse sólo por cumplir una meta. Bajó su mirada a las manos del presidente que se movían con desdén, tecleando en esa computadora tan vieja como la casa rosada en sí. Observó su rostro inexpresivo y finalmente comprendió que no era capaz de conocerlo como tanto deseaba si tan solo lo miraba; sin decir una palabra.

—Un avance —interrumpió, capturando la atención de Javier—, es un avance muy pequeño. Admito que es una buena noticia, pero hay que encargarnos del problema número 99.

—Es lo que intento hacer —aclaró, quitándose los lentes para masajear su rostro—, lo resuelvo a mi tiempo. Haré lo posible para levantar a la Argentina que estaba perdida, a esta; y si volvemos a la nuestra, también a esa.

—Vamos a volver estoy segura —afirmó, tomando asiento frente a él; sentados cara a cara con la mesa de por medio—, porque prometo que si volvemos y si de alguna manera me convences, no voy a salir a las calles a ponerme en tu contra. No va a pasar así que no me voy a preocupar.

—Va a pasar, te lo aseguro —contestó, esbozando una sonrisa burlona—. Imagino que ponerte en mi situación y ver a Bullrich en las calles te resultó muy molesto, ¿no?

—Mucho —confesó Myriam, soltando una carcajada a la par del ojiceleste—, ella no sabe cómo dar marchas. ¿Podes creer que tengo ganas de ir y enseñarle cómo manifestarse? Y cuando le enseñe, voy a volver acá para odiarla como se debe.

Las risas comenzaron a sonar por todas las esquinas del despacho, como si de alguna manera esa fuera una señal de que todo comenzaba a ir de una manera más fácil y divertida. Los comentarios no cesaron, cada quien lanzaba una burla a quienes fueran; hasta de ellos mismos, por primera vez no se sintieron molestos. Así como los minutos pasaban, el tiempo les regalaba un momento de paz en que ambos pudieran descansar; bebiendo un café acompañado de medialunas mientras reían.

—No, fue terrible —contó Myriam, sosteniendo la taza de café con ambas manos mientras reía—, a Nicolas se lo llevaron a una esquina mientras él gritaba y gritaba. Confieso que yo apenas lo vi me fui de ahí y cuando lo soltaron no me di cuenta que ya lo tenía detrás de mí.

—Lo vi, en las cámaras estabas eufórica; gritando que los policías los "atacaron" —recordó, imitando con señas exageradas la reacción de Myriam—. Ustedes y la necesidad de exagerar todo.

—No me culpes, sí nos empujaron —defendió, bebiendo otro sorbo de café; disfrutando su sabor.

Estaban en un momento crítico; revelar sus verdaderas identidades detrás de las cámaras era como entregarle una daga al enemigo. Sin embargo, a ellos no les importaba; al menos a Myriam no, porque Javier mantenía su seguridad y la de los suyos al tener la boca cerrada. El mandatario sólo se dedicaba a reír y hablaba cuando era necesario. Creyó que Bregman le tendía una trampa esperando que él se soltara; pero comenzó a dudar, ella parecía soltarse sin que él se lo pidiera.

Descubrió que adora a los animales, le gusta caminar y aparentemente es fan del rock; su vestimenta tan libre se lo enseñaba. Javier se tomó el tiempo de apartar todo el trabajo a un lado para escucharla, reírse con las ocurrencias de la mujer y descubrirla siendo normal. Comprendió que tenía mucho carácter; casi como Victoria y su hermana, pero ella tenía mucha convicción y sostenía sus ideas con tanta determinación que por un momento sintió algo en común con ella.

En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora