9.- Pasado Pisado

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Narración :Max

A la mañana siguiente me desperté, medio dormido, con mi entre pierna dura como una piedra metida entre algo cálido y blando. Mi mano rodeaba algo precioso, y lo estrujé para asegurarme de que era real. Odio los traseros  de silicona y aunque había visto el de Sergio a través del pedacito de tela que llevaba en el club —y luego cuando se sacó el jean anoche—, no sabes si es de verdad hasta que lo palpas. A pesar de que la industria de la cirugía estética esté progresando a pasos agigantados en esta cuestión, lo artificial no se pueden comparar a un buen trasero real en las manos de uno.

Y ahora ya no me cabía la menor duda, el suyo era natural y además innegablemente perfecto.
Deslicé el pulgar por su pezón, gozando con la forma en que se puso al acariciarlo. Sergio tenía una boca deliciosa —¡vaya qué boca!—, pero sospechaba que cuando hubiera sentido mis caricias, la usaría para suplicarme que quería más en lugar de para ver de cuántas formas me podía fastidiar en cuanto la abría.

Al levantarme de la cama a mi pesar, advertí que Sergio gemía protestando por ello. Seguía durmiendo profundamente y no se había dado cuenta de que me echaba de menos. De haber estado despierto estoy seguro de que se habría alegrado de perderme de vista.
Así que me tendría que haber sentido como un tonto, porque yo, un absoluto desconocido, lo estaba obligando a hacer cosas que no quería, pero era el quien había accedido a este trato. Además, había señales de que seguramente le gustaba que lo obligaran a desatar la bestia sexual que llevaba dentro.

Había visto la expresión de sus ojos mientras le metía mi miembro en la boca la noche anterior. Le había encantado, y yo me alegraba, porque pensaba metérsela muchas veces más. Me dirigí pesadamente al baño y abrí el grifo del agua caliente para llenar el enorme jacuzzi. Era la primera vez que lo usaba desde que los había encontrado en él en plena movida.

Yo era el principal accionista del "Loto Escarlata" , la compañía de mi padre. Mi madre,  que a lo largo de su vida había sido budista, fue la que le puso el nombre a la compañía. La flor de loto al principio no es más que una semilla en el lodoso fondo de un estanque y poco a poco va creciendo hasta salir a la superficie para florecer.

El color rojo simboliza el amor, la pasión, la compasión y todo lo relacionado con el corazón. Mi padre, Jos Verstappen, pensó que el nombre le iba como anillo al dedo a la compañía. El "Loto Escarlata" era el lugar donde la gente podía llevar sus más genuinas ideas —las ideas cercanas y queridas que no podían materializar por falta de capital— y verlas crecer hasta florecer.

El "LotoEscarlata" les ayudaba a realizarlas a cambio de recibir una parte de las ganancias. Mi madre había insistido en que la compañía colaborara en mejorar el mundo, con lo que realizar obras benéficas era tan importante para nosotros como la idea de fomentar el desarrollo.

Hacía casi seis años que mis padres habían muerto en un accidente de coche, dejándomelo todo a mí: el dinero, la casa y las acciones de la compañía que mi padre había adquirido. Pero ninguna de estas cosas podía reemplazar su presencia y además no me las merecía en absoluto.

El socio de mi padre, Toto Wolff, que llevaba jubilado ya tres años, había entregado todas sus acciones a Gasly, su único hijo. Gasly y yo habíamos sido amigos íntimos en la infancia. Al triunfar nuestros padres, era prácticamente imposible saber quiénes eran amigos nuestros de verdad y quiénes nos lamían el culo para sacarnos dinero. Gasly y yo habíamos aprendido a base de golpes que solo podíamos depender el uno del otro.

Nos metíamos continuamente en problemas, retándonos para hacer sin siquiera pensarlo las proezas más ridículas. Pero nuestros padres siempre acababan arreglando nuestros estropicios, no podían permitirse que los herederos de la fortuna del Loto Escarlata salieran en las noticias de los periódicos sensacionalistas.

Secretos inconfesables || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora