17.- Casi, Pero No.

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Narración: Max

Sergio estaba lavando los platos mientras bailaba por la cocina al ritmo de una melodía que sonaba en su cabeza. Tenía que acordarme de comprarle un iPod cuando fuéramos de compras. Meneaba las caderas brincando por la cocina con el pelo moviéndosele de un lado para otro. Sergio giró sobre símismo con la cabeza echada atrás, bailando y riendo como si no tuviera ninguna preocupación en la vida.

No pude evitar soltar unas risitas cuando al rascarse la nariz se le metió jabón a la nariz y boca, lo escupió y aparto de un manotazo el jabón en la punta de su nariz.

Cerré el programa, sabiendo que si me distraía contemplándolo no revisaría los archivos que debía repasar ni le escribiría el e-mail a Carlos para que lo enviara a los de la junta directiva por la mañana.

Un par de horas más tarde, ya veía doble antes de terminar mi trabajo.
Apagué el ordenador y la lámpara del escritorio y fui a acostarme.

Cuando llegué al dormitorio vi que Sergio ya estaba durmiendo con un aspecto angelical. Pero sabía que el era en realidad el demonio disfrazado.

Me di una rápida ducha y me metí en la cama, alegrándome al descubrir que estaba desnudo, tal como le había pedido. Por tanto me acurruqué contra su espalda rodeándole el vientre con los brazos. El se revolvió un poco en sueños y masculló algo ininteligible antes de dejar de moverse y de que su respiración se normalizara de nuevo.

De repente se me ocurrió que tal vez lo de Sergio se me estuviera yendo de las manos y que no me lo podía permitir. Mañana volvería a reafirmarme en mi postura y le recordaría tanto a el como a mí la razónpor la que Sergio estaba aquí.

Lo haría mañana...

A la mañana siguiente me desperté con el miembro embutido en la misma precaria postura, entre sus aterciopelados muslos, igual que el día anterior.

Pero hoy sería distinto. El estaba aquí por una razón y yo aunque no fuera
del todo un cabrón, tenía mis necesidades fisiológicas.

Estaba con el brazo izquierdo rodeándole la cintura y con la otra mano cubriéndole su pecho. Deslicé la base del pulgar por su pezón... y nada. Bueno, probaré con otra cosa, me dije.

Entonces intenté excitarlo pellizcándoselo un poquito con el pulgar y el índice cada vez que se lo acariciaba. Se retorció un poco en sueños y esperé que fuera porque le resultará agradable y no porque pudiera oír mis inmaduras divagaciones. Al moverse me di cuenta del hierro al rojo vivo que tenía pegado al cuerpo y del demencial gusto que me daba cuando lo meneaba entre sus cálidos muslos.

Solo necesitaba un poco de lubricación para correrme sin hundir mi verga en su virginal entrada. Todavía no estaba el preparado para eso, aunque yo me muriera por conseguirlo. Le besé el hombro desnudo y se lo cubrí con una lenta sucesión de besos hasta llegar a su cuello. Mientras tanto, meneé las caderas haciendo rodar entre mis dedos su pezón. Sergio gimió un poco y posó su mano sobre la mía.

Me quedé paralizado un segundo, preocupado por si su protesta se debía a lo que le estaba haciendo, y de pronto me dije que me me importaba poco si el quería o no que yo continuara. Para mi sorpresa, no intentó sacarme la mano. En su lugar, se puso a masajearla, animándome a tocar su pecho con más ardor.

Este acto tan sugerente para mí hizo que la embistiera con mis caderas y sentí cómo el se tensaba al ponerse la mano entre las piernas y encontrar mi polla.

-Todavía no -le susurré con los labios pegados a su cuello, y entonces me puse a chuparle la piel de esa zona, me gustaba que su aroma era más intenso aquí.

Secretos inconfesables || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora