Capítulo 25

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—Estás muy callada desde que hemos salido de casa de tus padres.

Es lo que me acaba de decir Lisa al llegar a mi calle. Estoy bajando la velocidad para aparcar la moto en el parquin que hay para eso justo delante de mi portería. Y sí, parece que esté hecho a mi medida. A veces, la suerte me sonríe.

Pienso en lo que me ha dicho Lisa y no puedo no darle la razón.

Estoy pensativa. Interiorizando mis verdades. Asumiéndolas. Y valorando lo que es mejor para mí.

—¿Te he hecho sentirte incómoda por algo? —me pregunta inquieta tras de mí.

—No. Claro que no.

—¿Entonces?

Dejo la moto en su plaza correspondiente. Me quito el casco y la miro por encima de mi hombro con insistencia.

—No me pasa nada.

—Lo siento —contesta refunfuñando—. Pero no te creo. Sé cuándo estás preocupada. Ahora sí lo sé. Si es porque voy a pasar esta noche en tu casa, ya te dije que no soy de esas chicas que al cabo de un día se traen el pijama y el cepillo de dientes. No voy a molestar —me explica algo intranquila—. Será solo por hoy y ya está. Además, ya sabes que tengo que hacer muchas cosas esta semana. Las últimas entrevistas y promociones antes de irme a Macao...

—Lisa. —La corto—. Solo estaba pensando que Festival de la Canción está a la vuelta de la esquina. Que ya no queda nada —le vuelvo a mentir y me vuelvo a sentir como una idiota. Me bajo de la moto y ella también—. Y que...

—¡Oliver, ven aquí ahora mismo! —La vecina de la casa de al lado sale a la calle con su hijo pequeño de cuatro años. Es morenito y tiene unos ojos negros súper bonitos. Lleva una pelota de plástico amarilla en sus manos.

El niño me suele saludar siempre que me ve porque le encanta mi moto, así que cuando me saco el casco, el pequeño viene hacia mí corriendo.

Y en ese instante fugaz, algo sucede.

Veo una moto eléctrica de estas que abundan por Seúl y cuyo piloto, toma la recta de mi casa totalmente descontrolada.

Se sube a la acera con la moto a la máxima velocidad permitida, no más de cincuenta kilómetros por hora. Y entonces lo veo todo como en cámara lenta y me da por actuar como una superheroína.

Empujo a Lisa para apartarla de su camino.

Oliver corre hacia mí con los brazos extendidos y la pelota entre sus manos, no ve la moto y se pone en su trayectoria. Normal que no la vea, porque va descarrilada por la acera y por ahí no debe ir.

La madre de Oliver empieza a gritar histérica.

Así que reacciono, corro como puedo con todos los reflejos alerta, cojo al niño en brazos, la pelota sale despedida por los aires y la moto, que pasa por mi lado, me golpea la espalda, y me tira al suelo con Oliver encima. Intento caer de espaldas para que el niño no reciba ningún golpe y lo consigo. Yo me llevo todo el golpe.

La mujer que va al volante esquiva mi moto, se mete de nuevo en la carretera y se da a la fuga. Creo que he conseguido verle la cara a través de la visera, y parecía tan asustada como nosotros. Es una inepta, la muy hija de puta.

—Ay, Oli... —susurro desde el suelo abrazándolo con fuerza. Esto me va a doler unos días y lo sé —. ¿Estás bien?

El niño contesta que sí con su vocecita. Está en shock. Su madre, corre a arrodillarse delante de nosotros, blanca como la nieve. Recoge a su niño de mis brazos y me mira pasmada y muy agradecida.

MY ONLY WISH | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora