Capítulo 13

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Media hora después, y con Lisa en modo monstruo comegalletas en la moto, con la visera del casco integral subida y relamiéndose los dedos por culpa del Cupcake, llegamos a mi lugar favorito. Una feria de libros itinerante qué se coloca en el gran parque durante el Cherry Blossom o el Festival de Cerezos.

La abeja reina parece entretenida y sin preocupaciones. Me parece sorprendente. No creí que fuera tan emocionante salir con ella en un plan simple y trivial como este.

Aparcamos en una orilla de la gran vía central. Y volvemos a hacer el mismo procedimiento. Se pone gorra y los lentes oscuros de sol. Yo me pongo los míos también, y cada una carga con su casco para perdernos a través de la gente.

Me gusta el ambiente. Y parece ser que a ella también, tanto como a mí. Quiere saber de todos los autores y todas sus novedades. No quiere hablar demasiado con los libreros ni estar mucho tiempo en una misma librería parada. Así que nos hartamos a caminar.

De arriba abajo. Y cuando nos cansamos, nos vamos a la explanada, donde música y más carpas con dulces y comida callejera. Tantos colores, tantos gustos, tantas letras distintas... Hay demanda para todo, porque la oferta es feroz.

Todos quieren vender.

¿Libros románticos? Encontrarás mil. ¿Libros de suspenso? Otros mil.

¿De Política? Nunca antes las personas habían leído de tanta política. Al final, el populismo vence y acabas comprando lo más anunciado.

Pero yo no.

A mí me gustan los tesoros y las joyas. Y ser de las pocas que las descubren.

Ahora mismo voy a comprar un ejemplar espectacular de Mujercitas, de Louisa May Alcott. De tapa dura, con ilustraciones y una edición exquisita.

—El mundo editorial está muy ciego —dice Lisa de repente.

Me le quedo mirando mientras sujeto la bolsa con mi libro nuevo.

—¿A qué te refieres?

—A que hay un tipo de literatura, al menos aquí en Corea, que no está cubierto. Y que si la supieran potenciar y se dieran cuenta de lo demandada que está y de lo necesaria que es.

La observo con atención.

—No hay historias románticas de verdad entre chicas. Ni tampoco buenos romances entre hombres. ¿Qué les pasa? ¿Que las novelas de amor solo son para los heteros? —resopla y ojea una novela romántica—. ¿No tenemos derechos las lesbianas y las bisexuales a tener nuestras propias sagas de amor? Mira qué bien —señala una página—. «Y le lamió el clítoris húmedo y resbaladizo. Y la amó, como solo un hombre puede amar a una mujer». ¿En serio? —se burla de ese párrafo—. es estúpido. Muchos hombres ni siquiera saben cómo se come a una mujer de verdad.

Abro los ojos de par en par. Estupefacta por la espontaneidad de Lisa. Nunca había pensado en eso. Pero jamás la hubiera imaginado hablando así.

—¿No hay novelas románticas para todo tipo de diversidades sexuales? —pregunto—. No lo sé. Nunca me he puesto a buscar nada de ese género. No sé si me gustaría.

—¿Y por qué no te iba a gustar? Si te gusta leer, te gustan las buenas historias y crees en el amor, no tiene nada distinto a lo que sueles leer, excepto que las protagonistas son del mismo sexo y que hay una relación entre ellas.

—Si la historia es buena y está bien escrita —me pongo a pensar—, no haría diferencias. No me gusta la vida monacal ni me identifico con ella pero me encantó El nombre de la Rosa —concluyo.

Ella asiente conforme y prosigue:

—En las librerías hay secciones de novelas de temática homosexual. Por ejemplo —dibuja un rótulo imaginativo con sus manos—. Homosexualidad. Y ahí hay libros de ensayo sobre la homosexualidad. Como si fuera solo un tema... y no pudieran normalizarlo. En esas secciones hay algún libro erótico y excesivamente íntimo y con mucho drama y perturbación en algunos casos. Suelen ser novelas un tanto oscuras. Como si esas relaciones fueran así de complicadas y tormentosas —niega con la cabeza—. ¿No hay escritoras románticas, sensibles y con sentido del humor que se atrevan a contar una historia de amor de dos chicas? Si hacen historias heteros tan buenas, ¿no pueden hacer lo mismo con dos mujeres? ¿O con dos hombres? Y de milagro que no sean historias trágicas y que acaben mal —pone los ojos en blanco.

MY ONLY WISH | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora