Capítulo 7

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Recapitulemos: mañana trabajo. Y por la noche voy a la cadena SBS a la gala de presentación del Festival de la Canción. Debería estar tranquila, en mi sofá, tomándome todos los cambios con calma. Tocando un poco el piano o la guitarra, pintándome las uñas de los pies o dándome un buen baño relajante.

Pero no, en vez de eso ¿Qué estoy haciendo? Yendo a buscar a Lisa para sacarla a pasear y que no se aburra. ¿En qué momento he dejado de tomarme en serio mi vida?

Le escribo para decirle que estoy esperándola abajo, y va y me dice que suba un momento. Que tiene un problema. Si supiera cuántos tengo yo...

Resoplo como un caballo y miro hacia la buhardilla. Qué especial es la niña. Subo.

La señora Choi me abre la puerta con un cuenco de ajo que no deja de machacar.

—Hola Señora Choi, vengo a ver a Lili.

—Pasa, cariño. Ya sabes dónde es.

Avanzo mientras ella desaparece hasta el salón y se dirige a la cocina machacando el mortero de cerámica amarillo con el mazo de madera, yo subo las escaleras hasta la tercera planta, donde está su habitación.

Golpeo la puerta con los nudillos.

—¡Limpieza! —bromeo.

Oigo la voz de Lisa que grita:

—Está abierto. Entra.

Abro la puerta y me la encuentro con las piernas y las braguitas al aire. Tiene el vestido negro sobre la cabeza y alrededor del cuello, como si fuera una bufanda. Su cuerpo está tonificado y esbelto, y tiene un brasier negro que le sujeta el pecho. Nunca había visto a una chica con abdominales y con los oblicuos marcados. Y eso me impresiona bastante. En ella, potencia lo que ya es, no es para nada feo. Luce un piercing en el ombligo con una piedra ámbar, como si fuera miel, y en el lateral de las costillas, sobre la piel, hay algo escrito, que no puedo leer bien. Veo que asoma un ojo por la obertura del cuello del vestido, y este sonríe.

Sus ojos suelen sonreír, hablan alto y claro cuando quieren.

—¿Me estás mirando? —tiene que estar acostumbrada a eso. A que la miren, la piropeen y esas cosas.

—Impresiona verte reducida por un vestido.

—No es para tanto. No te quedes parada ahí y ayúdame —se sienta en la cama.

Llego hasta ella y le pregunto:

—¿Qué te ha hecho el pobre... Gucci? —pregunto advirtiendo la etiqueta.

—El vestido es el puto Bruce Lee. Me ha hecho una llave. Y me queda poco para rendirme.
Me coloco entre sus piernas y busco el origen del problema.

—Tengo el pelo enganchado en la cremallera.

—Ya veo —una de sus largas hebras castañas claras está completamente pillada hasta las puntas rubias. Se lo ha cogido por completo—. Dios, que lío.

—Corta —me ordena.

—No voy a cortar nada, ¿estás loca? —ni hablar. El pelo es sagrado. Si se puede salvar, se debe salvar. Y el suyo es muy bonito y lo tiene siempre perfecto.

—Es solo un mechón.

—No. No es solo un mechón. ¿A ti no te han hablado nunca del equilibrio del pelo? —trabajo con mis dedos sobre la cremallera, retirando las hebras suavemente, sin tirar demasiado para que no se rompa.

—¿Lo dices por Sansón?

Yo sonrío.

—Más o menos.

MY ONLY WISH | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora