25.- Lobos Y Vampiros

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Narración: Sergio

—Levanta el fondo de la cajita —me dijo señalándomela con la cabeza
—. Hay otra cosa más.

Metí la mano dentro y tiré de la lengüeta de seda que sobresalía en el
fondo, intentando adivinar qué podría ser. ¡Madre mía, un vibrador!

Había visto esta clase de objetos antes. Niko me había arrastrado a más
fiestas «divertidas» de las que a una persona le hayan obligado a ir a lo
largo de su vida. Pero la verdad es que no sé qué les veía la gente. Y ahora
me descubría contemplando el vibrador por excelencia, con el blasón de la familia Verstappen grabado a un lado, pero por suerte sin diamantes incrustados. Y entonces tuve una epifanía: dicen que los diamantes son el mejor amigo de un omega, pero con un vibrador le sacabas mucho más jugo al dinero invertido.

—El brazalete es para que todo el mundo sepa que me perteneces —me explicó—. Y esto… es para que hagas con él lo que quieras —añadió
tomando el vibrador de mis manos.

Lo activó y deslizó su punta entre mis piernas para presionármela contra la entrepierna.

—¡Dios mío, cómo me gusta! —exclamé dando un grito ahogado y
echando la cabeza atrás.

—Caramba, no esperaba que reaccionaras así —me susurró al oído—. Ya te lo he dicho otras veces, Sergio. Se supone que este juguetito te debe recordar a quién le perteneces. Dime ¿a quién has nombrado?

Apartó el vibrador para que solo me rozara levemente y luego empezó a trazar con él círculos terriblemente lentos.

¡Somos suyos! ¡Di su nombre! ¡Dile lo que él desee! ¡Quiero más de eso!, me gritó mi lobo interior entregandose por completo.

—Por favor… Max —le pedí gimiendo, y luego arqueé las caderas para
acortar la distancia que me separaba del vibrador.

Él me empujó las caderas con la mano con la que me ceñía la cintura
para impedir que las levantara.

—¿Por favor qué? —me preguntó bromeando.

El muy listo me había pedido que dijera su nombre y yo le había obedecido. ¿Y ahora seguía tomándome el pelo?

—Más. Quiero más —gemí patéticamente.

—¿Más de qué? ¿Más de esto? —dijo presionando el vibrador más cerca para darme lo que yo ansiaba.

—¡Oh, Dios, sí! —exclamé dándome cuenta de mi error demasiado
tarde. Max volvió a apartar el vibrador frunciendo el ceño.

—Volvamos a intentarlo. Ahora hay una nueva regla. Cada vez que
sientas la necesidad de decir «Dios» dirás mi nombre en su lugar. Y te
garantizo que mi versión del paraíso te va a encantar.

Max pegó el vibrador a mi otra vez y luego lo deslizó rápidamente entre mis pliegues antes de metérmelo dentro.

—¡Oh… Max! —grité embriagado de placer.

—Muy bien, Sergio. Veo que aprendes rápido —me felicitó y luego me
recompensó rodeándome un pezón con los labios y chupándomelo
vigorosamente mientras me masturbaba con el vibrador.

Yo no sabía en qué sensación concentrarme y no estaba ni siquiera
seguro de por qué intentaba distinguir la una de la otra. ¿Por qué no sentirlas juntas? ¡Oh, Max mío, qué gozada!Y de pronto todo se acabó.

El vibrador, las chupadas, me quedé sin nada de nada. Le miré como si él estuviera loco. Y descubrí mi
pequeño vibrador Verstappen guardado en la cajita encima de la mesa.

Secretos inconfesables || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora