—Sergio, me estás haciendo perder el tiempo y por lo visto también
el dinero.—¿Quieres que...? ¿Aquí? ¿Ahora? —le pregunté hecho un manojo de
nervios.
—¿Es que no me has entendido? —me contestó el Hombre Misterioso
arqueando una ceja.Me arrodillé entre sus piernas, sintiendo un nudo en la garganta. Por suerte el suelo estaba frío, porque me hizo tomar conciencia del tórrido ambiente que se respiraba en el camarín. Invadida por una oleada de calor y sus intensas hormonas con un toque amargo que denotaba molestia, noté que me había puesto más colorado que un hierro al rojo vivo.
Intenté respirar hondo para no vomitar sobre su regazo. No creo que esto le hubiera hecho ninguna gracia. Suspiró irritado por la espera, por lo que me puse más nervioso aún. El
corazón me martilleaba en el pecho.
—Métete mi miembro en la boca, señor Pérez.
Me incliné hacia delante y al agarrársela descubrí que era tan gorda que ni siquiera la podía rodear con la mano. ¡Válgame Dios! ¡Cómo esperaba que me cupiera en la boca algo de ese calibre! Cometí el error de alzar la vista. Lo descubrí levantando una ceja, expectante, y por un instante me pareció ver un tic en sus mandíbulas, como si él estuviera tan nervioso como yo.Pero me dije que no podía ser y volví a lo mío, sin duda esperaba que cumpliera hacendosamente. Estoy seguro de que mientras estudiaba su miembro intentando descubrir la mejor manera de hacer lo que me pedía debí de parecer estúpido. Todas aquellas noches en las que me había quedado en casa de Niko para aprender a besar y a hacer mamadas llevada por su insistencia ahora ya no me parecían tan absurdas. Vale, lo había hecho con un plátano, pero comparado con el viril atributo del Hombre Misterioso de apellido Verstappen, le tendría que haber inyectado una tonelada de esteroides para que estuviera a su altura.
La cabeza de su miembro estaba lubricada y me pregunté qué se suponía que debía hacer con eso, y abriendo la boca lo lamí con la punta de la lengua. Oí al Hombre Misterioso sisear ligeramente de placer y tomándomelo como una buena señal se la besé, pero no fue un beso para nada sexi. Más bien era como darle un beso en la calva a mi tío Sebastián, aunque en realidad no se pareció en nada a besar su pelada cabeza. ¡Madre mía!, no tenía idea de lo que estaba haciendo y mis intentos por salir airosa de la situación me estaban haciendo pensar cosas de lo más absurdas.
Vi que esas divagaciones eran mi mecanismo de defensa. Pero aun así, me estaba yendo por las ramas en el momento más inapropiado. Cerré los ojos y exhalé el aire lentamente, intentando encontrar un hueco dentro de mí donde me sintiera como una voluptuosa zorra. La imagen de su rostro invadió mis pensamientos y de súbito, animado de una especie de fogosidad, me volví más atrevido. Le rodeé el glande admirablemente abombado con los labios y se lo chupé un poco.
Después abriendo más la boca, me metí su miembro hasta el fondo, pero apenas conseguí cubrirla, porque como ya he dicho, era gigantesca. Estaba casi seguro de que se me
iban a trabar las mandíbulas.
—Venga, seguro que te la puedes meter más adentro —me retó.Empujé hasta sentir la cabeza de su miembro en mi garganta y creí que seme iban a desgarrar las comisuras de la boca. Sería más fácil si mis mandíbulas fueran como las de las boas, que se tragan a sus presas de una sola pieza. Y fue en ese momento cuando me puse a rezar para que no seme desencajaran.
Me saqué un poco su virilidad de la boca y me la volví a meter, pero esta vez supongo que mi reflejo nauseoso decidió no colaborar. Cuando me rozó la campanilla, me dieron arcadas y se produjo una reacción en cadena. Al intentar contenerme para no vomitarle encima, hinqué sin querer los dientes en la sensible piel.
Él lanzó un grito de dolor y me apartó con brusquedad antes de volver casi a rastras a la poltrona para alejarse de mi boca asesina. —¡Joder! —gritó y luego se puso a examinar su pene. Yo no le había hecho en absoluto un rasguño a su gran bebé—. Estás de broma ¿verdad?¿Es que no le has chupado nunca el pene a un alfa? —me soltó enojado. Aunque frunciera el ceño, seguía siendo guapísimo—. Porque es la peor mamada que me han hecho en la vida.
Ahora sí que lo detestaba de verdad.—Lo siento, yo nunca...
—¿Nunca has chupado? —me preguntó incrédulo. Negué con la cabeza—. ¡Por Dios! —murmuró sacudiendo la cabeza mientras se pasaba las manos por la cara sorprendido y respiraba hondo.
Su poca sensibilidad ante la situación, o tal vez su hipersensibilidad a ella, me sacó de mis casillas. Sabía que era mejor que me quedara calladito porque no hay que olvidar que él podía hacer conmigo lo que quisiera, pero acabé estallando.—¡Tú y tu descomunal y prodigiosa verga se pueden ir a la mierda! —le grité con tanta fuerza como pude—. Tal vez no sea la clase de chico que se pasa el día chupando miembros por ahí —estoy seguro que de haberlo sido no habría pagado dos millones de dólares por mí— y lo siento si te he hecho daño, pero aunque fuera una experto en este tipo de menesteres, yo... Es imposible que alguien se pueda tragar algo tan gordo. Eres un friki, pero al menos lo he intentado, idiota.
Yo y mi desinhibido cerebro habían contraído un serio caso de diarrea verbal. Estaba probablemente a punto de perder el contrato y de echarlo todo a perder. Se quedó sentado mirándome. Se le arrugó la cara pasando de la sorpresa a la ira, y luego pareció estar confundido e incluso un poco asustado. Abrió y cerró la boca un par de veces como si fuera a decir algo, pero cambió de opinión.
Al cabo de unos instantes giró la cabeza a un la doy luego me miró de nuevo.
—¿Me estás diciendo que tengo un miembro de un tamaño tan insospechado que resulta incluso espectacular? —me preguntó con una sonrisita arrogante.Me senté sobre los talones y me crucé de brazos, no sabía dónde meterme, porque supongo que técnicamente eso era lo que le había dicho. Pero no pensaba admitirlo de nuevo.
—¿Tienes alguna experiencia sexual? -Volví a sacudir la cabeza. Suspiró pasándose los dedos por entre el cabello otra vez. Parecía estar a miles de kilómetros de distancia, preguntándose si se quedaría o no conmigo. Y al final se subió los pantalones y se levantó cuan alto era. Yo parecía una hormiga a su lado.
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Secretos inconfesables || Chestappen
RomanceSergio Pérez tiene un secreto. Cuando un asunto de vida o muerte amenaza con acabar con su familia, Sergio decide hacer un sacrificio muy especial. Se ofrece en puja en el club erótico más exclusivo de Mónaco. Ahora, Checo es propiedad de Max Versta...