8.-En La Boca

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Max se metió los pulgares bajo la cinturilla de los bóxers, sin dejar de mirarme, y luego se sacó los calzoncillos. Pero solo fue después de cogerlos él y darme la espalda, cuando yo me atreví a mirarle con más detenimiento. Cruzó la habitación hasta llegar a una serie de puertas, supuse que sería un armario, y mientras tanto dejé que mis ojos vagaran por sus fuertes hombros y su musculosa espalda hasta...

—Me estás mirando el culo, ¿verdad? —me preguntó sin volverse. Aparté la cabeza rápidamente hacia otro lado para que no me pillara mirándole.

—Pues no —le repuse con voz quebrada por la deliciosa escena que acababa de ver, y me aclaré la garganta para disimular.
—¡Sí, claro! —me repuso con sorna cerrando las puertas del armario. Se dirigió hacia su chaqueta, cogió un paquete de cigarrillos y un mechero del bolsillo interior y luego se encaminó al sillón que había junto a la ventana y se sentó, totalmente desnudo. Como yo no sabía lo que se suponía que debía hacer, me lo quedé mirando mientras él encendía el cigarrillo y dejaba el mechero y la cajetilla en la mesita situada al lado.

Me quedé hipnotizado por la forma en que sus labios hacían el amor al cigarrillo a cada calada de nicotina. Se agarró la miembro con la otra mano y se puso a frotarse comiéndome con los ojos.

—Ven aquí —me dijo meneando la cabeza para que me acercara. Yo titubeé, viendo cómo su pene se le iba poniendo tieso ante mis ojos.

—Es hora de que aprendas tu primera lección —añadió sin cortarse un pelo y sin parar de masturbarse—. Te voy a enseñar a chupar como es debido.

Admito que tragué saliva. Y por una buena razón, teniendo en cuenta mi primer intento, ya que fue el funeral de su pene. Sabiendo que no tenía elección, me dirigí al lugar donde estaba sentado y me arrodillé entre sus piernas abiertas esperando sus instrucciones.

—Me has malentendido. Quiero que te sientes en el sofá —dijo apagando el cigarrillo en el cenicero que reposaba encima de la mesita antes de levantarse y tirar de mí. Me senté en el sofá al que Max me llevó y él se quedó plantado frente a mí. Totalmente desnudo.

—Ahora voy a follarte por la boca, Sergio. Es la manera más fácil de enseñártelo. En cuanto veas lo que me gusta, lo harás mejor la próxima vez. Espero que lo aprendas rápido.

Se agarro el miembro con una mano y me puso la otra en la nunca, empujándome la cabeza hasta pegar su glande a mis labios.—Bésamelo, y no temas usar la lengua.

Abrí la boca y le acaricié la cabeza deslizando la lengua a su alrededor, cubriéndolo con mis labios. Él gimió de placer. —¡Joder, cómo me gusta! Sigue. Ahora chúpamela un poco.
Lamiéndole el glande, me lo metí en la boca y lo chupé como si fuera una paleta. Además, después de escuchar sus instrucciones quería lucirme en ello.

—Ahora agarra la base y apriétala un poco. Hice lo que me pidió y la sentí enardecerse más todavía en mi boca. Él me presionó la cabeza hacia delante para que me la metiera más adentro mientras meneaba las caderas con un cadencioso vaivén.

—¡Oh, Dios, sí! Sigue así —dijo gruñendo de placer mientras me la metía hasta el fondo. Para que no fuera como las típicas actuaciones del Foreplay, se la agarré un poco más arriba de la base para que no me la hincara hasta la campanilla.

Agarrándome del pelo de la nunca, Max fue moviendo mi cabeza hacia adelante y atrás. En cuanto mi boca se acostumbró a su invasión, él meneó las caderas más deprisa. La habitación estaba sumida en el silencio, solo se oían mis ávidos chupeteos y los profundos gemidos de placer que salían de su garganta mientras se miraba follándome por la boca, además de toda la mezcla de nuestros aromas, cualquiera ahí sabría lo que había pasado.

Secretos inconfesables || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora