Narración: Max
Mordiéndome el interior de la mejilla, me le quedé mirando. El se lo tomo como una afirmación.
—No voy a preguntarte la razón, porque estoy seguro de saber la
respuesta. Pero Checo… es una buen chico. ¿Por qué haría tal cosa?—No lo sé —le respondí de verdad—. Decidimos no hablar del tema.
—¿Y no crees que ahora deberías descubrirlo? —me preguntó
asombrado sacudiendo las manos en el aire—. Que tú no quieras hablar de ello no significa que no puedas indagar un poco por tu parte. ¡Por Dios, Max!, usa la cabeza que tienes sobre los hombros en lugar de utilizar la de entre las piernas. ¡Quién sabe el problema en el que estará metido!Charles se estaba jugando el pellejo de la forma en que me hablaba, pero si
alguien podía hacerlo sin que le pasara nada era el. No solo era una chico demasiado alegre y guapo como para ponerme hecho una furia, sino que además habría sido como atacar a un adolescente. Y encima tenía razón. Y si últimamente no hubiera estado tan distraído, habría hecho exactamente lo que me sugería.Sergio me estaba haciendo olvidar a su propia manera quién era yo. Disponía de los contactos necesarios para averiguar más cosas sobre el, probablemente incluso la razón por la que había decidido firmar ese contrato. Tal vez una parte de mí solo quería vivir en el mundo fantástico que había creado con Sergio.
Me refiero a que esto no cambiaba nada. Lo había comprado y punto.
Pero si estaba metido en un aprieto, quizá podía ayudarlo. Después de todo, una buena parte de lo que hacía en el Loto Escarlata era donar dinero para obras benéficas. Mi madre la habría ayudado. Ella no lo habría comprado ni desvirgado, y seguramente me hubiese arrancado la cabeza si se hubiera enterado de que yo lo había hecho, pero de todas maneras…—¿Qué te parece? —me preguntó Charles esperando una respuesta.
Lancé un suspiro.
—Haré algunas averiguaciones —transigí—. Y ahora por favor lárgate y deja de darme la lata.
—Claro —me respondió con su alegre tono habitual, saliendo
prácticamente volando de mi despacho—. De todos modos pensaba ir a hacerle una visita a Checo. Estoy seguro de que se lo pasará bien chismeando conmigo.—No saques este tema con el, Lecrec. Hablo en serio.
—Vale, vale —respondió levantando las manos en el aire como si se
rindiera.—Por cierto, estás despedido.
Charles puso los ojos en blanco, sabía que era mentira.—Mmm, de acuerdo. He llevado tu ropa a la tintorería. Hasta mañana.
—Sí, hasta mañana.
En cuanto se fue, tiré a la basura el almuerzo que apenas había probado. Y luego aporreé con el puño el escritorio frustrado, sobre todo
conmigo mismo. Debería haber sido más inteligente sobre ello. Menos
egoísta y pervertido, menos calenturiento.Abrí la lista de contactos de mi ordenador y encontré el número de
teléfono que andaba buscando. George Rusell era un investigador privado implacable al que había contratado cuando las cosas se habían agriado con Kelly. Como estaba seguro de que ella intentaría jugarme una mala pasada y chantajearme o algo por el estilo, le contraté para que hurgara en su vida y le sacara los trapos sucios antes de que ella pudiera intentarlo siquiera.Desde entonces lo había contratado en varias ocasiones. El cabrón costaba un riñón, pero era tan bueno en su trabajo que merecía la pena hasta el último céntavo invertido.
Marqué el número y me llevé una grata sorpresa al contestar él a la
primera llamada del teléfono.
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Secretos inconfesables || Chestappen
RomanceSergio Pérez tiene un secreto. Cuando un asunto de vida o muerte amenaza con acabar con su familia, Sergio decide hacer un sacrificio muy especial. Se ofrece en puja en el club erótico más exclusivo de Mónaco. Ahora, Checo es propiedad de Max Versta...