El tiempo transcurría inexorablemente, una verdad que todos reconocían en el constante devenir. El día avanzaba según lo establecido por el devenir de la vida, mientras las nubes gradualmente se interponían entre el sol y la tierra, aún cuando este brillaba con intensidad. Las ruedas giraban velozmente sobre el suelo, y el agotamiento se reflejaba en los rostros de los trabajadores que luchaban por seguir adelante una vez más. El presidente de la nación pasó la palma de su mano por su rostro, exhausto, y atravesó adolorido las puertas de la Casa Rosada, en busca de algo que había olvidado anteriormente.
—¿Cómo están? —saludó el presidente, ingresando sin frenar.
Por alguna razón, los corazones sincronizados podían sentirse mutuamente, como si existiera una conexión irrompible que los unía a pesar de las adversidades. Javier presentía que alguien aguardaba detrás de la puerta, mientras que Myriam centraba toda su atención en la entrada, sintiendo que en cualquier minuto alguien podría entrar. Fue entonces cuando sus miradas se encontraron una vez más; ambos sabían que volverían a verse, pero la sorpresa no pasó desapercibida.
Javier apenas tuvo tiempo para asimilar lo que ocurría. Una niña se levantó de su asiento y corrió hacia él con determinación, abrazándolo con fuerza antes de que pudiera siquiera saludar. La presencia de la pequeña era imposible de ignorar, y Myriam no pudo ocultar su sonrisa cómplice. Milei, sorprendido, bajó la mirada hacia la niña y quedó cautivado por el color de sus ojos, idéntico al suyo. Lentamente recorrió cada rasgo de su delicado rostro antes de volver la mirada hacia Myriam en busca de respuestas en el breve silencio que siguió.
—¡Muley! —exclamó la niña.
—Llegó Milei —habló Myriam divertida, se levantó de la silla y se acercó al mandatario—. Camila, ya va a venir tu comida, ¿Me esperas un rato sentada? Voy a hablar con Milei.
—¿Quién es? —interrogó Javier, admirando la obediencia de Camila—, ¿Tu sobrina?
—No, la encontré en mi recorrido —informó, retirando su mirada hacia la mesa, sonriendo de manera dulce—, su papá la abandonó entre la gente. Victoria dijo que no podía llevarla con ella, me ofrecí a cuidarla o se ponía a llorar.
—Que gente más hipócrita —murmuró, sonriendo cuando los ojos curiosos de Camila lo observaron—. ¿Vas a esperar a Victoria? Ya se está haciendo tarde.
—Eso esperaba —contestó, buscó la hora en su celular y elevó su mirada a los ojos perdidos del presidente—. Le iba a dar de comer, no sabía que ibas a venir. Nosotras nos vamos a mi despacho, no queremos molestar.
—No, quédense. Mirá el espacio de la mesa, hay que aprovechar —insistió, conectando la mirada con la de Myriam—. Yo vine a buscar mis anteojos, no hace falta que se vayan.
—Ah, ¿ya te vas? —susurró—. Imagino lo cansado que estás, mirá la cara que tenés.
Javier se aproximó a su escritorio bajo la atenta mirada de Camila, sosteniendo con firmeza sus anteojos protegidos por su estuche. Luego, se acercó a Myriam y se sumergió en la sonrisa que la mujer le dedicaba a la pequeña.
—Puedo quedarme a comer algo —sugirió Javier y la sonrisa de Camila se agrandó—, pero después me voy.
Javier nunca imaginó que terminaría comiendo en la Casa Rosada, y mucho menos en tan grata compañía. La presencia de Myriam ya no le resultaba irritante. Durante la comida, sencilla como siempre, mantuvo fija su mirada en la dueña de la melena rubia y en la niña de ojos brillantes como el cielo, admirando en silencio la amistad que ambas habían forjado en tan solo unos minutos. Quedó fascinado por la inteligencia que la pequeña Camila irradiaba, así como por su pura inocencia, que parecía tan cristalina como el agua, combinando a la perfección con la radiante sonrisa que Bregman mostraba cada vez que podía; dulce y sincera.
—¿Te gustó, querés agua? —preguntó Myriam. le acercó el vaso con agua a la menor y pronto oyó un toque en la puerta—. ¿Será Victoria?
—¡Pase! —ordenó Javier, aprovechando el momento para levantarse—. ¡Vicky! ¿Todo bien?
—¡Hola, Javi! —Victoria se acercó al presidente y lo abrazó con cariño—, yo estoy re bien. Atrapamos al tarado de su papá y la vine a llevar, su abuela materna la está esperando.
—Encontraron a tu abuela, Camí —informó Milei, extendiendo su brazo para que la menor pudiera abrazarlo por la cintura.
—¿Mi abuela Camí? —preguntó entusiasmada—, ¿Va a llevarme, Muley?
—¿Muley? —susurró Victoria, observando con ternura el pequeño rostro de Camila.
—Sí, le cuesta pronunciar la "i" —murmuró el mandatario, acariciando la cabeza de Camila—. Camí, no te puedo llevar. Pero mi amiga Victoria sí.
La sonrisa inocente desapareció en cuestión de segundos, reemplazada por una expresión impasible. Sin embargo, sólo dirigió una mirada desdeñosa y asintió brevemente. Camila se giró sobre sus talones y llamó a Myriam, quien se mantenía alejada del bullicio. Bregman acarició el suave cabello de la niña y le brindó una cálida sonrisa; sabía que esos pequeños labios ansiaban comunicar algo, y su sonrisa era una señal de que podía confiar en ella para contarle cualquier cosa.
Sin embargo, no fueron sus labios los encargados de expresar sus pensamientos al aire, sino más bien sus pequeñas manos. En primer lugar, apretó la mano de Bregman con toda la fuerza que sus dedos le permitían; luego, siguiendo el mismo procedimiento, tomó la mano del mandatario con su pequeño puño libre. Victoria quedó estupefacta, perpleja ante la curiosa acción que la niña estaba llevando a cabo. Sin previo aviso, unió la mano de Bregman con la de Milei, entrelazándolas como si fueran ganchos conectados entre sí. Ambos adultos se mostraron incrédulos, hasta que Victoria reaccionó con un breve sonido de emoción.
—Mi vida, que ternura —susurró Victoria cerca de Javier.
—No se suelten, por favor —suplicó Camila, sus ojos se cristalizaron de una manera que conmovió a los adultos.
La sonrisa disimulada del presidente logró calmar la tristeza que Camila guardaba, una tristeza que se reflejaba en sus ojitos celestes. Sin embargo, eso no fue suficiente para él. Elevó su mano y la de Myriam, mostrándoles cómo entrelazaban sus dedos, en ese silencioso gesto le demostró a la niña que podía confiar en él y en que cumpliría su promesa privada.
—¿Vamos, Cami? —La voz de Victoria los regresó a la realidad—, tu abue está re preocupada y vos seguro estás muy cansada.
—Chau, Muley —formuló la de ojo celeste, ahora enfocando su vista en la rubia—, chau Murian.
Los presentes se despidieron con cortesía, observándola alejarse tomada de la mano de Victoria, sin haber separado sus propias manos entrelazadas. Finalmente, al darse cuenta de que la figura de la niña cruzaba el umbral y la puerta se cerraba, ambos suspiraron agotados.
—Murian —repitió burlón soltandola de manera lenta—, ¿Tenés frío?
—Sí, ¿te enfríe las manos, no? —Myriam colocó sus manos frías cerca de sus labios y soltó aire caliente para minimizar el frío—, fue sin querer, no sabía que iba hacer eso.
—No, no pasa nada —respondió indiferente—, pero cuídate o te vas a enfermar... Porque tu cara está roja.
Javier descolgó su abrigo de cuero de la silla, ajeno a la perplejidad de la mujer ante sus palabras sin filtro, y pasó a su lado con paso firme, como si esperara desaparecer de su vista en cuestión de segundos. Sin embargo, sintió los dedos del mandatario rozar sus hombros mientras el peso del abrigo la desconcertaba. Bregman observó su mano blanca, con algunas venas marcadas, posada unos instantes sobre sus hombros, para luego dirigir su mirada hacia los ojos del dueño de aquellas manos. Este no mostraba ninguna expresión, o tal vez ella no podía percibirla debido a los nervios, pero sabía que algo estaba pasando por su mente en ese preciso instante.
—Dale, yo te llevo —informó el mandatario retrocediendo a la puerta sin dejar de mirarla—. Afuera hace frio, úsalo hasta que llegues. Vas a venir a trabajar quieras o no y que estés enferma no sirve de nada.
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En esta no, pero en otra sí | Milei x Bregman
Random(Javier Milei y Myriam Bregman): Un presidente y una diputada, enseñando su odio mutuo ante los medios como una tarea rutinaria, sin embargo, durante una noche de tormenta, un suceso inexplicable pasará. Un posible viaje a través de otro universo, v...