Narración: Max
Las cosas no iban como yo esperaba.
Ese Omega me estaba matando, me la ponía dura como el hierro a todas
horas. Sergio era demasiado complaciente, demasiado tentador, demasiado difícil de rechazar. Pero yo lo había conseguido. Gracias a Dios, lo había conseguido. Incluso me había logrado resistir cuando el sacó ese voluptuoso labio inferior suyo en un mohín.Bienvenido a la santidad, Max Verstappen. La noche anterior había sido una gozada. Una auténtica gozada. Pero después me sentí fatal. Le había quitado la virginidad, ¡por Dios!
Le faltó todo aquello de lo que debería haber gozado en un día tan
importante como ese. No sucedió en un lugar romántico, ni le prometí
amarlo hasta que la muerte nos separara. Solo fue un acto de lo más carnal. Me lo había follado.Y si bien yo había gozado como un loco, me costaba creer que para el
hubiera sido el momento más importante de su vida. Sí, es cierto que me había pedido más. Pero Sergio debía de ser un masoquista.
Aunque ¿acaso no era eso lo que yo quería? Alguien que satisficiera
todos mis deseos y mis fantasías sexuales, un Omega que se ocupara de mis necesidades sin que yo me tuviera que preocupar lo más mínimo por las suyas. Sin lazos emocionales, sin mordida, sin peleas sobre dónde íbamos a ir a cenar, ni un incómodo primer beso o un encuentro con sus padres, ni la posibilidad de encontrarlo en mi cama con cualquiera de mis supuestos
mejores amigos, sin compromisos de por medio. Y punto.Sergio y ese contrato me proporcionaban exactamente todo eso. ¿Por qué entonces me lo estaba cuestionando?
Porque de alguna manera me sentía distinto. Pero sentirme distinto era
bueno. Y cuando eso distinto me estaba envolviendo la polla era una
auténtica gozada. De acuerdo, esto resolvía mi misterioso lapsus en mi modo de comportarme. Tras haber recuperado el juicio y recordado lo que yo quería, esperé a que Sergio se reuniera conmigo en la limusina para ir de compras. A una tienda de lencería. Era algo que yo esperaba con ilusión, pese a saber que el permanente paquetón que sobresalía de mis Levis solo iba a crecer aún más. Pero no me importaba, porque esta vez me había puesto mis pantalones holgados de comando. Al menos así no se me saldría al reventárseme la cremallera, ¿verdad?Pues estaba muy equivocado. Yuki le abrió la portezuela del coche a Sergio cuando por fin el bajó para reunirse conmigo, y te juro que podría haberle arrancado la cabeza a Charles Lecrec con mis propias manos. O pensándolo mejor, tal vez debería subirle el sueldo. Mi Omega de dos millones de dólares llevaba un pantalón negro de
algodón que apenas le dejaba respirar y que le destacaba el culo, una camiseta sin mangas, del mismo color que sus ojos, y encima se le marcaba su trabajado abdomen. A juzgar por lo tiesos que tenía los pezones, yo diría que en la limusina hacía algo de frío y que debía pedirle a Yuki que bajara un poco el aire acondicionado. O no.-¿Cómo te fue con Charles? -le pregunté intentando calmarme, porque me encontraba a cinco segundos de ese futuro tan cercano, donde lo follaba aquí mismo.
-Me lo pasé muy bien con el -respondió-. Pero tuviste razón. Es
un entrometido. Por suerte para ti lo calle enseguida.Se echó a reír de una forma que casi me pareció delicada, era muy
distinto a como yo lo había visto comportarse hasta ahora. Y no supe cómo tomármelo. Me refiero a que si Sergio empezaba a actuar de un modo tan inocente y jodido, me podría sentir peor aún por lo que yo estaba haciendo. Necesitaba cabrearlo o hacer que el me cabreara a mí.-Mmm, mmm, qué bien -le respondí rápidamente-. Así es que no llevas nada debajo del pantalón, ¿verdad?
-¿Qué? -me preguntó pasmado-. Pues no. Te deshiciste de toda mi
ropa, ¿recuerdas? Y no me dejaste comprar nada cuando fui de tiendas con Charles.
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Secretos inconfesables || Chestappen
RomantikSergio Pérez tiene un secreto. Cuando un asunto de vida o muerte amenaza con acabar con su familia, Sergio decide hacer un sacrificio muy especial. Se ofrece en puja en el club erótico más exclusivo de Mónaco. Ahora, Checo es propiedad de Max Versta...